domingo, enero 03, 2016

El descrédito de las vanguardias artísticas de Victoria Combalía y otros (Décima parte)

POR MARIO ROSALDO



1

La utopía estética en Marx y las vanguardias históricas por Simón Marchán Fiz
(pp. 9-45)

CONTINUACIÓN



En su esteticismo, Marchán cree ver barruntos o el conato de una «teoría del sujeto». No hay nada de esto porque el sujeto de Marx no es nunca el «sujeto» de Marchán. Cuando Marx habla del hombre total, del hombre real, no piensa en un hombre teórico, en un hombre abstracto o idealizado, sino en un hecho que se corrobora día a día en la lucha por la supervivencia, en la vida productiva, en la vida práctica: piensa en el hombre vivo. A Marx no le interesa teorizar sobre un hombre del futuro, un hombre utópico, ni sobre un supuesto hombre real que se reduce a un «sujeto» estético o filosófico. La referencia real de Marx, que no el «caso concreto», es Marx mismo, es su vida diaria; es el proletariado y su lucha por continuar viviendo, su lucha por un trabajo y un salario. Desde su perspectiva actual y desde ese esteticismo tradicional «corregido», Marchán ve a un Marx que ha dejado atrás las posiciones de la filosofía clásica alemana, pero, en vez de aceptar esta inocultable evidencia, exige que Marx retroceda y vuelva a la tipicidad del debate estético; esto es, que elabore «teorías» acerca de las categorías implícitas en el problema filosófico de la estética. Como no hay tal «teoría» del sujeto, Marchán entiende que la «sensibilidad subjetiva estética quedará tan sólo anunciada y [que] su descuido marcará el destino posterior de las interpretaciones estéticas marxistas, en su tendencia a la eliminación del sujeto como productor de significación»[1]. Este tender a eliminar al «sujeto productor estético» tiene que ver, explica Marchán, con «una concepción objetivista del sujeto», que, aunque se admite, se la entiende «más como contenidos de conciencia o de sensibilidad, etc., que como conciencia o sensibilidad mismas»[2]. Según esto, Marchán sostiene que el esteta marxista-objetivista reduce el sujeto a pura «subjetividad», o que por lo menos tiende a reducirlo, porque no ve al sujeto como esa importante parte activa de la objetivación. Si recordamos que Marchán reduce el hombre real a un abstracto «sujeto» de la estética, al «caso particular» de su tesis, que sería la presunta esencia subjetiva del análisis del joven Marx, comprenderemos en seguida que su acotación a la tendencia marxista-objetivista carece del principio base correcto, pues esa conciencia y esa sensibilidad nunca se reducen en Marx a la conciencia y la sensibilidad exclusivas o específicas del «sujeto productor estético», por más que Marchán así quiera entenderlo. Esta interpretación abstracta y sesgada de Marchán nos recuerda la estrategia seguida por Kant quien, en su Crítica de la razón pura, declara que no se referirá a libros sino a la facultad misma del entendimiento. Kant concilia opuestos en la conciencia mediante el razonamiento trascendental, mediante la intuición pura. Marchán precisa los términos en el simple razonamiento, en el solo discurso; nos dice que no se trata de los «contenidos», sino de las formas mismas, de los recipientes de esos «contenidos». Habría que creerle sin reclamar pruebas ya que la observación directa de la conciencia «en sí» y la sensibilidad «en sí» es el primer problema a resolver en esta discusión. Marx no busca la solución en la filigrana del lenguaje filosófico, ni siquiera en el puro planteamiento objetivo del problema cuyo realismo podría adelantar la solución más congruente, no busca la solución en la conciencia ni en la terminología abstractas o puras, la busca en cambio en la acción sensible, en la actividad empírica; esto es, en la vida práctica del hombre vivo, del hombre que es al mismo tiempo pensamiento y existencia, del hombre que no está dividido artificialmente por la tradición, por los intereses sociales, por el poder material. La busca en su propia actividad física e intelectual, en la actividad íntegra del movimiento obrero y en la actividad plena de todo hombre que respira, ama y razona, que lucha cada día por continuar viviendo, por realizarse. Marx no ve opuestos filosóficos en el hombre de carne y hueso, sino una totalidad real que aúna al hombre con el mundo, al individuo con la especie y el pensar con el ser. No deja de ver desde luego que esta realidad ha sido enajenada por el predominio del individuo sobre la especie; que el trabajo ha elevado al hombre a su condición de ser productivo y pensante, pero que al mismo tiempo le ha despojado de su libertad natural, le ha enajenado. En Marx, pues, es el trabajo en cuanto acto práctico, real, en cuanto conjunción activa de nuestra espiritualidad y nuestra materialidad, el único que puede transformar este Estado social imperante; no un sistema teórico-filosófico, ni perfecto ni absoluto.

Sumergido en su visión subjetivista, Marchán descubre en Freud y el psicoanálisis «un tratamiento real» del problema[3]. De ahí que aplauda la fusión o el «cruce Marx/Freud»[4], el cual, conforme a lo que afirma el propio Marchán, prometía entonces aportaciones a la estética[5]. Le parece importante que se penetre en la «dimensión abandonada» por medio de la psicología: «Lo decisivo (…) es la necesidad de abrir esa vía a una teoría materialista del sujeto para la Estética»[6]. Marchán no está de ninguna manera interesado en comprender que el hombre real de Marx no es solamente el «sujeto» que posee sensibilidad artística o estética, ni sólo el que se oculta en la vida psíquica. Su urgencia en acomodar las piezas teóricas del rompecabezas que asume como tesis le impide darse cuenta de la contradicción que invalida su demanda teórico-materialista. Un «sujeto» —que ya no es el hombre total, el hombre real—, cuya sola sensibilidad estética es más importante que la ineludible determinación objetiva del ser, es decir, que la predominante determinación objetiva de la naturaleza y del Estado social, porque su conciencia supuestamente escapa a la ideología y a la economía, y se mantiene por simple definición estético-filosófica en una autonomía relativa, no necesita de ningún modo de una explicación materialista; le basta la especulación idealista; le bastan las definiciones retóricas, los juegos de palabras. Al joven Marx por lo contrario no le basta esto, tampoco le hace falta una teoría del «sujeto», ni un «caso concreto», porque se observa críticamente a sí mismo, observa objetivamente al hombre de la calle, al burgués y al proletario, para corroborar su plena realidad, su total actividad ante cada problema de la vida. Un «sujeto», que sólo «objetive» las ideas para tener éxito, como ha dicho Marchán del Fausto y la Fenomenología, que sólo actúe a través de su sensibilidad estética, y que sólo vea en sí mismo la esencia subjetiva del «sujeto» general, de un hombre total del futuro, es como mínimo una interpretación equivocada de las ideas de Marx acerca del arte y de los análisis centrales de los Manuscritos. De hecho, es una propuesta propia de Marchán, en la que Marx nada tiene que ver, de la cual éste no es responsable. Marchán Insiste más en la dualidad que en la unidad orgánica, por eso anota para no olvidar: «El reconocimiento de la actividad y sensibilidad estética a partir de la sensualidad se lleva a cabo en la doble figura de la “conciencia sensible” y de las “necesidades sensibles”»[7]. Aunque este esquema nos remite al Kant de la Crítica del juicio, quien propone para la crítica —a la que este filósofo no considera ni ciencia ni filosofía—, un punto medio o elevado entre los conceptos que tienen por objeto la libre voluntad y la necesidad, el entendimiento y el razonamiento, en realidad prepara el terreno para que Marchán exponga más adelante su reducido concepto del «hombre real», el cual desde luego atribuirá a Marx. Pese a la mencionada admisión decisiva de «la actividad estética como una de las fuerzas esenciales del hombre, continua Marchán, Marx no se detiene apenas en su análisis, sino que está más preocupado por la determinación histórica de la sensibilidad estética»[8]. Ni por un momento duda Marchán de su tesis a favor de la especificidad de la apropiación estética; quien a su juicio pudo haberse equivocado es Marx, al enfocarse en la historia y no en el «caso particular» del «sujeto productor estético». Esto es, Marchán deduce que el joven Marx habría tropezado en su análisis general con este «caso particular», sin que se percatara de su descubrimiento. En realidad, Marx no encuentra que la sensibilidad estética, como fuerza esencial o facultad natural, sea exclusivamente del «sujeto productor estético», el que además produciría en relativa autonomía, en relativa libertad. Para Marx, la subjetividad es sólo un aspecto del ser humano total, el otro es la objetividad, por lo menos en lo que toca a la apropiación del mundo real. De la «concreción de las determinantes históricas», asegura Marchán, «brotarán las antinomias que obstaculizan y torpedean el despliegue pleno de nuestras fuerzas esenciales, de la misma sensibilidad subjetiva estética»[9]. Así, la «concreción histórica de la sensibilidad estética está supeditada a los análisis de la propiedad privada y del trabajo enajenado»[10]. Hay que notar solamente que, con «concreción de las determinantes históricas», Marchán no se refiere nunca a la determinación objetiva de la naturaleza y la sociedad sobre el individuo y la especie en cuanto un hecho real corroborable, sino a la pura elaboración de conceptos «concretos» en cuanto categorías «corregidas», «perfeccionadas» o «purificadas» del discurso estético-filosófico.



-----------------------
NOTAS:

[1] Combalía, Victoria y otros; El descrédito de las vanguardias artísticas; Colección BB; Editorial Blume; Barcelona, 1979; p. 25; subrayado original.

[2] Ibíd.; subrayado original.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.; pp. 25-26

[6] Ibíd.; p. 26.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd.; subrayado original.

[10] Ibíd.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Exprésate libre y responsablemente.