miércoles, diciembre 28, 2005

El ser o no ser de la teoría: el debate arquitectónico de principios de siglo

POR MARIO ROSALDO



Mientras en las escuelas contemporáneas de arquitectura unos enseñan a estudiar o criticar aquello que se tiene por una teoría arquitectónica, otros se pronuncian por el abandono de este estudio confiando en que la pura experimentación con los materiales y las estructuras y la exclusiva observación directa del fenómeno arquitectónico revelen las claves y los principios a seguir en el diseño. En el primer caso, además de la obra y la crítica arquitectónicas, se toma en cuenta en general el debate político-intelectual que ha tenido lugar durante todo el pasado siglo XX. En el segundo caso por lo común se pretende partir de los logros de la arquitectura en cuanto colección de tipos o modelos ya establecidos, o en vías de establecerse; y se considera, además, como interferencia indeseable el partir de una preconcepción teórica. Los primeros, unos más y otros menos, ven la teoría como un marco de referencia en la realización de toda práctica; para ellos la teoría no se da sin la materialización de las ideas, sin su comprobación en el terreno de la realidad; y ya sea que consideren dialéctica o no la relación entre la teoría y la práctica, ven una unidad indisoluble entre ésta y aquélla. Así que demandan la constitución de un nuevo marco teórico que tome en cuenta los avances recientes, o lo que consideran como tales, en las ciencias sociales y la filosofía, entre otras disciplinas. Los segundos por lo general, aunque ponen mayor énfasis en lo empírico y sólo intentan extraer formas o soluciones nuevas de diseño a partir de los tipos y los modelos realizados por ellos o por otros, no desechan del todo la teoría; pero para éstos la teoría es más un resultado, una consecuencia del juego de la acción proyectiva y constructiva, que un marco de referencia: es punto de llegada, no de partida. Conque su demanda es la de reforzar en la enseñanza el punto de vista pragmático, que haga posible la inserción del arquitecto en la vida productiva de la sociedad capitalista, sin que ello le resulte un conflicto ético que tenga que resolver radicalmente.

viernes, noviembre 25, 2005

La arquitectura por “razones pragmáticas”

POR MARIO ROSALDO



No hay mejor forma de convencer a alguien de la solidez de nuestra argumentación que usando un “concepto tapón”, uno de esos que no nos deja ninguna otra salida, ninguna otra opción para refutar el punto de vista del oponente. En la charla coloquial esto resulta hasta divertido y motivo de orgullo por haber dejado sorprendido y sin habla al contrario. Argüimos alegre y despreocupadamente que algo se puede o no se puede hacer por “razones pragmáticas”, y con ello queremos decir todo; que hay que rendirse ante los “hechos”, ante la “realidad”, ante las “circunstancias”, o ante los “límites” de la naturaleza humana y sus capacidades. Y, más por intuición que por razonamiento, entendemos por “realidad” o “circunstancias” las condiciones económicas en que vivimos, que ocasionan pensamientos de tipo utilitario, oportunista, competitivo, optimista o pesimista, y demandan en consecuencia actitudes acorde a ellas. En tanto que con “límites” de la vida o de la naturaleza humana nos referimos a la condición humana sujeta al egoísmo y los violentos conflictos sociales que genera, una condición que damos por hecho es imposible de cambiar. Aceptamos, así, que las condiciones económicas, sociales o humanas nos determinan y que no hay más alternativa que ceñirse a ellas. Claro que si el amigo con el que discutimos no coincide con nuestro enfoque “pragmático”, él podrá asumir y defender todos los puntos de vista contrarios. Y tal vez terminemos disgustados y sin ganas de volver a discutir por un buen rato.

jueves, noviembre 24, 2005

En torno de la "práctica crítica"

POR MARIO ROSALDO



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Entre los arquitectos más o menos inconformes con el status quo que vivimos hoy día, en lo que puede llamarse el ámbito de la producción teórica y práctica de la arquitectura, se suele utilizar la expresión —bastante atrayente por su enorme carga de connotaciones pragmáticas y políticas— de "práctica crítica". Sin embargo, pocos de ellos se detienen a explicar su significado. En general lo dan por entendido. Pero, ¿en verdad están hablando de lo mismo? O, ¿debemos suponer que cada quien lo entiende y lo aplica a su manera? Si hablaran de lo mismo entonces debería ser fácil captar su significado e, igualmente, poder transmitirlo a terceros, a nivel personal o de instituciones. Por otro lado, si voluntariamente, en aras del pluralismo arquitectónico, o en simple defensa de su individualidad creativa, rechazaran una necesaria coincidencia de significados, su trabajo nos permitiría visualizar por separado aquello a lo que se refieren. Y, ¿es esto lo que sucede?

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Entre estos arquitectos de “práctica crítica”, desde luego, están los que se expresan tanto oralmente como por escrito, y aquéllos que sólo lo hacen de un modo o de otro. Podemos pensar que en la difusión de dicha expresión llevan ventaja aquellos arquitectos que más escriben y que pueden publicar sus ideas a través de medios de mayor difusión e influencia. Mientras que los que se atienen a la comunicación oral directa estarían limitados a los ámbitos docentes o a un reducido círculo de contactos, o, en el caso de poder hacer una transmisión masiva, a la retentiva y al interés que algunos escuchas puedan tener. Sin embargo, no se puede pasar por alto que la esencia de la comunicación no son los medios con los que se difunden las ideas, sino más bien la claridad con que éstas se exponen. Lo esencial es el mensaje.

La nuit porte conseil

POR MARIO ROSALDO



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Someter a la crítica científica nuestros conceptos o abstracciones teóricas es verificar la veracidad, legitimidad y realidad de los fundamentos sobre los que los sustentamos; es confrontar con la realidad social del presente y del pasado las connotaciones que les atribuimos.

Los conceptos mismos son abstracciones teóricas, o representaciones mentales, elaboradas por las generaciones que nos han antecedido; y lo han hecho con base a su capacidad perceptiva y analítica, pero, sobre todo, con base a su experiencia como individuos existentes en una sociedad históricamente determinada.

Los conceptos que forman parte de la conciencia social e histórica, son autónomos sólo en la medida que confundimos la realidad social con su reflejo, esto es, con su producto histórico: el concepto mismo.

En otras palabras, la pervivencia histórica de algunos conceptos se puede explicar tanto por su raigambre en una realidad social que, aunque cambiante, también es relativamente permanente, como por el alejamiento o la deformación en la percepción de esa realidad social que les ha originado.