martes, mayo 01, 2018

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 13

POR MARIO ROSALDO



2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


En el último párrafo de este pasaje en específico, Lukács explica dos circunstancias, las cuales en su opinión habrían impedido a Schelling llegar bastante lejos a la hora de satisfacer las hipotéticas exigencias de la burguesía reaccionaria berlinesa. La primera sería particular: su adhesión personal o individual a «la religiosidad ortodoxa». Y la otra, general: al estar influidos por «la filosofía clásica alemana» y «por sus tendencias hacia el pensamiento dialéctico», los filósofos burgueses se habrían sentido obligados a extender las concesiones que hacían a la ciencia hasta la dialéctica, y esto también habría repercutido en Schelling. Pero, desde el mismo comienzo de la explicación, Lukács califica la lección universitaria de 1841, sobre la nueva filosofía schellingiana, como una «proclamación del irracionalismo»[1]. Y lo hace después de haber citado a Engels diciendo que Schelling no admitía de ninguna manera ser irracional, y un instante antes de sostener el propio Lukács que Schelling se adhería «a la religiosidad ortodoxa, que en aquel tiempo aún tenía la pretensión de ser una racionalidad superior y no un craso irracionalismo»[2]. Razonemos: si en lo general no se aceptaba que el enfoque religioso fuera un puro irracionalismo, y si el Schelling de Lukács en lo particular se adhería a dicha «pretensión», ¿cómo ocurre entonces que al final se proclama un filósofo irracional? Queda claro que esta burda afirmación por sí sola no prueba la existencia de tal proclamación, sino que estamos ante un simple juego de palabras, ante la tajante interpretación partidista de Lukács, en la que el objeto real ha sido desplazado por el concepto lukacsiano de ideología y por los requerimientos doctrinarios asumidos como método y marco teórico. Lukács expone en realidad una interpretación propia presumiblemente avalada por los jóvenes Marx y Engels. Consideremos la primera circunstancia propuesta por Lukács. Es verdad que en Philosophie der Offenbarung o Filosofía de la revelación, Schelling rechaza expresamente el «ateísmo insolente» por «exponer conceptualmente a Dios sólo como en un proceso necesario»[3], y que aborda el estudio del viejo y el nuevo testamento, de los dogmas cristianos, para mostrarlos como evidencias o pruebas palpables de la aspiración humana a volver a la unidad originaria, a la conciencia primigenia, a lo infinito o divino. Pero esta no es una «adhesión» de última hora, realizada por Schelling en Berlín a partir de las hipotéticas exigencias de la reacción restauracionista encabezada por el monarca, según defiende Lukács. Los hechos le contradicen: la verdadera trayectoria filosófica de Schelling, que Lukács como es natural no reconoce nunca, prueba que aquél se interesa en la religión y sus dogmas mucho antes de la Restauración. Ello no comienza en 1804, no bajo la influencia de los amigos de Jena; tampoco en un punto imaginario entre la publicación de Filosofía y religión y los años 1830, cuando Schelling enseña su filosofía de la revelación en la universidad de Munich; mucho menos a mediados de septiembre de 1841, con su llegada a Berlín a causa del nombramiento real. Comienza desde los años de estudio en el seminario y la universidad de Tubinga, como se puede corroborar en sus escritos juveniles y en sus cartas, si los estudiamos sin esquemas preconcebidos; sin buscar en ellos las etapas establecidas por la academia, en especial sin privilegiar el presunto idealismo objetivo imaginado por Hegel.