viernes, septiembre 30, 2011

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Cuarta parte)

POR MARIO ROSALDO



1

LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)


El primer apartado, «Esbozo de la evolución arquitectónica rural alemana», esta dividido en dos secciones. En la primera de ellas, la menor, Weimer presenta una visión muy general de la prehistoria y la historia de las construcciones rurales centroeuropeas; en la segunda, se detiene a describir con bastante detalle el desarrollo y las características de la vivienda medieval germana, representada principalmente por el sistema bajo-sajón. Por encima de cualquier interés esteticista, que pudiera distraerlo de su tarea de investigador científico, Weimer se enfoca por completo en el aspecto técnico de esta «evolución arquitectónica»; así, cualquier discusión en torno del concepto idealista —y hasta materialista— de la arquitectura en cuanto arte, en cuanto espacio estético, queda pospuesta o cancelada[1]. En la primera sección, entonces, nos hace saber que desde «la más remota antigüedad existieron construcciones de madera en la Europa Central». Y asegura que incluso «restos originarios de la prehistoria» presentan características similares a los de aquella antigüedad temprana, como las «plantas redondas u ovales, con soportes apoyados en suelo y paredes de barro». Ya en los mismos inicios de la historia «las plantas se volvieron rectangulares y la técnica constructiva sufrió un considerable progreso cuando se consiguió resolver el problema del pudrimiento de la madera en contacto con el suelo». No obstante este progreso, se presentaron nuevos problemas como el de la pérdida de rigidez en la estructura. «La solución que se encontró, dice Weimer, fue la colocación de piezas inclinadas y encajadas en los tramos». Esta disposición a resolver los problemas constructivos que se iban presentando permitió que la técnica de la carpintería experimentara desde ese momento un tal desarrollo que de la influencia arquitectónica romana, sostiene Weimer, sólo se tomó la piedra, y no el cemento[2]. Estas evidencias arqueológicas son, desde luego, la base empírica que le hace pensar que entre la prehistoria y la historia de dicha región europea hay una misma línea evolutiva por lo menos en lo que toca a las construcciones rurales y los motivos de sus orígenes; de ahí que Weimer también piense que se trata de la convergencia en un mismo espacio geográfico de distintos desarrollos humanos los cuales terminaron por constituirse en un gran conjunto cultural múltiple y descentralizador.

sábado, mayo 28, 2011

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Tercera parte)

POR MARIO ROSALDO



1

LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)


Del estudio de las casas campesinas germanas Weimer pasa en seguida, no a la descripción de todos los centros de la emigración germana hacia Rio Grande do Sul, sino a su simplificación en tres de ellos según un criterio del cual Weimer no nos dice nada, y que por tanto hemos de suponer lógico y basado en una especie de escala universal tal que haría innecesaria toda explicación textual al respecto. Por si esta simplificación no fuera suficiente la descripción se vuelve en seguida una tipología de tres tipos y una variante, que —se entiende— Weimer toma de la propia historiografía alemana, la que sería su aval. De estos centros, nos dice nuestro autor, el «más importante es el Hunsrück, donde se institucionalizó la Hausendorf o Punkdorf (aldea-monte o punto) que se caracterizaba por el crecimiento irregular del núcleo». En cambio, en la Vestfalia « ... se desarrolló la Strassendorf (aldea-calle) en la que las casas se construían a lo largo de una carretera». Pero ésta tiene dos variantes, aclara Weimer: una en la misma Vestfalia, «la Angerdorf (aldea-espacio público) en la cual la calle se transformó en una plaza alargada, donde originalmente se dejaba que el ganado pernoctara»; y otra en la Pomerania, «la Rundling (redondeada) que se caracteriza por tener una plaza circular alrededor de la cual se construyen las casas. Se diferencia del tipo anterior por no 'dar paso' a la circulación: tiene un sólo acceso que es entrada y salida de la aldea»[1].

lunes, abril 25, 2011

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Segunda parte)

POR MARIO ROSALDO



1

LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)


Después del párrafo inicial que hemos citado en nuestro primer artículo de esta serie, Weimer plantea la siguiente hipótesis: «Tal vez el aspecto más importante fuera la concepción de Estado»[1]. Y, sin someterla a ninguna crítica, sin abordar el debate teórico y político al que remite necesariamente su declaración, se apoyará arbitraria y completamente en ella para establecer las diferencias —y las consecuencias de las mismas— que se presentan entre una concepción centralizada del Estado y otra más bien diversificada; una representada por Brasil-Portugal y la otra por la Alemania anterior a su industralización y unificación de los siglos XVIII y XIX (él prefiere llamarla «Europa Central»). En su opinión, pues, donde dominaba la concepción centralizada del Estado (en Brasil y Portugal), las nociones de nación, cultura e idioma eran grandes aspiraciones «perfectamente identificables y sobrepuestas»[2], mientras que en los territorios germanos esta «unidad lengua-cultura-nación» se rompía «y cada categoría» pasaba «a tener su propia dimensión»[3]. Prueba de que esto es verdad, dice Weimer, es que el concepto de nación sólo se iba a afirmar en Alemania cuando Brasil ya estaba «en vísperas de formar una república». Además, argumenta: «Hasta hoy existen pueblos de lengua alemana que jamás pertenecerán a Alemania así como existen pueblos de cultura germana que no hablan el alemán»[4].

miércoles, marzo 30, 2011

Jesús T. Acevedo: Apariencias arquitectónicas (Sexta parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 25 DE JULIO DE 2013




Por eso, cuando Acevedo señala que es a Francia a quien ha cabido «el honor de haber iniciado, protegido y al fin visto esplender este arte, que no toma nada de Egipto, ni de Grecia, ni de Roma, como que tiene en sí mismo todos los elementos necesarios para triunfar»[1], no solamente está resaltando el valor del arte gótico como nuevo tipo, como nuevo principio artístico-constructivo, sino que además está aclarando que tal arte trasciende las fronteras francesas, pues su fundamento es universal. Al mismo tiempo enfatiza que el nuevo centro de desarrollo del espíritu humano no se encuentra más en los sitios de la Antigüedad. Y para que no haya ninguna duda de la relación de este centro con el norte de Europa, nos da su ubicación exacta: es la gran región que abarca la isla de Francia, Picardía, Champagne, Borgoña y Normandía. Acevedo asegura que es aquí donde «las corporaciones masónicas... que se dedican al estudio de las bellas artes, encienden las siete lámparas de la cultura, bajo cuya luz dorada los pueblos vuelven a la acción, a la divina acción, savia fecundante de toda hazaña digna de holocaustos»[2]. Esa acción no es otra que la del trabajo comunitario, la de la construcción de las catedrales, que expresan la unidad y la creatividad del renovado espíritu en manos de las corporaciones de artesanos[3].

domingo, febrero 27, 2011

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Primera parte)

POR MARIO ROSALDO




INTRODUCCIÓN

A mediados de los ochenta llegó a nuestras manos un libro de arquitectura que nos impresionó lo mismo por la amplitud de temas históricos que abordaba que por su innegable valor teórico-crítico. El libro había sido organizado por el arquitecto sulriograndense Günter Weimer (n. 1939) y había aparecido apenas unos años antes —en 1983— con el título de A arquitetura no Rio Grande do Sul[1], bajo la autoría de diversos especialistas. Según nos cuenta Weimer en la Presentación, al principio se había pensado en escribir una historia concisa de la arquitectura gaucha o sulriograndense, pero ante la falta de un número deseable de arquitectos, que estuvieran interesados en la investigación científica —y además incipiente— del proyecto, y ante el hecho insoslayable de que muchos aspectos de dicha arquitectura aún no habían sido estudiados, se tuvo que optar por un trabajo multidisciplinar que sería publicado en ocho cortos ensayos independientes, como ocurrió al final[2].

domingo, enero 30, 2011

Jesús T. Acevedo: Apariencias arquitectónicas (Quinta parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 25 DE JULIO DE 2013




Una vez que Acevedo hace este rápido planteamiento acerca de Roma, que resulta ser más bien la breve explicación del por qué no se detiene en ella, comienza a hablar de la siguiente edad del arte. Esta vez inicia declarando sin restricción alguna la admiración y el respeto que siente por la obra arquitectónica de la Alta Edad Media. Le parece que es «un tipo de arquitectura que por más de un motivo es digno de nuestra profunda veneración»[1]. Y con «tipo» quiere decir justamente eso, un nuevo género o una nueva especie de arquitectura. No dice un «estilo arquitectónico», pues para él eso sería hablar de una variante más dentro de la tradición grecorromana, como habría sido el caso del románico o del carolingio, a los que al parecer por esta razón ni siquiera menciona. Acevedo elige con clara intención el concepto de «tipo», pues de hecho con él se refiere a una arquitectura completamente independiente, que por su extraordinaria originalidad y por su auténtica espiritualidad sólo podría equipararse a las más grandes de la historia, a saber, a la egipcia y la griega; una arquitectura que no habría surgido de la decadencia romana, ni de las imitaciones del desaparecido Imperio, sino de un nuevo principio, de una verdadera y completa liberación emocional e intelectual del pueblo. Esto es, concibe la aparición de este tipo arquitectónico como el resultado de una transformación interior de los artistas, que con su trabajo solidario consiguen darle forma plástica a largos siglos de sufrimientos, los cuales habrían acumulado la neurosis medieval, de la que harían mención algunos libros de medicina del siglo XIX[2].

lunes, diciembre 20, 2010

Respuesta a un estudiante de arquitectura

POR MARIO ROSALDO



Uno de los correos que recibimos este año, por motivo de nuestras publicaciones, preguntaba el por qué de la ausencia en ellas de una definición sistemática de la arquitectura. No sabemos si nuestra respuesta despejó la duda, o si la acentuó todavía más. La idea era mostrar al estudiante que las cosas siempre se pueden abordar desde puntos de vista alternos. Es muy probable que el tono de «crítica definitoria» haya jugado en contra del diálogo que deseábamos establecer. Ahora sólo nos queda aguardar por una nueva oportunidad. Para el público en general, cabe aclarar que no creemos que la argumentación apoyada en autores prestigiados, en sus obras establecidas por ellos mismos o por sus seguidores como teorías canónicas o preceptivas, deba ser considerada como un trabajo científico. Nuestra investigación parte del estudio de lo que hasta ahora se ha tenido por arte, por arquitectura, pero en ningún momento hemos aceptado que el uno o la otra «es lo que es». Esa es una postura pragmática o «realista» que está muy lejos del enfoque crítico que sostenemos aquí. Sabemos que es muy fácil equivocarnos a la hora de la lectura y la interpretación de lo que se dice o se lee, que esto le sucede lo mismo a un investigador experimentado que a otro que apenas se inicia en esta tarea, por eso nuestra respuesta pasó por alto estos aspectos del tema, en cambio preferimos explicar cuál podría ser nuestra concepción de un estudio científico.

jueves, noviembre 25, 2010

Un diluvio después

POR MARIO ROSALDO



Apenas ayer celebramos el quinto año de aparición de este blog. Nos parece adecuado publicar el siguiente texto extraído de uno de nuestros cuadernos del 2005, y que tiene la fecha del 22 de noviembre; es decir, que fue escrito dos días antes de que decidiéramos crear Ideas Arquitecturadas. Es un fragmento de nuestro plan de trabajo en torno de la crítica y sus variadas formas, que elaboramos en esa fecha. Lo hemos elegido en parte porque pone un poco en contexto nuestra primera entrada La nuit porte conseil, pero también porque se relaciona con una investigación que estamos haciendo actualmente, la de los límites y las posibilidades del trabajo científico en la arquitectura. En esta investigación seguimos las direcciones clásicas del racionalismo y el empirismo, pero también las contradicciones que se dan en cada una de ellas y entre ambas. Todavía estamos explorando los diversos aspectos del debate sobre la posible o la imposible relación entre la lógica (la matemática) y la experiencia, pero hemos creído oportuno comenzar ya nuestro estudio de la obra de Foucault, la cual habíamos venido leyendo sólo de manera dispersa. Estamos concentrados así en Les mots et les choses pero cotejamos el enfoque y los conceptos con Histoire de la folie à l'âge classique y L'archéologie du savoir (aún no lo hacemos con Naissance de la clinique). De ahí que, al leer hoy el texto del cuaderno, pensáramos inmediatamente en la tesis principal de Foucault, el arte de ver el pasado y el presente desde sus respectivos campos epistemológicos, como enigmas insolubles o circulares más que como problemas a resolver definitivamente. No hay coincidencias, sino discrepancias. Hemos titulado este artículo Un diluvio después en alusión a los acontecimientos de los meses pasados en el estado de Veracruz, donde vivimos. Aunque se fue el diluvio se siguen sintiendo sus repercusiones físicas y emocionales. Necesitamos algo más de tiempo para superar esta situación lo mismo como individuos que como familias y comunidad.

lunes, agosto 30, 2010

Jesús T. Acevedo: Apariencias arquitectónicas (Cuarta parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 25 DE JULIO DE 2013




Después de resaltar los rasgos que a su juicio caracterizan la edad del arte en Egipto y Grecia, Acevedo trata del caso romano, pero lo hace de una manera tan rápida y concisa que llama la atención, no sólo porque contrasta con el mayor espacio y tiempo que inmediatamente le dedica a las etapas de la Edad Media y el Renacimiento, sino además porque parece haber una ambigüedad en el único párrafo que toca directamente el asunto.

sábado, julio 31, 2010

La teoría evolucionista del conocimiento*

POR MARIO ROSALDO



A continuación presentamos el esbozo de una idea que publicamos hace dos años. Se relaciona con un estudio crítico que hicimos en 2007 del libro de Karl Popper, La responsabilidad de vivir[1], pero no incluimos aquí nada al respecto, excepto la sorpresa que nos causó hallar en el libro de Julio Verne lo que parece una afortunada anticipación de la teoría evolucionista del conocimiento, y casi con las mismas palabras de Popper.

Obviamente nos preguntamos en seguida si Popper sabía de esta aparente coincidencia o no. Nuestro propósito no fue entonces, y no lo es todavía ahora, indagar sobre esta curiosidad, más bien sólo queríamos señalar el hecho: es una intuición que no es estrictamente literaria, pues se fundamenta en una seria investigación del estado de cosas que existía en la geología de la época en que Verne escribió estas precisas e impresionantes palabras.

domingo, junio 27, 2010

La insuficiencia del discurso en el arte*

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 24 DE NOVIEMBRE DE 2013




Cuando Armando Plebe[1] escribe, en su librito sobre el expresionismo, que Hofmannsthal había ya denunciado abiertamente a principios del siglo XX la insuficiencia del discurso con la frase «las palabras se me deshacen en la boca como hongos morbosos»[2], no sólo nos explica que antes de este movimiento alemán al menos un autor simbolista se había anticipado al grito y a la liberación del instinto, de lo inconsciente, sino, además, nos dice que el expresionismo sólo había dado una forma particular a aquello que se sabía ya desde hacía tiempo pero que no se discutía en voz alta. Plebe pone el énfasis sobre el hecho de que el expresionismo no era un movimiento artístico sin raíces, sin historia. Sin embargo, la referencia a Hofmannsthal, Freud, Husserl y, en general, al contraste entre los simbolistas, los impresionistas y los expresionistas, sugiere un enfoque clásico de tipo determinista que busca explicar las acciones y las ideas individuales principalmente como productos de un fenómeno histórico-social. Según este enfoque, la realidad no es otra cosa que una cadena infinita de causas y efectos cuyo origen es ella misma. Por esta razón se puede decir que Hofmannsthal pertenecía a su época, que él era por tanto el portavoz de una generación y también de la aristocracia de su tiempo, pero no se puede explicar por qué Hofmannsthal asumía dicho papel y no cualquier otro autor. Afortunadamente, el mencionado enfoque no tiene necesidad de esta explicación, le basta saber que Hofmannsthal defendía una concepción aristocrática y decadente contra el triunfalismo de la burguesía. De manera que, Plebe insinúa siempre una serie de relaciones sin jamás fijar un punto de partida. La realidad se representa como un número infinito de círculos concéntricos los cuales se alejan indefectiblemente del historiador y del crítico de arte.

domingo, mayo 16, 2010

El estudiante de arquitectura*

POR MARIO ROSALDO



Al igual que el pasado artículo de Los arquitectos y la indiferencia teórica, este breve texto es la traducción de nuestro original publicado en francés hace casi cuatro años. Del mismo modo, aunque fue escrito pensando en la situación de la enseñanza en Francia, creemos que bien puede aplicarse a por lo menos algunos casos de nuestra América. Hemos omitido el anglicismo de «job», pero hemos preferido traducir literalmente el dicho «poisson qui se mord la queue».


A primera vista nuestro estudiante no es diferente a ningún otro: él trata de vivir su vida en las horas que le quedan entre un deber y otro, o incluso durante el horario de algunas de sus clases. Siente como los otros: se alegra, sufre, duda. Y como los otros, vive su vida en compañía o en la intimidad, rodeado de gente o no. Pero si miramos más allá de estas primeras impresiones, se reconocen las diversas facetas propias del estudiante de arquitectura. Por ejemplo: por un lado tenemos a los estudiantes que ven el diseño como un acercamiento entre el arte y la técnica, y los que lo definen claramente como una ciencia; por el otro lado, situados en abierta oposición a estos dos puntos de vista, tenemos aún a los estudiantes que conciben la arquitectura más como un arte que como una técnica o una disciplina científica.

viernes, abril 30, 2010

Jesús T. Acevedo: Apariencias arquitectónicas (Tercera parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 25 DE JULIO DE 2013



Y son símbolos los que Acevedo percibe en la relación entre la manera de vivir del egipcio de la 18ª Dinastía, el heleno del Siglo de Perícles o el romano que ha conquistado a Egipto y la Hélade, y el arte con el cual cada uno se manifiesta. Para Acevedo es en la vida individual y familiar donde dicha relación cobra su mayor significado, de ahí que se esmere en plasmarla a través de la descripción de la arquitectura doméstica o privada, que él representa con los palacios o casas de la aristocracia y una lejana evocación de la casa de los pobres. Para ello, Acevedo se apoya en el análisis histórico de la casa egipcia, helénica y romana. Describe la planta arquitectónica de cada una de ellas para sugerir una evolución acorde al sistema de vida y al clima, es decir, acorde a las necesidades espirituales y materiales de sus habitantes. Se detiene a describir el estilo, la decoración y los objetos producidos por el alma de cada pueblo. Pero no se interesa en establecer un prototipo que pudiera servir para definir «el contorno general de la casa futura», porque desde el preámbulo ha dicho que su discurso «no será cuestión de profecías». Más bien le interesa exponer que en vez de[1] preocuparnos solamente por una forma y un estilo futuros debiéramos atender a nuestro espíritu que en su manifestación los hace necesariamente presentes.

miércoles, marzo 31, 2010

Los arquitectos y la indiferencia teórica*

POR MARIO ROSALDO



Esta es la traducción de un breve texto que publicamos en francés hace casi cuatro años, se refiere en particular a la situación de la enseñanza en Francia, pero sin duda su crítica central puede dirigirse también a más de un caso del contexto nacional e internacional. Lo publicamos en castellano con el objeto de compartirlo con aquéllos que estudian el tema de la enseñanza de la arquitectura.




Solamente un estudiante que no haya adquirido una actitud profundamente crítica puede aceptar sin cuestionar una educación manipulada. Cuando se lleva al estudiante del curso preliminar a experimentar los conceptos considerados fundamentales para la enseñanza de la arquitectura en realidad se le está privando de la oportunidad de descubrir por si mismo la naturaleza de las cosas, de descubrir otras preguntas y, por tanto, otras posibles respuestas. El carácter manipulador de la puesta en situación invita al estudiante a no desarrollar sus propios conceptos, a no adoptar su propio punto de vista, a no sacar sus propias conclusiones. El trabajo en condiciones concretas, ya decididas por el docente o por el plan de estudios, no deja suficiente margen para expresar un desacuerdo que afecte a la actividad o el proyecto, incluso si los profesores están dispuestos a discutir algunas ideas acerca de los ejercicios designados. Esta práctica corriente en las escuelas de arte y de arquitectura está determinada por la necesidad del Estado de favorecer la cohesión social y por la obligación de las instituciones de hacer evaluaciones parciales y finales. En pocas palabras, es una manera de asegurar los buenos resultados académicos y, al mismo tiempo, de asegurar el empleo del que enseña y evalúa.

martes, marzo 23, 2010

Jesús T. Acevedo: Apariencias arquitectónicas (Segunda parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 25 DE JULIO DE 2013




Para convencer al público de estas ideas, Acevedo le invita a revivir el pasado para analizar, dice, «la relación que ha existido, entre el sistema de vida de la humanidad y el estilo de su arquitectura», y agrega: «pues siempre es bueno para la juventud empolvarse los talones recorriendo las agrietadas ruinas de civilizaciones que ya no existen»[1]. Esta relación habrá de mostrar que eso que traspasa el tiempo y determina lo mismo al hombre primitivo que a las más elevadas civilizaciones de la historia del Norte de África, del Oriente Medio y de Europa es una misma naturaleza —una naturaleza común o esencial— que se reconoce claramente en la necesidad de expresar los afectos, o el ser interno, del individuo y la colectividad en la cual aquél por lo general está inserto, o a la cual invariablemente pertenece.

sábado, enero 30, 2010

Crítica y Arquitectura: Conceptos y Recursos

POR MARIO ROSALDO


Al parecer esta información, o alguna parte de ella, publicada originalmente en nuestro desaparecido sitio "Crítica y Arquitectura", resulta todavía de interés para alguno de nuestros lectores, así que hemos decidido incluirla aquí. En lo que toca a los enlaces, varios tendrán que ser actualizados buscando en el sitio inicial; en este caso, bastará con pegar la dirección URL en la barra del explorador e ir borrando las secciones que han cambiado. Hay un sólo enlace que está definitivamente roto (Alpine Architektur), habrá que buscar uno nuevo en la red, o contactar a la institución que lo mantenía en línea.







Crítica y Arquitectura/Conceptos y Recursos
Mario Rosaldo
TEXTO ORIGINALMENTE PUBLICADO
EN EL DESAPARECIDO SITIO CRÍTICA Y ARQUITECTURA
http://www.geocities.com/bravenik/conceptos-recursos,html
SE ACTUALIZÓ PERÍODICAMENTE DESDE EL 2001 HASTA EL 2009
FECHA DE LA ÚLTIMA ACUTALIZACIÓN: 03/02/2010



martes, diciembre 08, 2009

Jesús T. Acevedo: una arquitectura nacional acorde a las exigencias de la actualidad

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 24 DE NOVIEMBRE DE 2013


A pesar de que Jesús T. Acevedo enfatiza al inicio de su conferencia[1] la falta de pureza en los estilos heredados de España, su propósito no es ni justificar una mezcla arbitraria de estilos ni animar a una vuelta antihistórica a lo original clásico; su propósito más bien es hacer ver la inutilidad de la imitación servil e indiscriminada de los estilos españoles o franceses. Para él, Roma es el ejemplo a seguir, ésta llevó el arte griego a una nueva etapa de desarrollo y perfección en grado sumo. Ese debería ser el fin y no meramente el trasplantar lo clásico a nuestro territorio[2].

miércoles, noviembre 18, 2009

Jesús T. Acevedo, precursor de una arquitectura nacional

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 24 DE NOVIEMBRE DE 2013




Parte de un estudio de esta corriente renovadora de la cultura en México sin duda debe incluir los escritos póstumos de Jesús T. Acevedo[1]. En ellos ronda una idea parecida a la que detallara desde un ángulo no del todo diferente Manfredo Tafuri[2], en su trabajo inicial sobre el tema de la ideología como objetivo de la crítica del historiador; la de que los arquitectos del Renacimiento como Brunelleschi no simplemente reprodujeron las formas greco-latinas, sino que también las reinterpretaron, y en este sentido —dice Tafuri— ellos fueron los primeros antihistoricistas. Así, no casualmente, Tafuri coincide con Antonio Gramsci[3], en la idea de que el lenguaje extranjero debe traducirse al lenguaje nacional.

lunes, noviembre 02, 2009

Arquitectura y renovación de la cultura nacional

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 13 DE DICIEMBRE DE 2013



Hoy día, hablar de arquitectura implica hablar de cultura, sobre todo cuando la entendemos como el grado de civilización de un pueblo, cuando vemos en ella la manifestación más refinada de un período de su historia. Pero la cultura no ha sido una preocupación intelectual de los arquitectos ni en el Renacimiento ni en la Ilustración. Ésta apenas comienza a principios del siglo XX. Además, es durante el siglo XIX cuando realmente se forja el concepto de cultura en sus dos acepciones, como la educación o el cultivo del espíritu humano y como el sinónimo de civilización o desarrollo material y espiritual de un pueblo. Lo que sí se da entre los artistas renacentistas e ilustrados es el aprendizaje de las lecciones de la historia para llevar la arquitectura greco-latina a nuevas soluciones formales. Ese aprendizaje es general y a todos los niveles, por lo menos entre los florentinos; en todo caso, no es un asunto exclusivo de los arquitectos.

miércoles, octubre 28, 2009

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 5

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 13 DE DICIEMBRE DE 2013




2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


Lukács[1] continua su comentario y nos da la prueba de su equívoca interpretación:

«Esta nítida y tajante división trae como consecuencia, ante todo, el que Schelling, en estricta contraposición con su período de juventud, no conciba ya lo absoluto, el objeto de la intuición intelectual, como el cosmos de las cosas en sí, aunque también éste fuese considerado por él, entonces, como el mundo platónico de las ideas, sino como algo que sólo podía captarse de un modo inmediato, como algo puramente simple. De aquí que rechace, para este mundo, toda posibilidad de explicación o descripción, y diga: “solo lo complejo es susceptible de ser conocido por medio de la descripción; lo simple, en cambio, tiene que ser intuido”. Y, en otro lugar, niega también a este conocimiento la conexión de lo general con lo particular, es decir, precisamente la posibilidad del problema para cuya solución se había descubierto en su día, como hemos visto, la intuición intelectual. He aquí lo que ahora dice acerca de esto: “El Universo absoluto en su totalidad, con todas las gradaciones de los seres, se reduce a la unidad absoluta de Dios y, por tanto, en aquél no existe nada verdaderamente particular.” De este modo, el conocimiento del mundo, que originariamente tenía un carácter filosófico-natural, va deslizándose ahora hacia un conocimiento de Dios puramente místico»[2].

Lo que discute Lukács es que el idealismo de Schelling no lo lleve al racionalismo ni a la lógica dialéctica de Hegel, sino a la vía mística. Pero el equívoco, que repite Lukács influido por la interpretación de Hegel, la carta de Marx a Feuerbach y el panfleto de Engels, es creer que al escribir sobre filosofía de la naturaleza el joven Schelling se interesaba de algún modo en el objeto empírico, en su objetividad. El estudio atento de las obras juveniles de 1795 a 1800 demuestra que no solamente había esa tendencia a lo «irracional» o a lo «místico», como admite Lukács, suscribiendo las dudas de Marx y Engels respecto al pensamiento juvenil schellingiano, sino que además esa era la tendencia central: Schelling no acepta la vía conciliatoria de Kant, pues cierra el paso a la especulación metafísica y en especial a la vía mística, que hasta el Renacimiento había sido esa «tercera vía» entre las corrientes racionalistas y empiristas. Schelling expresa por carta a Hegel que su intención, al buscar un principio superior que concilie los opuestos, es volver al punto anterior a la filosofía kantiana. Será durante el desarrollo de su pensamiento que equiparará su idealismo trascendental con la ciencia de la naturaleza. Pero su filosofía de la naturaleza no será una filosofía de dicha ciencia. Por el contrario, se propondrá explicar el por qué la filosofía no puede partir del objeto, que es incapaz de engendrar un Yo, pero tampoco solamente del Yo empírico. A la par que trata de probar que todo descubrimiento científico surge de la conciencia y que ésta es, en su forma superior, el único principio que concilia los opuestos, Schelling busca las pruebas de la existencia de la intuición intelectual en el arte y, más tarde, en la religión y los mitos, a los que ve como productos derivados de esa aspiración del Yo finito a volver a su origen, al Yo absoluto y eterno.



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NOTAS:


[1] Lukács, Georg; El asalto a la razón - La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler; Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1976.

[2] Ibíd., p. 129.

lunes, septiembre 28, 2009

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 4

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 13 DE DICIEMBRE DE 2013



2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


La segunda parte de la crítica de Lukács lleva por título «La filosofía posterior de Schelling». Si en la parte precedente Lukács trata reiteradamente de convencernos de la existencia de un vacilante o tornasoleado idealismo objetivo en el joven Schelling, acá en esta segunda parte su propósito es convencernos de que aquella oscilación juvenil entre el idealismo y el objetivismo, entre la intuición y la razón, se vuelve finalmente, en el viejo Schelling, un puro idealismo que lo empuja a abrazar una filosofía irracional y una política conservadora erigidas ambas a favor de la reacción monárquica y en contra del hegelianismo de la época. Son tres los aspectos que Lukács aborda para llevar a cabo su tarea propuesta:

  • la crítica que Carl August Eschenmayer, a la edad de 35 años, dirige a Schelling en su libro La filosofía y su tránsito a la no-filosofía, publicado en 1803 ;
  • «los problemas de fondo» del libro Filosofía y religión, que Schelling escribe en 1804 a la edad de 29 años; y
  • las ideas que pertenecerían al Schelling «de la última época».

Veamos la argumentación central de cada uno de dichos aspectos:

EL PRIMERO. Para establecer de paso la supuesta debilidad de carácter o la inconsciencia de Schelling en su estudio de la filosofía, Lukács aduce que aquél escribiría su Filosofía y religión solamente para responder a Eschenmayer, pues éste habría evidenciado en su mencionada crítica la tendencia real del pensamiento schellingiano hacia la religión, hacia lo irracional. Además, la respuesta de Schelling a Eschenmayer sólo habría sido, según Lukács, una vana «pirotecnia polémica» para no admitir la derrota. Como prueba de esto, nuestro autor nos da un par de citas del libro de Eschenmayer y los comentarios que le merecen.

Con este fin, hace la siguiente introducción: «Eschenmayer acepta íntegramente el esquema del conocimiento trazado por Schelling, el camino hacia la intuición intelectual, como resultado de la dialéctica de las determinaciones intelectivas. Sus dudas, sus reparos críticos, comienzan ahí donde aparece el campo de la realidad que ha de conquistarse por medio de la intuición intelectual. La dualidad de Schelling reside, como hemos visto, en que, de una parte, pretende “depurar” el “organon” de la filosofía de toda conceptualidad, de todo rastro de reflexión, de entendimiento, mientras que, de otra parte, trata de estatuir este campo como un campo del conocimiento. Eschenmayer lleva consecuentemente hasta el final, con simplista radicalismo, el método de Hegel»[1]. Lukács nos hace ver con estas palabras que se limitará a aplicar aquí el mismo esquema prefabricado de la primera parte, esto es, que solamente buscará la interpretación de los hechos que coincida con su tesis, porque se trata de demostrarla, no de ponerla en entredicho. Lukács da la impresión de estar absolutamente seguro de su posición filosófico-política, de que él y la ortodoxia marxista tienen razón, que por eso mismo no hace falta poner a prueba los fundamentos. ¿No es ésta una actitud poco racionalista? Lo único que puede justificar a Lukács es que reaccionaba al genocidio cometido durante la Segunda Guerra Mundial; había que probar que el irracionalismo no era propio del ser humano, sino producto ideológico de específicas condiciones sociales.

Esta introducción de Lukács, entonces, nos presenta lo que él llama «el esquema del conocimiento trazado por Schelling» que se funda en prejuicios que nunca son reconocidos como tales; es decir, nos presenta un «esquema» que se basa en la visión distorsionada de lo que sería el pensamiento schellingiano, pero no en el estudio concienzudo de éste. En realidad, el estudio del arte primero y de la religión después, concebidos el uno y la otra como el «organon» de la filosofía, le permite a Schelling reforzar su idea de que existe en el hombre una intuición que nace y retorna al mismo origen, sin que su objeto sea del mundo físico. Recordemos que Schelling cree en una intuición no determinada por la oposición sujeto-objeto, una intuición que trasciende la dialéctica de la naturaleza. Es ésta una intuición que pertenece a la conciencia originaria y vuelve a ella en un acto de identificación. Recordemos también que en el pensamiento de Schelling la conciencia superior no se deriva jamás de la dialéctica de los opuestos, o dejaría de ser lo absoluto, lo indeterminado. Para Schelling la realidad no es la individualidad de las cosas naturales, sino el ser y la existencia de esa conciencia superior, de esa unidad que es el verdadero origen. ¿Por qué ni Lukács ni Eschenmayer entienden esto? La explicación sin duda tiene que ver con el hecho de que ninguno de los dos acepta la posibilidad de que puedan coexistir dos puntos de vista antagónicos en sus principios: para uno, o se cree o se reflexiona; y, para el otro, es la dialéctica la que hace imposible tal coexistencia.

Luego de la introducción mencionada de Lukács viene la primera cita y el respectivo comentario:

«Hasta donde llega el conocimiento —dice Eschenmayer— llega también, por tanto, la especulación, y el conocimiento sólo acaba en lo absoluto, allí donde se identifica con lo conocido, y éste es también, al mismo tiempo, el punto en que culmina la especulación. Por consiguiente lo que cae más allá de este punto no puede ser ya un conocimiento, sino una intuición o una plegaria. Lo que se halla por encima de todas las representaciones, de todos los conceptos, de todas las ideas, más allá de toda especulación, es precisamente lo que retiene la plegaria, a saber, la divinidad, y esta potencia es lo santo, que se halla infinitamente por encima de lo eterno»[2].

A lo que Lukács agrega inmediatamente: «Por muy primitivo que sea el razonamiento de Eschenmayer, no cabe duda de que saca todas las consecuencias contenidas en la extraconceptualización de la especulación schellingiana: si la especulación, la dialéctica, no es otra cosa que el preludio, el punto de partida para la intuición intelectual y se acaba en ella, es evidente que el conocimiento se cancela aquí a sí mismo, se quita de en medio, para pasar al reino del más allá, de la fe, de la plegaria, de la oración: la filosofía sólo es, por tanto, el tránsito a la “no-filosofía”. Y con ello se rompen todos los enlaces de la especulación con los sistemas inmanentes del universo del tipo de Giordano Bruno o de Spinoza: la intuición intelectual deja de ser el modo de conocer del más acá —por muy mistificado que se presente—, para convertirse en un salto hacia el más allá»[3].

En efecto, si la dialéctica fuera el punto de partida de la intuición intelectual tanto Eschenmayer como Lukács tendrían razón, pero en el «esquema» de Schelling no es así. Aquéllos se mueven en la multiplicidad, Schelling por el contrario se mueve en la unidad, en la conciencia originaria, en lo absoluto. Aquéllos oponen el objeto al sujeto y derivan el conocimiento de tal oposición dialéctica, Schelling en cambio se remonta por encima de los opuestos para vislumbrar el único conocimiento posible, el de la identidad, el del fundamento primigenio: el del acto de absoluta libertad, como escribe en 1800 y repite en 1809. Para Schelling las contradicciones dialécticas desaparecen cuando nos centramos en la unidad.

Lukács es incapaz de separar, o se niega a separar, el pensamiento de Schelling de los prejuicios con los que lo estudia. Procede de la siguiente manera: en primer lugar, fija en el tiempo y el espacio un punto de referencia, que es la supuesta cita histórica con el método dialéctico, la cual desde luego habría cumplido Hegel, pero Schelling no; después, ciñe a este punto de referencia el esquema prefabricado, que sustituye al pensamiento de Schelling y que lo estigmatiza como enemigo del progreso y como un irracionalista; y, por último, pone esta construcción sesgada como la conclusión que deseaba establecer. En otras palabras, al no ver la obra schellingiana como un todo esencialmente coherente, sino como una contradicción entre el supuesto período del idealismo objetivo y el período «reaccionario» o «irracional», estudia cada etapa de manera aislada y necesariamente supeditada a una referencia externa, la de la dialéctica hegeliana.

La segunda cita de Eschenmayer dice:

«Si es verdad que todas las antítesis de la esfera del conocimiento se superan en la identidad absoluta, no es menos cierto que no cabe sobreponerse a la antítesis fundamental entre el más acá y el más allá... El más acá es la fuerza de atracción de la voluntad, encadenada en el conocimiento a lo finito... El más allá, por el contrario, encierra la libertad de todas las tendencias y la vida genial de la inmortalidad».

Lukács toma como un acierto esta torpe reflexión sobre las ideas de Schelling y comenta satisfecho: «No importa que el discípulo se esfuerce por retener la terminología filosófica de la primera época del maestro: el criterio formulado aquí por él es el de la capitulación incondicional del pensamiento ante la religión». Luego, dos párrafos abajo, añade: «Aunque [Schelling] asegure una y otra vez que se limita a defender contra falsas interpretaciones sus puntos de vista anteriores, lo cierto es que, en los problemas esenciales de la filosofía, adopta posiciones nuevas o cambia el acento y el sentido de las cosas de tal modo, que desaparece en él la tornasoleada dualidad de su filosofía juvenil de la naturaleza y el idealismo objetivo contenida en ella, para dejar paso al repliegue sobre la filosofía reaccionaria franca y abierta de la Restauración»[4]. La primera observación que se le puede hacer al pasaje de Eschenmayer es que éste concibe la realidad como un lugar, un «más acá». En cambio, para Schelling la realidad es la existencia misma y es, además, un acto positivo y eterno, o, si se quiere, un proceso infinito en el que la conciencia se objetiva, se vuelve conciencia de sí misma. Nada se opone a la conciencia excepto ella misma. Otra observación es que Eschenmayer no cumple con la condición de Schelling de que ha de emplearse una intuición intelectual que no tenga por objeto lo sensible, lo empírico o determinado. De hecho, Eschenmayer renuncia a cumplir con dicha condición adoptando un punto de vista más kantiano que hegeliano, pues argumenta que es imposible alcanzar mediante el conocimiento el «más allá», la cosa en sí de la naturaleza, a la divinidad misma. Por su parte, Lukács vuelve a bosquejar su esquema prefabricado: la primera época de Schelling es el titubeante idealismo objetivo; la segunda, en cambio, es la entrega plena al irracionalismo. Se entiende que, en opinión de Lukács, esta serie de repeticiones esquemáticas probaría que su tesis es correcta. Pero en realidad sólo demuestra que no está dispuesto a cuestionar, a criticar seriamente, su propio punto de partida: la ortodoxia marxista-leninista. En cuanto al decir de Lukács de que Schelling «adopta posiciones nuevas o cambia de acento», ya hemos señalado que el llamado idealismo objetivo de Schelling es más bien un equívoco atribuible por lo menos en parte a Hegel y que en la obra schellingiana hay, por lo contrario, una continuidad esencial desde 1795 hasta 1809, si no es que también hasta 1850.


..................


EL SEGUNDO. Para «examinar los problemas de fondo más importantes que Schelling estudia en su obra Filosofía y religión», Lukács comienza con la siguiente cita: «De aquí también —dice Schelling— que el propósito de la filosofía, en lo tocante al hombre, no consista tanto en darle algo como apartarle con la mayor pureza posible de todos los elementos fortuitos de que le rodean el cuerpo, el mundo de los fenómenos y la vida de los sentidos. Para hacerlo remontarse de nuevo a lo originario. Y de aquí, asimismo, que toda inducción a la filosofía, anterior a aquel conocimiento, sólo pueda ser negativa, en cuanto que pone de manifiesto la nulidad de todas las antítesis finitas, llevando al alma, indirectamente, a la intuición de lo infinito. Y, entonces, al llegar a ésta, ella misma se encarga de abandonar aquellas andaderas de la descripción puramente negativa de lo absoluto, desprendiéndose de ellas tan pronto como ya no las necesita».

Convencido de estar en el bando moral y filosóficamente correcto, Lukács comenta: «Cualquiera puede ver hasta qué punto esta concepción del conocimiento —a pesar de la peculiaridad, ya más arriba analizada, de la dialéctica schellingiana, de su desviación hacia lo irracional en el punto decisivo— se aleja de la de su período juvenil y cuán cerca se halla ya del desdoblamiento preconizado por su discípulo Eschenmayer entre filosofía y no-filosofía, y cómo aquí se emplea, incluso, el término de lo negativo para designar la fase inferior del conocimiento»[5].

Cualquiera que acepte sin cuestionar el esquema «idealismo objetivo-irracionalismo», verá siempre todo lo que sugiera Lukács, pero si dicho esquema se somete a una profunda crítica, la cosa cambia. Además, puede probarse con el estudio —sin consignas ni esquemas preconcebidos— de las obras de Schelling de 1795 a 1809, que éste buscaba desde su juventud en Tubinga el cómo lo absoluto, lo eterno e infinito había devenido en lo perecedero y lo finito, a través de una intuición que no estuviera sujeta al mundo sensible, que lo trascendiera; esa idea está claramente plasmada en El sistema del idealismo trascendental[6] de 1800. Es en esta misma obra donde Schelling aboga abiertamente por el derecho de la filosofía a trascender el estudio físico de la naturaleza; de ahí que busque en el arte esa intuición sin objeto sensible, esa revelación histórica de Dios, de la que ya había hecho mención Nicolás de Cusa.



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NOTAS:


[1] Lukács, Georg; El asalto a la razón – La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler; Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1976; p. 126.

[2] Op. cit. ; pp. 126-127.

[3] Op. cit. ; p. 127.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd. ; p. 129.

[6] Consúltese la obra en alemán en Zeno.org

viernes, agosto 28, 2009

Del diálogo consigo mismo

POR MARIO ROSALDO



No hace falta saber si nacemos con las ideas, si las aprendemos en el transcurso de nuestras vidas, o si suceden las dos cosas juntamente, para poder emprender un estudio de las ideas que caracterizan nuestro pensamiento. Se necesita más bien ganas de querer hacerlo y sobre todo mucha decisión para poner manos a la obra. Eso nos dice ya que lo práctico debe contrabalancear siempre lo teórico. Y la primera acción es fijar nuestro pensamiento de tal forma que podamos estudiarlo como cuando se estudia un modelo, esto es, a partir de su relación con la realidad. Hablar, escribir, dibujar o crear formas plásticas son los modos más a mano con los que contamos para llevar a cabo este trabajo de concreción o representación de nuestras ideas. Podemos combinar las diferentes opciones o elegir preferentemente una, o incluso buscar nuevas, lo importante es que estas acciones se traduzcan en hechos palpables que nosotros y los demás podamos someter a crítica. El papel de la crítica en el diálogo es de primer orden, pues si éste es la búsqueda del conocimiento a través de la palabra o de los conceptos, es decir, de las relaciones que éstos tienen con la realidad, aquélla es el discernimiento que nos permite establecer las diferencias, los contrastes o las contradicciones entre estas relaciones. El tipo de crítica que elijamos, si objetiva o subjetiva, dependerá de nuestra actitud ante la vida, de si nos interesa comprenderla científicamente o si, por el contrario, nos interesa su estudio metafísico. Para el primer caso, y este es el único caso que trataremos aquí, la crítica que debe interesarnos es aquella que separa lo real de lo ilusorio, pues queremos hallar el ser interior real que hay en nosotros, no sus aspectos aparentes o ficticios. En esta posición, se entiende que entrar en comunicación con uno mismo es precisamente entrar en contacto con lo tangible, lo concreto y real que somos en cuanto individuos miembros de una colectividad. La crítica objetiva no aspira a descubrir las «esencias» de las cosas ni a transformar la realidad con la supuesta magia definitoria de las palabras secretas o inéditas. Esta crítica, porque nace del trabajo práctico del hombre, sólo puede separar lo que es material y positivo de lo que no lo es. Cierto es que la crítica objetiva moderna reconoce la existencia histórica de una corriente de pensamiento irracional que se bate —no precisamente en retirada— frente al racionalismo y el empirismo liberales contemporáneos, pero aquélla no explica dicha existencia por las creencias irracionales mismas, sino por la vida material de la que han surgido.

viernes, julio 31, 2009

Dos monólogos no hacen un diálogo

POR MARIO ROSALDO




«… ¿quién llama conversación a dos monólogos?»[1]



Esta idea atribuida a Schiller nos sirve para introducir el tema de la supuesta necesidad de un diálogo y un debate crítico que disolverían nuestras divergencias en lo tocante al arte o la arquitectura en específico, y a la convivencia humana en general. Hablar de un diálogo «honesto» o un diálogo «profundo» no hace que el diálogo mismo sea garantía de nada. El diálogo no es un filtro que separa de antemano a los ortodoxos de los heterodoxos, o a los nihilistas de los eclécticos. El dialogo hay que construirlo gradualmente y cada vez que nos hace falta; no es un hecho acabado que permanece en pie después de su realización. Los famosos diálogos de Platón sirvieron por mucho tiempo de modelo filosófico y científico, y, aunque sigan siendo objeto de admiración y de estudio, su conservación por escrito ya no determina ni el método de indagación ni el concepto del conocimiento que tenemos hoy día. Y lo mismo sucede con todos aquellos métodos modernos donde el diálogo ocupa el lugar central, más que diálogos generadores de conocimiento objetivo son métodos que se ciñen a los propósitos específicos de la educación o la política: son instrumentos de control. Una vez que el método se convierte en una técnica omnímoda deja de ser esa posibilidad de expresión libre y espontánea que actualmente se busca con tanta insistencia. No es que no sea necesaria una técnica o un método para dialogar, sino que todo diálogo que se somete a una técnica que se presenta como el vehículo mesiánico de salvación se vuelve una verdadera manipulación, donde la «toma de conciencia» no es más que un lavado de cerebro. Es preferible que cada interlocutor tenga su propia técnica a que se vea obligado a aceptar una técnica supuestamente universal. No se puede invitar a un diálogo imponiendo de entrada condiciones y restricciones. No se puede exigir que todo diálogo sea siempre un ensayo contra el «dogmatismo»; estigmatizar con este calificativo a los defensores de las ideas opuestas a las nuestras es simplemente actuar por prejuicios. El diálogo no sólo sirve para intercambiar inocuamente ideas, sino también para deslindarse de los otros puntos de vista: para tomar partido a favor, o en contra, de una o varias tesis. En este sentido, el diálogo es un proceso a través del cual descubrimos las posiciones dogmáticas o conciliadoras, ortodoxas o heterodoxas, de nuestros interlocutores, y no sólo eso, también nuestras propias contradicciones o incongruencias. El diálogo es una buena oportunidad para reflexionar y confrontar ideas.

martes, junio 30, 2009

Crítica y Arquitectura Bibliografía

POR MARIO ROSALDO








Crítica y Arquitectura/Bibliografía
Mario Rosaldo
TEXTO ORIGINALMENTE PUBLICADO
EN EL DESAPARECIDO SITIO CRÍTICA Y ARQUITECTURA
http://www.geocities.com/bravenik/bibliografia-l.html
SE ACTUALIZÓ PERIÓDICAMENTE DESDE EL 2001 HASTA EL 2009.
FECHA DE LA ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 30/06/09





viernes, mayo 22, 2009

Crítica y arquitectura

POR MARIO ROSALDO



Dos artículos publicados en el sitio Crítica y Arquitectura, el primero de los cuales es la presentación del sitio, y el segundo una traducción de nuestro original en francés.



Crítica y Arquitectura
Por Mario Rosaldo
ENSAYO PUBLICADO ORIGINALMENTE
EN EL DESAPARECIDO SITIO CRÍTICA Y ARQUITECTURA
http://www.geocities.com/bravenik/notas.html
FECHA DE PUBLICACIÓN: el 3 de noviembre de 2001*



Ante la abundante bibliografía que podemos encontrar hoy día, nadie podría atreverse a restarle importancia al esfuerzo crítico que se ha llevado a cabo en torno de la arquitectura a lo largo de, por lo menos, los últimos treinta años. Sin embargo, y al parecer todavía por algún tiempo, seguirán habiendo los detractores de la crítica y de la teoría en la arquitectura, que aboguen obstinadamente por una práctica sin más, ya sea porque no han podido comprender las propuestas de la crítica, o porque dichas propuestas no han sido difundidas con suficiente claridad y consistencia.

Contra viento y marea, la actitud crítica ha ido surgiendo en la medida que la sociedad moderna se ha planteado nuevos desafíos en el camino de su continua transformación; un camino, huelga decir, que es muy accidentado y que no tiene previsión por más que se desee. Es una actitud que resulta de la experiencia colectiva, pero que no se da sin el poder de la reflexión y el compromiso ético individual; tampoco está exenta de contradicciones conceptuales y buenas intenciones que son fallidas. De hecho, parte sustancial del problema en la crítica de la teoría arquitectónica ha sido la extrema subjetividad teórica y la frecuente despreocupación metódica durante lo que debiera ser el trabajo de investigación y análisis.

¿Hacia una arquitectura crítica?

POR MARIO ROSALDO

Este documento nuestro fue originalmente publicado completo en el sitio Crítica y Arquitectura en octubre del 2005. Es el bosquejo de una inquietud que halla desde luego eco en muchos arquitectos jóvenes y viejos, no se diga en los estudiantes de la carrera de arquitectura, de quienes hemos recibido algunos comentarios espontáneos y amigables.






ACTUALIZACIÓN: 30 DE ENERO DE 2014


¿HACIA UNA ARQUITECTURA CRÍTICA?
Mario Rosaldo

Fragmento



Durante este último tercio del siglo XX y los años que van del siglo XXI, se ha estudiado con cierto interés general por parte de los arquitectos, los historiadores, los filósofos, y los literatos, el desarrollo de la crítica arquitectónica elaborada por los propios arquitectos, quienes desde fines del siglo XIX —al inicio del movimiento moderno— han tomado la palestra para decir sus ideas y hasta plantear sus propias visiones respecto a la arquitectura, la cultura, y la sociedad. Sin embargo, la novedad no ha sido este hecho en sí mismo, el que los arquitectos participen activamente en la elaboración de la teoría y la crítica arquitectónica, pues en siglos anteriores ya habían escrito tratados, teorías y críticas que la historia del arte y de la arquitectura ha podido valorar prolijamente y sobre los que, además, ha constituido su crítica. Lo nuevo ha sido, más bien, la asociación que los arquitectos modernos han hecho de la teoría arquitectónica con la crítica política, y el papel protagónico que se han atribuido en el proceso de revolución social. Ciertamente las contribuciones del criticismo kantiano, las corrientes políticas revolucionarias, burguesas o socialistas, y el proceso de institucionalización de la ciencia fueron decisivos para que la crítica arquitectónica moderna llegara a plantearse el problema de la crisis social y la transformación revolucionaria, ya como un sincero compromiso ético, ya como una complicada disquisición estética, o para ufanamente enarbolar la arquitectura como símbolo del ansiado cambio. No obstante este clima revolucionario de los siglos XVII y XVIII, y de la primera mitad del siglo XIX[1], los textos de verdadera crítica social no aparecen entre los arquitectos modernos, sino hasta William Morris[2] y Adolf Loos, e incluso, más tarde, Hannes Meyer[3]. Es sólo a partir de ellos, y de la formación de las vanguardias, que esta preocupación por la superación de la crisis social queda finalmente integrada al debate arquitectónico como tema cardinal.

miércoles, abril 15, 2009

Las posibilidades de la crítica frente al discurso dominante

POR MARIO ROSALDO



Hablábamos en el artículo pasado de esa reconstrucción retrospectiva, que podemos hacer de nuestra trayectoria crítica, siguiendo los rastros que hemos dejado en el camino de nuestra búsqueda. Hablábamos también de que este trabajo nos lleva justo al momento en que tiene lugar nuestra primera reflexión sobre la realidad, allá en nuestra infancia; reflexión que no se da nunca fuera del discurso dominante, fuera de las representaciones legales y morales del Estado y la religión, pero que le opone un punto de vista propio, aun cuando al principio sea fragmentario o precario. Ahora bien, este aparente estar dentro y fuera al mismo tiempo de la "realidad" que nos impone el discurso oficial parece suceder solamente entre quienes su actividad, o accionar, les permite fijar sus sentidos en la forma de los objetos mismos y no tanto en las palabras que los definen o sustituyen. Pero no es así, esta posición ambivalente también la comparten los niños y los adolescentes que prestan mucha más atención al discurso: algunos aprenden a simular una adaptación inmediata a esa realidad discursiva, precisamente porque han descubierto en las etapas tempranas que muchas palabras, si no es que todas, son meras abstracciones que no coinciden, ni de lejos, con la naturaleza y la sociedad que dicen referir; otros aprenden a rebelarse o a sacar provecho de la situación y surgen entre ellos las tendencias escépticas, anarquistas y oportunistas.

viernes, marzo 20, 2009

El discurso dominante y las migas de pan en el camino

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 13 DE DICIEMBRE DE 2013



Para muchos resulta absurdo el empeñarse en una actitud crítica ante la vida; en su opinión, no hay nada mejor que tomar las cosas como vengan, pues es inútil siquiera pensar que pueda cambiarse la realidad. Pero hay personas que tienen un punto de vista completamente contrario. Es decir, estas personas están convencidas de que la realidad no existe de por sí, sino más bien gracias a la participación propositiva del individuo; es éste quien la construye con su diaria actividad física y mental. Puestos ante esta crítica, los primeros argumentan que cada quien es libre de pensar como mejor le parezca, pero que la realidad termina siempre por imponerse y, por tanto, no queda más que adaptarse a ella. A este grupo pertenecen aquellos que han difundido la idea del pluralismo en cuanto una relación equilibrada de fuerzas del pensamiento: en este tipo de debate pluralista todos tienen derecho a opinar con tal de que no aspiren a ser mejores que los otros, con tal de que no insistan en tener la razón exclusiva respecto a la realidad, con tal de que no rompan el orden impuesto por el liberalismo y el socialismo reformistas (supuestas no-ideologías). De esta forma, el pluralismo oficial aniquila en el discurso las contradicciones y abre ilusoriamente un presente y un futuro de tolerancia; pero en los hechos todo sigue igual: esta clase de pluralismo no alcanza para dar entrada a la crítica radical, que no se contenta con las soluciones aparentes, que insiste en la transformación efectiva de dicha realidad. De ahí que los segundos denuncien este pluralismo como una cortina de humo que oculta la verdad, esto es, que la sociedad contemporánea sigue construyéndose sobre las contradicciones de clases y, por tanto, sobre las contradicciones de los pensamientos de izquierda y derecha: que el pluralismo no puede fundarse con la exclusión de los radicales, ni siquiera bajo el pretexto de tolerar solamente el punto de vista racional, empírico o científico, ya que este enfoque es cuestionable especialmente entre quienes se han autoproclamado pluralistas.

martes, enero 06, 2009

A propósito de la objetividad y la subjetividad en la crítica*

POR MARIO ROSALDO



A menudo damos por hecho que, antes de iniciar un estudio serio de arquitectura, debe darse una definición completa o clara de su concepto. Karl Popper estableció que esto era más bien trabajo de metafísicos que de científicos. Sin embargo, las definiciones son útiles en todos los campos de la ciencia y el arte, y esto es algo que nadie puede negar. La clave es no olvidar que los conceptos forman parte de las teorías; un concepto siempre pertenece a un marco teórico. Es decir, cuando elegimos un concepto de arquitectura establecido por uno de los arquitectos reconocidos, también elegimos la filosofía o la hipótesis en la que se funda. El caso no es diferente cuando creemos que acabamos de dar una definición propia; por lo común olvidamos que vivimos en una sociedad que continuamente nos educa con conceptos religiosos, filosóficos o científicos; incluso las meras relaciones amistosas estimulan el intercambio de ideas. Por supuesto que es correcto decir que tenemos ideas o conceptos propios ya que nuestra contribución social consiste más que nada en darle variedad al punto de vista desde el cual se perciben los objetos. El problema surge cuando intentamos establecer nuestros conceptos como la mejor percepción de la realidad.

martes, diciembre 09, 2008

Utopía, resistencia y ecología

POR MARIO ROSALDO



El arquitecto Alfonso González Martínez (México, DF, 1946) inicia en 1972 una trayectoria de difusor y defensor de una cultura ecológica, con la cual la sociedad del hombre pueda aprender a respetar y proteger la naturaleza, como antiguamente hacían, por ejemplo, algunas tribus indoamericanas. Desde esos primeros años de los setenta, González Martínez aprende que no puede haber un cambio en el orden urbano, en el mundo de la planeación física, si no hay de por medio un cambio más profundo que lo sustente, que sea el verdadero compromiso de cada uno de nosotros con nuestra propia vida y con las relaciones que esta vida nuestra mantiene con el mundo y el cosmos, aun cuando no seamos conscientes de dichas relaciones suprasensibles. González Martínez ha hecho de la utopía su forma de vida, lo mismo viviendo en copropiedad durante casi treinta años que apoyando acciones autogestionarias, o de resistencia a lo que en un principio llamó la cultura del ecocidio. Ha remado contra la corriente y parece haberse salido con la suya.

jueves, diciembre 04, 2008

Un vistazo a la situación actual de la antropología

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 14 DE DICIEMBRE DE 2013



Siguiendo con la idea de presentarles algunos aspectos de nuestros escritos, a continuación exponemos un fragmento de nuestra crítica al libro Cultura y verdad[1] del etnógrafo Renato Rosaldo. Aunque leímos por primera vez el mencionado libro en 1992, fue sólo hasta que tuvimos necesidad de ubicarnos en el presente de la antropología que pusimos las ideas por escrito. Esta crítica forma parte, pues, de un primer estudio que sobre la situación actual de esta disciplina hicimos de enero a marzo del 2007. Esperemos sea de su interés.

viernes, noviembre 28, 2008

El fin de la utopía en la segunda mitad del Siglo XX

POR MARIO ROSALDO



Este breve texto es un comentario que hoy hemos publicado originalmente en el blog La vida es dura... y luego te mueres. Creemos que puede ser de interés para los lectores de Ideas Arquitecturadas, de ahí que lo demos a conocer aquí.


Pues será la tendencia al mesianismo, lo que hace pensar a muchos que una sola persona, o un solo partido, puede hacer tal cambio. Siendo esquemáticos, los resultados de las pasadas elecciones presidenciales de México apostaron en contra del caudillismo y, luego, a favor, del liberalismo. El caso de Obama podría verse de semejante manera, esto es, como la apuesta por un liberalismo más humanizado. Pero nada de esto significa, en ninguno de los dos casos, que el cambio esperado vaya más allá de la superficie, de la forma o la mera apariencia, pues en primer lugar nada garantiza que los procesos iniciados de transformación económica vayan a ser continuos y cada vez más radicales. Lo que la gente espera en realidad es una solución a corto plazo: salir de sus apuros económicos. Lo demás, a ver cuándo podrá ser.

sábado, noviembre 22, 2008

Circunstancias y conformismo

POR MARIO ROSALDO



El estudio de los movimientos artísticos, y de todo movimiento práctico e intelectual que se lleve a cabo en el seno de nuestra sociedad, exige la delimitación de sus alcances y sus influencias, no basta elegir arbitrariamente un segmento de la historia, sin una relación directa con el pasado que la determina o condiciona, y con el presente que la estudia mediante conceptos y teorías que si no le son ajenos, ya tampoco le pertenecen. Por esta razón se hace indispensable un estudio que por lo menos intente explicar cómo se desarrolla esta compenetración entre pasado y presente, cómo se vuelve una relación recíproca, dialéctica. El siguiente fragmento se basa en parte del estudio que hemos hecho durante este año [2008] siguiendo el objetivo mencionado; aquí separamos lo que en nuestro concepto es, o debería ser, la actitud crítica de la simple simbolización y deformación de ésta.

viernes, junio 27, 2008

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 3

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 13 DE DICIEMBRE DE 2013



2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


La primera parte de esta crítica se titula «La intuición intelectual de Schelling, como primera manifestación del irracionalismo». Por lo tanto, para demostrar lo que nos anuncia, Lukács procede a definir la intuición intelectual del filósofo alemán, pero lo hace de una manera muy particular: no sigue el discurso de Schelling para dejar en claro qué es lo que éste piensa, sino que, de entrada, sujeta la expresión de «intuición intelectual» a un esquema preconcebido, precisamente a la tesis que trata de demostrar. Esto es, desarticula el discurso del filósofo para probar que las ideas de un precario idealismo objetivo no coinciden en absoluto con la estructura del ortodoxo modelo marxista-leninista, del cual él, Lukács, es uno de sus teóricos más polémicos. Así, en vez de una crítica imparcial u objetiva tenemos un reclamo y hasta una acusación de deslealtad.

Lukács remacha sobre el supuesto antagonismo que Schelling establece entre la intuición y la razón, únicamente para poner de relieve que desde el inicio el joven filósofo alemán renunciaba a cumplir la tarea que el luminoso destino le había confiado, ser el campeón de la dialéctica. Para corroborar esta percepción suya, Lukács ofrece algunas citas de Schelling donde éste distingue entre el conocimiento sensible y el intuitivo, de la misma manera en que distingue entre el conocimiento de la naturaleza y el conocimiento de lo absoluto, o entre las cosas de la naturaleza y la autoconciencia.

Veamos el primer ejemplo de este razonamiento. Lukács cita a Schelling:

«Este saber debe ser un saber absolutamente libre, precisamente porque cualquier otro saber es no libre, es decir, un saber al que no se llega por ninguna clase de pruebas, deducciones ni mediaciones de conceptos en general; dicho en otros términos y de un modo general, una intuición…»[1].

Y luego comenta con aire triunfal:

«Vemos aquí con la claridad de un ejemplo de cátedra, cómo el irracionalismo brota de la evasión filosófica ante un problema dialéctico claramente planteado por la época…»[2].

Lukács insiste líneas abajo en la supuesta evasión:

«[Schelling] se remontó, aunque de un modo vacilante y sin plena conciencia filosófica de lo que hacía, por sobre el subjetivismo filosófico de Kant y de Fichte; llegó a situarse, por lo menos vislumbrándolo en sus rasgos abstractos más generales, en el punto de vista de la dialéctica objetiva… Pero luego, el pensador huye y retrocede para refugiarse en el irracionalismo, haciéndolo cierto es, con la misma falta de clara conciencia con que antes se había sobrepuesto al subjetivismo de la “teoría de la ciencia”»[3].

Cabe señalar que ninguna de las citas presentadas por Lukács en este apartado, ni en el siguiente, prueba el supuesto idealismo objetivo de Schelling. Todo se funda en la idea de que nuestro joven filósofo había superado el subjetivismo fichteano, y en el decir de Marx de que habría que creer en «el sincero pensamiento juvenil de Schelling».

Es cierto que, de 1795 a 1800, Schelling discute abundantemente en sus libros sobre el problema de la objetividad, pero en ningún momento es para adoptar el punto de vista de la física. La superación del subjetivismo de Fichte es al mismo tiempo la superación del objetivismo, de la oposición sujeto-objeto, de la contradicción del Yo y el no-yo, pues Schelling no acepta bajo ninguna circunstancia que el principio superior o lo absoluto pueda estar condicionado por opuesto alguno: el Yo absoluto sólo puede ser un Yo incondicionado, un Yo absolutamente libre. Schelling intentará explicar cómo ha sido posible que de ese principio superior, infinito y eterno, surgiera lo finito y perecedero. Su respuesta le llevará al instante en que la conciencia se vuelve conciencia de sí misma, objeto de sí misma o autoconciencia. Y esta búsqueda de la objetivación de la conciencia, de la conversión de la unidad en multiplicidad, será lo que Lukács —y acaso también Marx y Engels— tomará por una dialéctica idealista-objetiva. Nada más alejado de la tesis schellingiana, pues ésta nunca identifica la autoconciencia y su objetivación con la dialéctica sujeto-objeto del mundo físico. Cuando habla del Yo empírico y la libertad empírica, siempre lo hace en relación a lo finito que ha sido engendrado por lo infinito y eterno, por lo absoluto o Dios:

«El Yo empírico existe solamente con y a través de los objetos. Pero los objetos solos nunca engendrarán un Yo. Que el yo empírico sea empírico lo debe a los objetos, que el Yo sea en general debe agradecerlo solamente a una causalidad superior»[4].

Schelling concibe, pues, lo absoluto como la unidad originadora de la contradicción, pero no como la contradicción misma. Es, por tanto, un error de interpretación, por lo menos de Lukács.

Como adelanto de su crítica al viejo Schelling, Lukács enlaza las siguientes dos citas del filósofo alemán y concluye tajantemente:

«Su polémica contra la filosofía intelectiva de la Ilustración es abiertamente antidemocrática, va claramente dirigida contra esta filosofía en cuanto precursora de la revolución. “El erigir a la inteligencia en árbitro de la razón conduce necesariamente a la oclocracia en el campo de las ciencias y, con ella, tarde o temprano, a la rebelión general de la plebe.” La filosofía debe levantar su veto aristocrático contra este peligro. “Si algo puede oponer un dique al río que amenaza desbordarse y que confunde cada vez más visiblemente lo más alto con lo más bajo, desde que también la plebe comienza a escribir y se arroga el derecho a figurar en el rango de los enjuiciadores, es la filosofía, que tiene por divisa natural la frase del clásico: Odi profanum vulgus et arceo.” Los fundamentos de este sesgo absolutamente reaccionario se encuentran ya, por tanto, en el joven Schelling»[5].

Lukács tiene razón en interpretar la primera cita como una polémica contra la Ilustración, pero se equivoca cuando la tacha de polémica abiertamente antidemocrática, pues el concepto de oclocracia nos remite igualmente al período de inestabilidad y terror de la Revolución francesa, que nada tuvo de democrático, y que era el precedente en el que podía pensar Schelling en 1803, año de las citas comentadas por Lukács Además, frente a la violencia de la revuelta popular, Schelling defiende su ideal de la revolución espiritual pacífica. Es en este sentido que distingue entre el filósofo guía y el gobierno de la plebe.

Pero dejemos que él mismo nos explique sus ideas:

«El dominio de la ciencia no es una democracia ni mucho menos una oclocracia, sino una aristocracia en el sentido más noble. Deben regir los mejores. Asimismo, deben permanecer totalmente pasivos los meramente incapaces, a los que cualquier tradición recomienda, los simples charlatanes que se abren paso, que deshonran la profesión de la ciencia a través de los pobres métodos industriales...»[6].

Es decir, no habla de la plebe en el mundo real empírico, sino en el estricto dominio de la ciencia, de la filosofía. No habla de la vía revolucionaria al socialismo, sino de una tercera vía que habría de ser conciliadora y pacífica, y que llevaría de la confusión a la unidad, al espíritu. Volveremos sobre esto en nuestras conclusiones.

La segunda cita se entiende mejor en su contexto:

«La situación del Estado es un símil de la situación del imperio de las ideas. En éste lo absoluto es como el poder derramado ante todos, el monarca, las ideas son —no la nobleza ni el pueblo, porque éstos son el concepto que solamente tiene realidad mutua en la contradicción—, sino los hombres libres: las cosas reales y aisladas son los esclavos y los siervos. Hay una gradación semejante en las ciencias. La filosofía vive sólo en las ideas, y el trabajo de las cosas reales y aisladas lo deja a la física, la astronomía, etc. Éstas de por sí son ya meras ideas exageradas, y, ¿quién cree en la humanidad y en esta ilustración de los tiempos, incluso en las altas esferas del Estado? Si hay alguna cosa que pueda oponer un dique a la corriente invasora, que visiblemente mezcla lo superior y lo inferior, desde que la plebe empieza a escribir y cada plebeyo se eleva a la categoría del que juzga, esa es la filosofía, cuya divisa natural es la expresión: Odi profanum vulgus et arceo»[7].

Ciertamente este pensamiento no corresponde a un hombre de la Ilustración, pero tampoco corresponde a un reaccionario político proclive a la monarquía como un Schopenhauer. La realidad que tiene frente a sí Schelling es la de la contradicción social o natural que hay que superar, y esto en su opinión sólo puede hacerse volviendo al fundamento espiritual de nuestras raíces. Este es el pensamiento de un hombre que ve que la vida material, la vida empírica, empuja cada vez más al olvido a la vida espiritual, que es la mayor conquista. Schelling actúa como un Montaigne o como un Bruno, que se niega a someterse al dogmatismo y el determinismo de su época y halla la posibilidad de superar las contradicciones en el retorno a la unidad, al fundamento primigenio. La gradación de lo inferior a lo superior es el paso de lo vegetativo a lo sensible, de este grado a lo racional, y finalmente de lo racional a lo espiritual. No hay oposición a lo racional, simplemente se le ve como un nivel por el que hay que pasar para desprenderse de la contradicción del mundo sensible o físico. Así pues, esta aspiración filosófica de una vía mística y conciliadora ya está en el joven Schelling de 1795-1800, no se origina —como sostiene equivocadamente Lukács— por influencia de sus amistades reaccionarias, ni en el período de la Restauración que comienza en 1815.



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NOTAS:


[1] Lukács, Georg; El asalto a la razón – La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler; Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1976; p. 117. Subrayado original.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph von; Vom Ich als Prinzip der Philosophie oder über das Unbedingte im menschlichen Wissen [1795]; Stuttgart (Cotta) 1856-1861; p. 88. Traducción nuestra.

[5] Lukács, Georg, op. cit.; p. 121. Subrayado original.

[6] Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph von; Vorlesungen über die Methode des akademischen Studiums [1803]; Stuttgart (Cotta) 1856-1861; p. 567. Traducción nuestra.

[7] Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph von; op. cit.; pp. 590-591. Traducción nuestra. Subrayado original. En cuanto a la frase «Odi profanum vulgus et arceo», ésta pertenece a Horacio; es el título de su Oda I en Carmina, libro III. Puede traducirse como «odio al vulgo ignorante y me aparto de él», se deduce que se refiere a quienes no saben apreciar la belleza de la poesía.