lunes, enero 01, 2018

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 11

POR MARIO ROSALDO



2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


Lukács deja a Baader y vuelve a ocuparse de Schelling. Lo primero que hace, al decirnos que hay una «agudización de la lucha de clases» la cual, por un lado, se refleja sobre el «movimiento radical de desintegración, sobre el hegelianismo de izquierda» y, por el otro, también afecta al pensamiento reaccionario, que asume «posiciones románticas puras mucho más absurdas que las de la época de la Santa Alianza»[1], es recordarnos que esta «consideración intermedia» la escribe siguiendo su interpretación del modelo de la base y la superestructura. Así, pues, el esquema de la determinación del todo sobre la parte es a la vez el esquema de la definición de los tipos que intervienen en la historia; entendemos que éstos no serían una construcción mental del autor, sino un resultado real de la «situación objetiva». En otras palabras, entendemos que se podría reconocer un tipo u otro de pensamiento y acción identificando la causa que los casos de estudio abracen en la lucha de clases, estén o no conscientes de su elección. En el plano general de los tipos, Lukács compara a Schelling con los reaccionarios y a los jóvenes Marx y Engels con Balzac y Heine. Con tal comparación acentúa la contradicción entre el carácter absurdo del puro romanticismo y la racionalidad de los críticos sociales más notables. En el plano particular de los tipos, Lukács afirma que Balzac ve la situación más claramente entre sus contemporáneos en Francia. Y que Heine comparte esta misma claridad de visión en Alemania. La excepción, agrega, son Marx y Engels porque ven a través de la situación aún más claramente que Heine[2].

Al tratarlos como una excepción, Lukács no los compara más que con ellos mismos, primero valora a los jóvenes por lo que hicieron los viejos, y luego por lo que hicieron aquéllos en su propia época. «Como es natural», acota nuestro autor, los jóvenes Marx y Engels supieron ver la situación bastante más profundamente que Heine, considerando que ellos «fueron quienes, en este período de transición dieron, teórica y prácticamente, los pasos más enérgicos encaminados a agrupar en la sociedad alemana todas las fuerzas que sentían las supervivencias absolutistas y feudales como trabas para su propio desarrollo»[3]. Esta es por supuesto una generalización de Lukács que apenas podría aplicarse al «período de transición» o de expansión capitalista en Alemania, que se acelera después de 1848, pero de ninguna manera al período de 1842-1843, que son los años a los que nos remiten las pruebas presentadas contra Schelling. Se aprecia, entonces, que, siguiendo esquemas e idealizaciones, Lukács incluye en la definición tipológica de los jóvenes Marx y Engels los frutos de una investigación que todavía no han realizado. Para convencernos de su argumento y de que, en efecto, estos dos jóvenes veían a través de la situación desde sus mismos comienzos como críticos sociales, Lukács alude al trabajo de Marx en la Gazeta Renana. E, inmediatamente, a la independencia intelectual de Marx respecto a Hegel, que se patentiza durante 1843: «su crítica a la filosofía del derecho de Hegel no se proponía otra cosa que demostrar hasta qué punto se hallaba históricamente superada y sólo podía crear desconcierto en todos los órdenes la orientación hegeliana hacia la monarquía constitucional»[4]. Podemos aceptar sin problemas los artículos de Marx y Engels publicados entre 1842 y 1843, como pruebas de una visión clara o penetrante, pero no el tipo racionalmente solvente de estos jóvenes que Lukács construye pasando lista a lo que, según la propia concepción marxista-leninista, vendría más tarde, a saber: el «postulado de la hegemonía del proletariado en la revolución democrática», «la clara comprensión de las perspectivas de la revolución socialista» y «la fundación del materialismo dialéctico e histórico»[5]. Al final, con un gesto de aparente mesura, Lukács admite que «este proceso de esclarecimiento aún no había culminado totalmente en la conciencia de Marx y Engels, cuando Schelling pasó a ocupar su cátedra en la universidad de Berlín»[6]. Y que es «importante, en cambio, poner de manifiesto cuán claramente supieron penetrar y descubrir, en seguida, la mendacidad demagógica contenida en la llamada “filosofía positiva” de Schelling»[7]. Estudiemos, entonces, cómo proceden ante Schelling tanto Marx y Engels como Lukács.

En la presentación de pruebas, Lukács comienza con citas extraídas de la carta de 1843, dirigida a Feuerbach. En ellas, más que parafrasear al viejo Schelling, lo que hace Marx es interpretarlo y hasta parodiarlo. Se burla de ese Schelling que, ante idealistas, materialistas y escépticos, se proclama enemigo y destructor del hegelianismo[8]. En seguida, Lukács ofrece las citas de Engels, que son algo más extensas. Ha elegido aquellas que parecen coincidir con su punto de vista. Para el Engels de 1842, el viejo Schelling va en contra de la corriente moderna de la filosofía. Según este joven Engels, Schelling no es consecuente con su irracionalismo, en vista de que llama irracional a la filosofía, pero no al mundo, vacila entre la razón y la sinrazón; trata de «meter de contrabando en la ciencia libre del pensamiento la fe en la autoridad, la mística del sentimiento, las fantasías gnósticas»[9]. Lukács, obviamente, encuentra en estas críticas de los jóvenes Marx y Engels la más plena demostración de la «mendacidad demagógica» del viejo Schelling. Y cualquiera pensaría que el ejemplo de los jóvenes Marx y Engels respalda plenamente a Lukács. Sin embargo, hay por lo menos dos diferencias importantes entre el proceder crítico de estos jóvenes y la «consideración intermedia» de Lukács. La primera diferencia es que, mientras éste se interesa en establecer que incluso el joven Schelling tendía ya al irracionalismo, a la ambigüedad entre objetivismo y subjetivismo, aquéllos no se interesan en otra cosa que no sea la filosofía de la naturaleza del joven Schelling, la cual, leída en relación a un objeto sensible, se asemeja en verdad a un «idealismo objetivo», como había creído décadas antes el joven Hegel y quienes, por una razón u otra, aceptaron su definición en estos mismos términos[10]. La segunda es que, mientras los jóvenes Marx y Engels rechazan estudiar a fondo a Schelling poniéndose en su lugar, porque un sinsentido o una «metedura de pata» no deja de serlo si se trata al autor con benevolencia[11], Lukács rechaza ponerse en el lugar del joven y del viejo Schelling tan sólo por suponer que lo general explica invariablemente lo particular, esto es, por presumir que el materialismo histórico y la filosofía dialéctica pueden explicar los procesos generales sin tener que detenerse en las «etapas intermedias». Dicho de otro modo, los jóvenes Marx y Engels no se sujetan a una doctrina, ni propia, ni establecida por terceros, sino que se atienen a su interpretación realista de lo que Schelling piensa y es en esa actualidad de principios de los años 1840. Por eso afirmamos que, pese a su partidismo, ellos no pierden la objetividad durante la investigación. En cambio, Lukács la pierde al anteponer las necesidades doctrinarias y metodológicas a la referencia real, por querer estudiar un pensamiento sin entrar nunca en él, recurriendo únicamente a los esquemas interpretativos, avalados por la ortodoxia, que le permitan iluminar presuntos nuevos aspectos de lo ya conocido y aceptado como «natural».

Convencido de estar situado en el lugar correcto, Lukács saca algunas conclusiones:

«A la luz de todo esto, no es difícil determinar la situación histórica, el contenido de clase y el contenido filosófico de la doctrina de Schelling, en su época posterior. Ya no se ventila en ella la fundamentación de una dialéctica objetiva en general, en la que el joven Schelling, como hemos visto, se había atrevido a dar audaces pasos de avance, ante cuestiones concretas, en el sentido de una dialéctica natural, pero deteniéndose, metodológicamente, con su intuición intelectual, en los umbrales de la dialéctica y creando la primera forma del irracionalismo moderno. Y asimismo hemos señalado ya cómo esta posición filosófica de Schelling guarda estrecha relación con sus posiciones políticas ante los problemas de la revolución y la restauración»[12].

Critiquemos esta cita con dos observaciones. 1) Al igual que los jóvenes Marx y Engels, Lukács interpreta que la llamada etapa del idealismo objetivo, además de ser real, juega un papel central en el sistema filosófico de Schelling. En vez de corroborar esta presunción, Lukács la da por hecho y elabora sobre ella el estudio del supuestamente errático joven Schelling. En la filosofía schellingiana, esta pretendida etapa, no es más que la búsqueda en el mundo natural de esa tendencia humana a reencontrarse con lo absoluto o superior, ya porque el Yo finito aspira a ser libre, ya porque el Yo infinito se revela a través de la historia. Schelling no enuncia la dialéctica para aplicarla en un estudio del mundo objetivo, sino para demostrar que en dicho mundo las contradicciones revelan una unidad que las trasciende, que las determina. Percibe que hay contrarios en la naturaleza, en la ciencia misma, donde los fenómenos físicos necesitan siempre de su opuesto espiritual, el concepto. También percibe que lo negativo no se da nunca sin lo positivo, que la tierra es negativa y necesita siempre de la luz, que es positiva. En esta unidad de los contrarios de Schelling, el mundo real es consecuencia del mundo de las ideas; por eso, en Schelling, la filosofía negativa o de la naturaleza se halla invariablemente determinada por la filosofía positiva o de la revelación. 2) Aun cuando los jóvenes Marx y Engels ven en el viejo Schelling a un contradictorio antihegeliano, no encuentran necesario descifrar el por qué abandona el camino de la dialéctica. Siendo realistas y prácticos, los jóvenes Marx y Engels combaten la crítica de la religión justo porque ella exige soluciones en el nivel de la pura conciencia, de la pura idealización del mundo y de la vida. Renuncian a esta crítica por improductiva. Ambos reconocen el efecto de las falsas representaciones sobre la base real, según consta en La ideología alemana, no únicamente en las cartas de Engels, como se cree a partir del descubrimiento de Lukács; sin embargo, Marx y Engels también calculan que un cambio en la ideología es posible solamente con la transformación real de la base económica; esto es, que un cambio en lo puramente ideológico es utópico, es ilusorio. En la obra de Marx y Engels, el estudio de los efectos ideológicos sobre las condiciones materiales de vida sirve para conocer los diversos aspectos bajo los cuales se presenta la lucha de clases en la sociedad capitalista, no para transformarla ni con este puro conocimiento, ni con esos meros efectos. Contrariamente, Lukács sí siente esta necesidad de ir más allá de donde los jóvenes Marx y Engels dejan las cosas. En parte porque su proyecto consiste en convertir a Schelling en el iniciador inconsecuente e involuntario del irracionalismo, pero también porque se ve obligado a deslindar al filósofo dialéctico, o marxista, de las actuales y potenciales acusaciones de irracionalismo lanzadas contra toda la filosofía alemana por motivo de la Segunda Guerra Mundial.



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NOTAS:

[1] Lukács, Georg; El asalto a la razón – La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler; Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1976; p. 137.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.; p. 138.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd.; pp. 138 y 139.

[10] Ibíd. Véanse notas cuatro, cinco y seis de la parte 7 de este ensayo.

[11] En La Sagrada Familia, Marx discute que no estudia a un autor confrontándolo con los objetos de su fantasía, sino con la realidad: «se adopta ante la Crítica absoluta, como ante el señor Schelling, una actitud dogmática, cuando se presuponen en ella un sentido, un pensamiento, una concepción reales y determinados». Marx, Carlos, Engels Federico; Op. cit.; Editorial Grijalbo; p. 161; subrayado original. En La ideología alemana, Marx y Engels repiten lo mismo con otras palabras, cuando Bruno Bauer exige benevolencia y una lectura «de un modo fluido» o no-realista: «Las veintiocho meteduras de pata históricas que se le han demostrado a la Crítica en su digresión sobre las "cuestiones inglesas del día", ¿dejarían de ser metedura de pata, porque se las considere de un modo "fluido"?; Op. cit.; Ediciones de Cultura Popular; p. 113

[12] Lukács, Georg; Op. cit.; p. 139.

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