miércoles, junio 01, 2016

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 10

POR MARIO ROSALDO


2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


«Y —agrega Lukács—, desde este punto de vista y en un sentido social, conviene tener en cuenta lo siguiente»[1]. Es interesante el tono sugerente adoptado aquí por Lukács, porque lo que viene a continuación no expresa tanto una sugerencia como el convencimiento de que su «consideración intermedia» es interiormente congruente. Sosteniendo que lo importante en un individuo y una clase son las «necesidades ideológicas» que el uno y la otra satisfacen con sus actuaciones, Lukács se propone presentar en unas nueve páginas los aspectos ideológico-sociales de su esbozo histórico. De acuerdo a su tesis, tales aspectos habrían determinado el comportamiento de clase y filosófico —consciente o inconsciente— de Schelling, durante lo que el propio Lukács alega habría sido un enfrentamiento de aquél contra Hegel y el hegelianismo promovido por la reacción restauracionista. Ya ha dicho Lukács en la Introducción del libro que presta mucho más atención al movimiento general o esencial de la historia que a las particularidades del mismo; aquí corroboramos su preferencia por la generalización. Estas páginas son el final de la «consideración intermedia» que da paso a su discusión acerca del «último Schelling»; en ellas se observa en efecto un mayor interés de Lukács por la estructura categorial general simplificadora del movimiento dialéctico de la historia, o la lucha de clases, que por ésta en cuanto conflicto material erizado de sinnúmero de contradictorios detalles. No podemos decir que el pasaje es una presentación de pruebas documentales porque apenas se detiene a insinuar generalidades de los personajes o tipos elegidos para representar en el campo del pensamiento poético-literario los efectos de las luchas sociales. El propio Lukács ve los testimonios de Marx y Engels como opciones esclarecedoras al desvaído contraste que nos ofrece entre Novalis y Heine, a quien identifica con Balzac. De manera implícita, niega todo sustento racional a la petición romántica de volver a la Edad Media, a una época de la historia cuando lo espiritual parecía imponerse a lo material, puesto que en 1789 —desde el punto de vista lukacsiano— era «objetivamente imposible el retorno a lo viejo»: el «feudalismo» ya no era «auténtico», en cambio «el desarrollo de los elementos capitalistas» era «continuo». Considerando a Novalis como quien expresaba «con tanta claridad» la ideología de la Restauración, lo asocia con la Santa Alianza, que se esforzaba inútilmente «por restaurar o mantener en pie las condiciones políticas anteriores a la revolución»[2], pues la marcha del «proceso del capitalismo en Europa» era «incontenible». Lukács tiene la impresión de que en esos años la liquidación de «las supervivencias feudales» era tan obvia en casi toda Europa que sólo por una necesidad ideológica se explicaría la huida del poeta romántico al pasado o el empeño del monarca y el aristócrata por volver a la situación anterior al liberalismo de la Revolución Francesa y Napoleón Bonaparte[3]. Este mismo cambio impulsado por el «incontenible» desarrollo capitalista y las contradicciones en la concepción de la realidad que aquél suscita, asegura Lukács, afectaban por igual a Alemania[4]. Si bien, por la mayor lentitud que ese desarrollo tenía ahí, el pensamiento restauracionista habría encontrado mayor libertad para manifestarse en «figuras de reaccionarios mezquinos y fanáticos o de aventureros venales e inconscientes como Görres y Adam Müller». Las figuras «típicas son, sin embargo, aquellas que tratan de compaginar la ideología de la Restauración con las nuevas tendencias de la ciencia y la filosofía, esforzándose por cambiar el sentido de éstas de tal modo, que en ellas encaje la concepción oficial del mundo, la ideología reaccionario-clerical». Lukács está convencido de que esta tentativa ya se acusa en la por él llamada demagogia de Schelling. No obstante, sostiene: «en este punto, la figura más importante de la filosofía alemana de este período es Franz von Baader»[5]. Adelantándose a cualquier pregunta acerca de cómo determina la importancia histórico-filosófica de Baader, Lukács explica que: «Lo que da relieve, sobre todo, a esta figura, desde nuestro punto de vista, es el hecho de que desenmascare la dualidad del idealismo objetivo en lo tocante a la religión, de que saque a la luz por doquier las tendencias de ateísmo latentes en esta filosofía; es decir, formas de denuncia como las que hemos podido percibir ya en un Jacobi»[6]. Para aclarar cualquier duda, agrega: «Baader … ofrece siempre … una religiosidad concreta: la esencia de su filosofía consiste, como ya hemos apuntado, en agrupar los resultados de la trayectoria que va desde Kant a Hegel de tal modo que resulten eliminados sus elementos ateos y revolucionarios, aderezando así una filosofía aceptable por igual para las gentes cultas y los reaccionarios ortodoxos»[7]. Lukács encuentra que Baader coincide con el punto de vista clasista porque éste abiertamente toma partido contra el pensamiento dualista que separa y aísla materia y espíritu, naturaleza y conciencia, porque su solución no va por el camino de la dialéctica, sino por el de la Emancipación o la Redención, lo cual para Lukács es un signo evidente de la lucha entre la Ciencia y la Religión, entre la Revolución y la Restauración, entre la continua transformación social y la eterna permanencia del viejo orden de cosas. En cambio, no encuentra este patente pronunciamiento partidista en Schelling, sino lo que considera una contradicción entre un pretendido idealismo objetivo juvenil y un no menos pretendido irracionalismo de tintes religiosos o anticientíficos.