martes, enero 06, 2009

A propósito de la objetividad y la subjetividad en la crítica*

POR MARIO ROSALDO



A menudo damos por hecho que, antes de iniciar un estudio serio de arquitectura, debe darse una definición completa o clara de su concepto. Karl Popper estableció que esto era más bien trabajo de metafísicos que de científicos. Sin embargo, las definiciones son útiles en todos los campos de la ciencia y el arte, y esto es algo que nadie puede negar. La clave es no olvidar que los conceptos forman parte de las teorías; un concepto siempre pertenece a un marco teórico. Es decir, cuando elegimos un concepto de arquitectura establecido por uno de los arquitectos reconocidos, también elegimos la filosofía o la hipótesis en la que se funda. El caso no es diferente cuando creemos que acabamos de dar una definición propia; por lo común olvidamos que vivimos en una sociedad que continuamente nos educa con conceptos religiosos, filosóficos o científicos; incluso las meras relaciones amistosas estimulan el intercambio de ideas. Por supuesto que es correcto decir que tenemos ideas o conceptos propios ya que nuestra contribución social consiste más que nada en darle variedad al punto de vista desde el cual se perciben los objetos. El problema surge cuando intentamos establecer nuestros conceptos como la mejor percepción de la realidad.

Algunos de estos reconocidos arquitectos han preferido no elegir ningún concepto de arquitectura; dicen estar tratando de trabajar con la realidad misma. Suponen que un manejo directo de los objetos bastará para deducir las ideas que necesitan para crear proyectos o diseños originales. Pero incluso este enfoque pragmático es una concepción del problema, esto es, un marco teórico, una teoría; llámese escéptica o empírica. Este es el por qué los críticos de arte insisten en estudiar los conceptos inconscientes que puedan deducir de las obras, el punto de partida conceptual que puedan poner al descubierto. Pero los estudios que se enfocan en las cualidades de las obras arquitectónicas a menudo se ven tentados a dejar de lado la discusión filosófica y científica ya que se interesan mayormente en juicios de valor, no en discursos teóricos objetivos. Es en este sentido que un crítico como Giulio C. Argan sostenía la tesis de que todo en el arte tenía que ver siempre con juicios de valor; en otras palabras, la crítica de arte es necesariamente subjetiva pues es cuestión de gusto. Haciendo eco de esta opinión generalizada, Charles Jencks ha enfatizado también los aspectos simbólicos de la obra arquitectónica, y el talento de los críticos para interpretar obras basándose en la crítica lírica y el gusto.

En el fondo, esto es aquella vieja discusión medieval entre Franciscanos y Dominicos. Únicamente ha cambiado la forma: todavía estamos discutiendo sobre cuál es el mejor modo de capturar la realidad. Conque, el rechazo de la gente a seguir buscando la verdad es comprensible. Si bien, hay un argumento que deberíamos considerar antes de tomar una decisión drástica. La sociedad ha dividido el trabajo, nos ha especializado para desempeñar actividades que contribuyen a satisfacer nuestras necesidades básicas. Esta organización social nos ha ayudado a desarrollar lo que llamamos la condición humana, es decir, nuestras habilidades para producir en cuanto grupo de individuos objetos tanto físicos como mentales no existentes en la naturaleza. Estas habilidades o talentos difieren de un individuo a otro, así que es absolutamente necesario compartir responsabilidades en el trabajo de equipo. En arquitectura hoy día estamos experimentando una división entre quienes prefieren trabajar como arquitectos tradicionales y quienes prefieren detenerse a ver qué más podemos hacer para participar en el desarrollo de nuevas habilidades. Esta es la razón del por qué un estudio arquitectónico que intente practicar una crítica rigurosa, practicar la objetividad como medio para establecer el grado de verosimilitud de las teorías, no puede pasar por alto las discusiones en torno de la filosofía y la ciencia, así como del arte.



*Publicado el mes pasado en Architectural Approach, con el título de On the Subject of Critique and Criticism.

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