sábado, mayo 01, 2021

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Decimosexta parte)

POR MARIO ROSALDO




1

LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)

Por eso, pese a las que pudieran ser nuevas costumbres en la vida de los colonos teuto-gauchos, que, ciertamente, podrían explicarse como el efecto de tener que trabajar bajo nuevas condiciones de vida, Weimer insiste en que la «forma atávica de la tradición ancestral permaneció latente»[1], pues, en una fase posterior —acaso relativamente inmediata— se habría vuelto a ella, por ejemplo, en la ubicación del lavabo: éste dejó de ser una «función externa» y se integró a la cocina bajo una techumbre lateral en forma de balcón. Con esto se restituyó, dice Weimer, «la unidad de las tres funciones originales sobre una nueva conformación espacial»[2]. Otro ejemplo, sería el ático, que estaba sobre toda la construcción. Weimer explica que en el país de origen la parte del ático sobre la sala de convivencia era el «depósito del heno», pero, cuando en la colonia se separaron las «funciones», el heno fue a dar a la parte del ático sobre el almacén, lo que por lógica redujo sus dimensiones. En la colonia, la parte del ático sobre la sala de convivencia pasó a ser «depósito de cereales», pero más por «tradición» o inercia, porque en los hechos —asegura Weimer— nunca se depositó maíz ahí. El arquitecto sulriograndense explica «este comportamiento» como consecuencia de que el maíz no era familiar para el campesino venido de Europa, y, en vista de que no sabía cómo almacenarlo, creó «una construcción especial para tal fin», pero todo quedó hasta ahí[3]. Sin embargo, no encontramos una explicación de cómo y por qué ocurre esa presunta separación de «funciones». Es decir, es verdad que el lote colonial es mucho mayor que la porción feudal originaria, pero esta nueva extensión pudo controlarse dejando más áreas de cultivo y de huerto. ¿Cómo es que decide el campesino construir una casa más grande? Y, ¿cómo es que no conserva las proporciones con el modelo? ¿Qué es lo que determina estos cambios? Obviamente no fueron únicamente las ideas atávicas que traían consigo, como defiende Weimer: las nuevas condiciones materiales en las que vivían fueron igualmente determinantes. Por un lado, contaban con recursos naturales mucho más abundantes y, por el otro, podían alcanzar un mínimo de ganancias en el mercado intercolonial y en el mercado local o regional inmediato. De lo contrario, no habrían podido sobrevivir ni como colonias ni como identidades comunitarias. Lo que discutimos, no es que Weimer tome partido por el enfoque histórico-cultural, sino que pretenda que procede empíricamente, esto es, de manera objetiva, imparcial o desprejuiciada. Aunque Weimer admite que el modelo social de Marx casi siempre se cumple, salvo en ocasiones, como sería el caso de los colonos teuto-gauchos, esta no es en absoluto una postura independiente de la tendencia general de la historia cultural, ya que coincide con ella en el uso predominante del visor cultural para describir y explicar el problema social, alegando que el modelo de la «superestructura» y la «infraestructura» de Marx, por haber sido transformado en un puro determinismo económico, o por ser economicista en su origen, carecería de la capacidad para sondear los aspectos más humanos de ese problema social. Para el historiador cultural, lo económico es uno más de los aspectos a estudiar, lo cultural en cambio le parece que es el medio más comprensivo para hacer ese estudio centrado en lo objetivo y en lo subjetivo humano. Weimer dice que Marx se equivoca por sostener que lo determinante en la vida de las personas y de las comunidades es lo económico, que, él, Weimer, nos demuestra, de manera totalmente empírica (sin teorías tendenciosas, sin prevenciones de ningún tipo), que en algunas ocasiones lo cultural también es determinante. Si la primera impresión es que intenta dejar contentos tanto a los historiadores culturales como a los historiadores marxistas, la corroboración a detalle demuestra que en los hechos sólo defiende el partido que ha elegido: Weimer se mantiene todo el tiempo en el plano ideal, no en el real. Le basta haber dicho que «sólo en ocasiones» el efecto de la cultura incide en la economía transformándola para que, a partir de ahí, estudie todo desde la perspectiva de las ideas, del mundo ideal. El trabajo deja de ser fuerza de trabajo, mano de obra, para convertirse únicamente en producto de la cultura, esto es, en producto de las costumbres o de los atavismos, pero también en «composición plástica» o «remedo»; esto es, en producto de una tendencia comunitaria a reproducir la vieja experiencia ancestral sin que importe su congruencia o incongruencia respecto a la realidad física o económica. No se trata sólo de que usa una terminología con dudosos significados «empíricos» o «neutrales», sino además de que no corresponde en absoluto con la realidad de esa época, ni con la realidad de ahora. En aquel entonces se hablaba —en portugués y en alemán— de mercado, de mano de obra, de fuerza de trabajo, de comercio, etc., etc. Este discurso desaparece en Weimer para dar lugar al enfoque histórico-cultural, a la primacía de la interpretación cultural por encima de la crítica realista. Ya veremos más adelante sus diferencias fundamentales.

Sigamos estudiando el presunto procedimiento empírico de Weimer. Luego de los vestfalianos, comienza a hablar de los renanos, éstos, nos dice «constituyeron más de la mitad de los inmigrantes»[4]. Esta mayoría numérica, supone Weimer, explicaría el por qué no sólo «reunieron las mejores condiciones para mantenerse más próximos a su tradición ancestral», sino, además, el por qué «en cierta medida», terminaron «por imponerla a los demás inmigrantes»[5]. Una vez que ha dado forma a los «hechos» de las colonias teuto-gauchas, Weimer busca las verdaderas explicaciones (sin mediación de las interpretaciones) en la historia del grupo, allá en las tierras de origen. De esta suerte, teniendo en cuenta los modelos originales renanos y esas variaciones con respecto a las otras comunidades, nos dice: «fueron ellos los que desarrollaron los partidos más abiertos»[6]. Esto quiere decir que los renanos desarrollaron los partidos más libres de las casas campesinas en Alemania, por lo que les iba a resultar mucho más fácil repetir ampliamente esos esquemas libres en sus colonias brasileñas: «La casa no tiene aquella posición estratégica de los vestfalianos»[7], señala Weimer, subrayando el carácter rígido de ese grupo de inmigrantes, que se volvería sin duda un obstáculo a la hora de adaptarse a las nuevas condiciones físicas de vida y de trabajo. Vuelve a estar ausente la explicación del por qué habla de una posición estratégica de la casa campesina vestfaliana: ¿bajo qué amenaza se había hecho necesaria una ubicación estratégica? ¿Las invasiones? ¿El clima? ¿Hemos de creer que la explicación se sobreentiende al tratarse de ideas ancestrales? Vale decir, ¿hay que creer que la razón de la estrategia se perdió con el tiempo en la memoria colectiva? Esto sería admisible si el concepto de estrategia viniera de los vestfalianos, no de Weimer y su equipo. En vista de que no aportan pruebas, es algo que ellos deducen de su visión de los croquis de las casas y de las aldeas, esto es, de los modelos originarios, no es algo que estaba escrito en los documentos. Y si venía en un documento de consulta, debieron discutirlo en vez de simplemente adoptarlo como parte de su terminología. ¿Fue un aporte de las entrevistas con los descendientes? En vez de explicarnos todo esto, Weimer resalta que para los renanos es más importante construir con base a «una composición más libre en que el patio tiene límites menos definidos»[8]. En comparación, acota que la construcción de los renanos «es más simple». Se refiere a que las «paredes internas son de tablas y no de entramado, como entre los vestfalianos»[9]. Esta comparación no es fortuita, es la definición del problema y, al mismo tiempo, la elaboración de la respuesta que propone Weimer: no sólo es el número mayor de renanos lo que pesaría sobre los otros grupos, sino también la libertad con la que sus modelos originarios permitían trabajar. Hemos de creer entonces que, los colonos, al no querer adaptarse incondicionalmente al nuevo medio social y físico al que habían llegado, buscaron entre las ideas ancestrales, que habían traído consigo, aquellas soluciones más capaces de adaptarse a la nueva realidad. Acaso sólo tendríamos que creer que se dieron cuenta observando en la práctica que la libertad de las construcciones renanas jugaba a favor de una resistencia cultural, no así la simple adaptación sin condiciones a lo existente y dado en el sur del Brasil. Sin embargo, esto sólo ocurre en la creencia, en la imaginación, porque en la realidad las cosas son más complicadas. Partamos del hecho de que los campesinos germanos abandonan Alemania porque sus vidas se ven cada vez más amenazadas por la expansión de la producción industrial, por los altos impuestos, por los bajos ingresos, por la caída del mercado artesanal, etc. Llegan al sur de Brasil buscando preservar su forma de vida campesina y feudal. No esperan pues un cambio en sus condiciones de vida ancestral, quieren más bien perpetuar tales condiciones hasta cuándo y dónde sea posible. Pero todo cambia muy a pesar suyo. La adopción de los modelos renanos, pues, no sería en verdad un intento de resistencia cultural, sino una expresión de la lucha por la existencia física y mental de individuos y comunidades de carne y hueso, con necesidades materiales y espirituales. Estos campesinos y colonos vestfalianos o pomeranos no tienen a la mano más modelos que seguir que los de quienes están en sus mismas condiciones de crisis económica y moral, los renanos. Al final («en última instancia»), las nuevas condiciones económicas de vida en Rio Grande do Sul y del Brasil en general —que se afanaba entonces por integrarse a los mercados internacionales y en modernizar su sociedad, dejando atrás la esclavitud como base de su economía— se impondrán a todos los colonos teuto-gauchos sin excepción. Justo lo que Weimer y su enfoque histórico-cultural se niegan a aceptar posponiéndolo con el estudio, no de las «instancias intermedias» de Fernando Tudela, ni de las «mediaciones» de Louis Althusser, sino de lo que sería una excepción, una suspensión o una cancelación meramente ocasional de esa fatídica «última instancia», que su disertación de maestría desdibuja como determinación económica para, presuntamente, contradecir y corregir a Marx.

Weimer continúa haciendo la comparación entre renanos, vestfalianos y pomeranos. Resaltando esa libertad de la construcción renana, observa que su cocina también está separada de la casa, careciendo de «división interna». Asimismo, agrega, el lavabo no tiene una posición exacta, ni tampoco un «espacio específico»[10]. Esto, se entiende, coincidiría con los hechos encontrados en los vestigios: los modelos ancestrales no se aplicaron rígidamente en las colonias, sino que en tierras sulriograndenses se tendió más bien a hacerles cambios, en función de las opciones que ofrecían sus propias ideas atávicas, no de las necesidades económicas, ni ambientales, que les imponían las condiciones reales de vida como algo externo y ajeno. Ahora bien, la sencillez de la casa renana se vería igualmente en sus aspectos «plásticos»: si los vestfalianos pintaban de negro la estructura de madera para resaltar el blanco del cerramiento encalado de los tramos, los renanos en cambio pintaban el conjunto enteramente de blanco. Los frontones renanos, apunta Weimer, también son más sencillos y «los almacenes menos estructurados»[11]. El material de construcción empleado por vestfalianos y renanos era madera y piedras, si no adobe. En Pomerania en cambio «no había madera», sólo contaban con la piedra para construir. Esto explica, dice Weimer, el por qué en la colonia pomerana también había un mayor número de casas hechas de piedra[12]. Esto es, en las tierras de la colonia ya había madera, pero la costumbre predominó sobre las condiciones reales. Weimer no parece considerar aquí que la limitación del conocimiento técnico también fue un factor importante en la elección de los materiales de construcción: familiarizados con el corte y el uso de la piedra, a los pomeranos les resultaba más fácil elegirla como medio de construcción, que ponerse a aprender una nueva técnica constructiva desde cero. En nuestra opinión no fue tanto una cuestión de identidad cultural como de realidad y resolución práctica. Weimer continúa y llama la atención al vestíbulo pomerano: se lo conserva en la casa colonial pomerana a pesar de que era «largo» y «poco funcional» y que, encima, cortaba «la casa transversalmente» separando en una lado los cuartos y en el otro la sala[13]. Esto es a lo que se refiere Weimer cuando habla de separación o fragmentación funcional. No obstante haber perdido su funcionalidad original, los esquemas se reproducen en la casa colonial. La interpretación de Weimer es que esta conservación de elementos sin uso eficiente es una forma simbólica de preservar la memoria, de mantener viva la herencia ancestral, las ideas atávicas que pudieron traer consigo en su salida casi precipitada de Alemania. Como descendiente él mismo de inmigrantes, es comprensible que quiera ver en la reproducción alterada de los modelos originarios una resistencia cultural, una salvaguarda de la cultura campesina germana, pero en los hechos lo que la inmigración resolvía en primer lugar era la supervivencia del grupo social, la integridad física de individuos de carne y hueso, que producían sus medios de vida con métodos arcaicos, feudales o no-industriales y que, por eso mismo, habían entrado en conflicto con el nuevo modo de producción capitalista que se promovía oficialmente en la Prusia y en el resto de la Alemania del siglo XIX. No era, pues, una mera reacción al medio ambiente físico y social en el que vivían en Rio Grande do Sul para defender lo que en realidad ya habían perdido al abandonar sus comarcas, su territorialidad: la base material de sus atavismos. Era la lucha por la existencia real, no simbólica. Weimer sin embargo se empeña en buscar detalles simbólicos que confirmen su tesis. De ahí que estudie cada elemento del partido arquitectónico de la casa pomerana en relación con sus modelos originarios y con los partidos de las casas vestfaliana y renana. Así, nos dice que la cocina pomerana «no difería mucho de la de los renanos»[14]. Nos explica que hubo un momento cuando la cocina colonial pomerana se construía separada de la casa, a diferencia de lo que mandaba el modelo originario. La causa era que no se dominaba «la técnica de construcción de fuegos»[15], pero cuando se tuvo la técnica «el fuego dejó de representar un peligro». Resuelto el problema, «los pomeranos volvieron a agregar la cocina a la casa» y lo hicieron «prolongando uno de los aguilones»[16]. Así entonces no sólo se estrechó y se alargó la cocina ubicándola al fondo del vestíbulo, sino que también se recompuso «el partido general original»[17]. Es decir, los pomeranos volvieron al modelo originario de sus aldeas ancestrales, por encima de cualquier realidad acuciante. Un detalle significativo de tal hecho sería la «tradición pomerana del Rundling», que Weimer detecta en la constitución del patio de servicios; éste presenta, dice, «una nítida tendencia a la forma geométrica con un solo acceso de entrada y salida»[18]. En definitiva, para Weimer lo importante no es que al final la realidad económica se haya impuesto a estas pretensiones verdaderas o imaginarias de los inmigrantes germanos, sino que, por algún tiempo, pudieron sobrevivir como comunidades más o menos independientes, más o menos autónomas, oponiendo a la expansión capitalista en Brasil una mentalidad feudal, una cultura ancestral centroeuropea.




-----------------------
NOTAS:

[1] Weimer, Günter; «A Arquitetura Rural da Imigração Alemã»; en A Arquitetura no Rio Grande do Sul; Editora Mercado Aberto; Porto Alegre, 1983; p. 113. Las traducciones de todas las citas son nuestras.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd.

[10] Ibíd.

[11] Ibíd.

[12] Ibíd.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd.; pp.113-115.

[15] Ibíd.; p. 115.

[16] Ibíd.

[17] Ibíd.

[18] Ibíd.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Exprésate libre y responsablemente.