martes, enero 01, 2019

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Undécima parte)

POR MARIO ROSALDO




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LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)

El estudio generalizante de Weimer entra a un nuevo nivel al proponerse describir lo que sería la Organización de la propiedad rural, que es precisamente el título del cuarto apartado[1]. Aludiendo en lo esencial a los tres tipos de lotes que históricamente constituyen la trocha [picada] o colonia, la descripción de Weimer baja de lo general-abstracto a lo general-concreto; es decir, baja solamente a los tipos diferenciados de los lotes campesinos teuto-brasileños. Pero ni siquiera se queda en lo general-concreto porque, por método, vuelve a lo general-abstracto; esto es, vuelve a la forma acabada o depurada del tipo más representativo de todos estos lotes: el modelo colonial. Así, aunque comienza comparando las áreas de los lotes del sur de Brasil con las tierras de las aldeas centroeuropeas, esta información empírica no tiene otro objeto más que hacernos ver el aspecto general-concreto de la diferencia general, la cual alejaba ya a las aldeas teuto-brasileñas del modelo originario de sus ancestros: «Los primeros inmigrantes que llegaron aquí, recibieron un lote de aproximadamente 75 ha. A partir de 1851 hubo una reducción a 48 ha. Más tarde, con las iniciativas particulares de colonización el tamaño del lote quedó en alrededor de 25 ha. Si tomamos la dimensión media de 48 ha., el lote colonial correspondía a poco más de 10% del área ocupada por la media de las aldeas en Alemania»[2]. Es preciso subrayar aquí que, en este nuevo nivel de su estudio, la diferencia general más bien se sobreentiende, no es central, acaso porque es una condicionante ajena a la voluntad de los colonos llegados de la Europa Central. Es el Estado lusitano-brasileño el que concede las tierras en calidad de posesión particular, sin que medie una petición expresa de ningún campesino inmigrante acerca del régimen de propiedad o con relación a la ubicación de los colonias. De hecho, Weimer tampoco presta tanta atención a las diferencias físicas entre el monte [mato] de Rio Grande do Sul y el bosque de la Europa Central como a las que van surgiendo, según avanza en la investigación, entre la organización del lote colonial y la de las tierras de la aldea alemana, cuyos modelos respectivos y sus diferencias serían el mencionado aspecto general-concreto de la diferencia general. En efecto, al leer la exposición, vemos que Weimer reproduce el descubrimiento que él y su equipo de investigación hacen respecto a estas diferencias entre lote y aldea: al principio, asegura Weimer, no entienden el origen de ellas; pero, al final, terminan por admitir las explicaciones del por qué de la existencia de más de una «disfuncionalidad». Aunque al momento de escribir la descripción, como es lógico, Weimer ya conoce los hallazgos, en este apartado repite el procedimiento para subrayar que éste fue elaborado empíricamente, sin prejuicios racionalistas. No está de más señalar que, en Weimer, el uso del concepto de «disfuncionalidad» nos remite a una terminología de inspiración científica, que es asimilada por las ciencias sociales, entre otras disciplinas, y cuyo origen histórico se puede asociar, por un lado, con las teorías evolucionistas y, por el otro, con la concepción biologista de la sociedad humana. Continuemos con el estudio crítico de este cuarto apartado y veamos de paso cuál es el uso que Weimer hace de tal concepto.