martes, diciembre 09, 2008

Utopía, resistencia y ecología

POR MARIO ROSALDO



El arquitecto Alfonso González Martínez (México, DF, 1946) inicia en 1972 una trayectoria de difusor y defensor de una cultura ecológica, con la cual la sociedad del hombre pueda aprender a respetar y proteger la naturaleza, como antiguamente hacían, por ejemplo, algunas tribus indoamericanas. Desde esos primeros años de los setenta, González Martínez aprende que no puede haber un cambio en el orden urbano, en el mundo de la planeación física, si no hay de por medio un cambio más profundo que lo sustente, que sea el verdadero compromiso de cada uno de nosotros con nuestra propia vida y con las relaciones que esta vida nuestra mantiene con el mundo y el cosmos, aun cuando no seamos conscientes de dichas relaciones suprasensibles. González Martínez ha hecho de la utopía su forma de vida, lo mismo viviendo en copropiedad durante casi treinta años que apoyando acciones autogestionarias, o de resistencia a lo que en un principio llamó la cultura del ecocidio. Ha remado contra la corriente y parece haberse salido con la suya.

La primera vez que leímos su libro Crisis ecológica/crisis social. Algunas alternativas para México[1], a principio de los ochenta, lo rechazamos tan molestos, por considerar que su planteamiento era más bien una huida al punto de vista ecologista, que le escribimos una carta, la cual, para bien o para mal, nunca enviamos. Es verdad que por un tiempo la tuvimos entre nuestros cuadernos de notas, pero finalmente la desechamos porque ya habíamos rebasado sus límites. Aunque el arquitecto ha publicado varios libros como autor, co-autor y coordinador[2], nosotros no supimos más de él hasta el día de ayer que volvimos a tener el libro en las manos, y decidimos investigar la parte de la historia que no conocíamos (por la sencilla razón de que no son muchos los arquitectos, sobre todo arquitectos mexicanos, que escriben un libro). Ahora sabemos que en 1972 participó en el proceso de Autogobierno de la Escuela de Arquitectura de la UNAM, que desde 1979 se fue a vivir al Pueblo de Santa Úrsula Coapa, en el DF, y que ahí sigue viviendo en copropiedad en el predio de Textintla[3]. Sabemos también que en 1977 fundó junto con otras quince personas afines el Grupo de Estudios Ambientales, A.C.[4], con el cual ha trabajado intensamente desde entonces, como lo prueban los foros, encuentros y reuniones en los que ha participado, así como los varios artículos que ha publicado o las traducciones que ha revisado. Este conjunto de hechos de su vida nos dicen que lo suyo no fue, como creíamos, una huida al mero punto de vista de una "tercera vía", fue y es todavía un empeño en vivir de acuerdo a lo que se cree, en llevar a la práctica lo que entonces se decía acerca de las opciones integrales de cambio. Sea que estemos de acuerdo o no con ese punto de vista, una vida de esfuerzos conciliatorios como la suya siempre es digna de admiración y respeto.

Ya que el pensamiento actual de González Martínez puede ser leído en los artículos que se hallan en la Red, a continuación transcribiremos el pasaje introductorio del mencionado libro, Crisis ecológica/crisis social, que puede resultar interesante particularmente para los estudiantes de arquitectura. No es una argumentación muy pensada, por el contrario, resulta algo ingenua, aun para un joven arquitecto de 30 años (escribe el libro a esa edad, en 1976), pero nos parece que es, precisamente, esa ingenuidad el verdadero detonante que lleva a este arquitecto mexicano a asumir con pasión su idealismo y al mismo tiempo a comprometerse seria y definitivamente con una práctica congruente, con un activismo que aún no cesa.



… Cuando tenía unos 20 años yo pensaba que el mundo iba derechito a la urbanización total, y que el hecho de que yo estudiara arquitectura y urbanismo en la UNAM me permitiría en el futuro ser algo así como de la gente más importante y que podría tecnocráticamente influir en el destino de la humanidad. Yo pensaba que eso era bueno; supuesto que —hasta donde yo lo entendía — la arquitectura era “el arte de construir la morada integral del hombre” y el urbanismo era el estilo de vida a extenderse, con una planificación artificializante de todo el ambiente humano por hacer. Era como el hacer arquitectura a gran escala. Sentía que la Equística era la ciencia del porvenir.
Eran mis primeros tiempos en la Escuela Nacional de Arquitectura en la UNAM. Pronto descubrí las crudas verdades de la Industria de la Construcción: supe que los arquitectos diseñan casas solamente para alrededor del 5% de la gente (particulares), y casi todos los demás, o se hacen sus casas solos (en todo el ambiente rural) o son víctimas del habitat masificado de vecindades y unidades habitacionales planeadas con las condiciones mínimas de confort o aun menos... Supe que el mercado de arquitectura estaba monopolizado y que los grandes despachos de arquitectos y urbanistas sólo se interesaban en una producción discreta de “chamberos” de arquitectura apenas despiertos, que toleraran que se les explotase miserablemente.
Además, aprendí otra cosa muy, pero muy fea. Yo notaba que la Ciudad de México es caótica; que tiene muchos lugares en donde el tránsito, la industria o los parques están tan mal “resueltos”, que la gente que vive cerca de avenidas, aeropuerto, centros de trabajo o comerciales, tiene que sufrir, más que gozar, el vivir ahí, y pensaba que “ni modo, así somos los mexicanos”. Pero un día, estudiando urbanismo, leí algo que te paso al costo:
Un señor, que no es urbanista, sino sociólogo, decía: «Se ha hablado mucho sobre la ausencia de un orden discernible en nuestro medio ambiente. A mí esto me parece estúpido. ¿No son acaso la ganancia capitalista y la acumulación de capital el denominador común de todo ese orden? ¿No son características de nuestros medios los intereses privados inmobiliarios y la publicidad desatada? Para ellos en modo alguno resultan nuestras ciudades desordenadas; al contrario, las encuentran tan ordenadas como los archivos de sus títulos de propiedad»[5].
Para mí, esto bastó. Yo ya había leído una divertida descripción de lo que pasaba en la Ciudad de México en cuanto al caos de la organización[6] pero nadie me había hablado así de claro del problema urbano. Obviamente, si la gente no cuenta con los servicios de arquitectos, tampoco cuenta con leche en su mesa, o carne, o artículos agradables, etc. Llegué a la conclusión de que los problemas de la gente respecto a la arquitectura o al urbanismo lo son en razón económica y no de tipo técnico.
Con esta percepción crítica empecé, en 1972, al lado de la experiencia antropológica, a explorar la vida de la Ciudad de México (aún como urbanista) y los resultados a que me fue conduciendo tal reflexión experimental me fueron provocando un cambio de mentalidad. Hice una síntesis de las notas sobre la Ciudad de México en aquella investigación y eso me abrió camino hacia un enfoque que no fue sólo urbanístico, respecto a la ciudad. Se implicaba en ese esquema una hipótesis económica-política del desarrollo de la Ciudad.
Sin embargo, a través de este trabajo, y en las reuniones en la Escuela de Antropología, fui reflexionando que el problema de la Ciudad no era de la Ciudad, sino que ella, aun siendo una unidad muy importante, decisiva, para la vida del Valle, no era, sin embargo, algo que pudiera explicar por sí sola lo que ha ocurrido en ésta región natural. Así, si quería realmente comprender lo que ha ocurrido y ocurre —y puede ocurrir eventualmente— en este Valle, requería contemplarlo en su unidad natural-cultural. Desde ese momento no he vuelto a la visión del urbanista; por el contrario, si bien pienso que ese enfoque es útil para entender los fenómenos de la ciudad, es necesario subordinarlo al enfoque ecológico integral para entender el fenómeno globalmente[7].




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NOTAS:



[1] González Martínez, Alfonso; Crisis ecológica/crisis social. Algunas alternativas para México; Editorial Concepto; México, D.F.; 1979.

[2] Algunos títulos de González Martínez son: De vuelta a las raíces; México Atlatl Ediciones; 1989. En co-coordinación con Aarón Zazueta; Encuentro latinoamericano; Experiencias sobre diagnóstico y planeación participativa comunitaria; Edición: WRI-CERES-GEA, A.C.; México; 2000. El Arte de la facilitación: Principios, método e instrumentos; Los Talleres de Solaris, S.C.; México; 2003.



[5] Cita de González Martínez: Wright, Mills C.; Política y pueblo; FCE; México 1963.

[6] Cita de González Martínez: Gómez Mayorga, F.; El caos urbanístico de la ciudad de México, Ed. Panoramas; México 1964.

[7] González Martínez; Op. cit., pp. 20-21.

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