viernes, septiembre 29, 2006

Proyecto y método en arquitectura (Novena parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 20 DE OCTUBRE DE 2013




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Hemos visto en nuestro examen anterior la importancia del método crítico, pues éste determina que confundamos o no la investigación con la conclusión, es decir, que demos por hecho lo que aún hay que verificar; por lo que comenzaremos también aquí señalando cuál es o puede ser el método empleado por Charles Jencks en su Modern Movements in Architecture.

El método crítico de Jencks consiste básicamente en hacer surgir las distintas facetas de lo que podría ser el fenómeno estudiado; es decir, Jencks no se interesa en la determinación absoluta y universal de las esencias, sino, por el contrario, en la indeterminación propia del fenómeno —anterior a toda reducción metafísica—. Jencks intenta solamente percibir y mostrar la realidad tal como se da sin la deformación del proceso de abstracción monista, sin la reducción llevada a cabo por el punto de vista unitario (no pluralista). Jencks no plantea preguntas ni busca respuestas, él ya tiene su enfoque. Así Jencks parte de la aceptación o reconocimiento de que la realidad es relativa y múltiple, que no se puede contener ni siquiera en conceptos, mucho menos en simples definiciones (antes que definir prefiere poner ejemplos supuestamente claros y prácticos). El enfoque por tanto, para coincidir con la realidad misma, debe distinguir lo multivalente de lo univalente, lo plural de lo monista, lo múltiple de lo unitario, lo real de lo ideal o platónico, y lo democrático de lo totalitario o dogmático. Para Jencks esto significa que lo real debe identificarse con lo que se considera positivo y valioso, sin por ello reducir la multiplicidad, pues lo bueno coexiste con lo malo, y hasta hay un pasaje intermedio entre ambos extremos. En su opinión, no se trata de elegir entre uno y otro, más bien es el mero reconocimiento o aceptación de esta coexistencia, de esta contradicción irresoluble, de la multivalencia y su irreductibilidad, lo que es positivo y valioso. Por eso, el método de Jencks no es la autocrítica; postula, dictamina, insinúa, ironiza, pero jamás cuestiona su propio punto de partida. Para él está claro que el pluralismo en cuanto visión e ideal de vida es la única y última respuesta posible a la crisis de Occidente. Resulta obvio que a Jencks no le importa si su defensa de la arquitectura incluyente tiene que fundarla contradictoriamente en la exclusión de quienes no están de acuerdo con su percepción de las cosas: está consciente de que su enfoque tiene un sesgo político y esto parece justificarlo todo. Tampoco le importa gran cosa si la visión fragmentada de la realidad, que por su indeterminación supone objetividad o distanciamiento del objeto de estudio, se contradice o no con lo que pudiera ser un acto subjetivo: la elección del enfoque. A él le basta con insinuar problemas y soluciones, especular retóricamente sobre planteamientos y conclusiones. Es decir, en general da la impresión de que adopta el papel de un árbitro imparcial que nos pone frente a los hechos y nos deja hacer libremente, pero esto es sólo en la forma, porque en realidad su posición multivalente no es la teoría a refutar, sino la conjetura a salvar.