lunes, marzo 01, 2021

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Decimoquinta parte)

POR MARIO ROSALDO




1

LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)


Weimer y sus asistentes entran a un nivel más detallado de su análisis, por eso comparan ahora lo que es el modelo centroeuropeo con los datos recabados a partir de los vestigios y de las entrevistas[1]. Como ya hemos señalado previamente, aunque el arquitecto gaucho cree proceder de forma empírica, esto es, sin apoyarse en esquemas preconcebidos ni por él ni por teoría alguna, en realidad defiende en cada tramo de su exposición su tesis de que la cultura en ocasiones también se impone a las determinantes económicas[2]. A estas alturas de nuestra publicación, ya debe haber quedado más que claro al lector que no hay una crítica por parte de Weimer, ni a la interpretación economicista del modelo marxiano, que es el origen de sus pretendidas correcciones, ni a su propia interpretación como inversión ocasional del paradigma y como referente de sus conclusiones y en general de su encuadre histórico-culturalista. Weimer simplemente las considera válidas porque está convencido de que son resultado de un trabajo empírico, no de un teorizar a priori. Es como si nos dijera que una interpretación será siempre racionalmente aceptable a condición de no basarse en especulación teórica alguna, sino exclusivamente en los datos físicos levantados y en las experiencias corroboradas por los campesinos, por sus descendientes y por alguna documentación histórica existente. O también, que la sujeción a los datos empíricos de una investigación de campo, nos permite escapar de la toma de partido por esta o aquella teoría establecida, por esta o aquella idea preconcebida, e incluso forjar a partir de ellos una teoría propia. Sin embargo, lo que vemos en nuestra confrontación del análisis de las casas coloniales, que lleva a cabo el arquitecto y su equipo, con los datos de la realidad que Weimer mismo nos da, es que éste sólo practica un empirismo a medias, pues, en efecto, a la par que contrasta las casas centroeuropeas con las casas coloniales teuto-gauchas, completa la investigación con hipótesis de trabajo o explicaciones provisionales, que no pueden demostrarse del todo, pero que le ayudan a rellenar los vacíos de la información documental y de la historia del establecimiento de inmigrantes germanos en el sur de Brasil. Así, no sólo la investigación adquiere cierta coherencia, sino también la exposición se vuelve una fluida y convincente descripción del proceso de cambio que iría del modelo heredado al «remedo» final de las colonias sulriograndenses.

Digamos, con algo más de precisión, que en esta exposición weimeriana puede observarse que, con base a las nuevas «funciones» que van detectando en los levantamientos hechos a los vestigios en la época actual, él y su gente deducen —y generalizan, ciertamente— la causa y el proceso de la evolución bastante dispar de las casas y las aldeas teuto-gauchas, con relación a los que serían sus antecedentes históricos ubicados en Alemania; causa y evolución que, se entiende, consideran por lo menos posibles en su generalidad. De esta forma, aunque Weimer y sus auxiliares arrancan de casos particulares (los vestfalianos, los renanos o los pomeranos), en los hechos tratan de explicar lo general por lo particular y lo mismo en el sentido contrario; de ahí que las deducciones obtenidas en un caso concreto la extiendan a la generalidad de las comunidades y, al revés, lo que es válido para el modelo ancestral se aplica en su simple abstracción al caso particular de una u otra comunidad teuto-gaucha, sea para corroborar su réplica fiel, sea para señalar que existe más bien una modificación alejada de la solución original, un «remedo». Tanto la terminología de tintes funcionalistas como la referencia a un modelo empírico nos deja la sensación de que estamos ante un trabajo verdaderamente analítico, que no deja escapar ninguna información sin encontrar con aparente precisión su cómo y su por qué, y hasta sus presuntos sobreentendidos dónde y cuándo. Veamos el primer análisis o caso que Weimer y su equipo de investigadores nos presentan, los colonos de origen vestfaliano.

Aquí reconocen de entrada que el esquema de la casa colonial se vio modificado especialmente por el clima —se entiende que desde el momento en que se dan a la tarea de contar con una construcción semejante a la de los padres y abuelos—, pero también por los nuevos granos y por las nuevas actividades que estos nuevos cultivos exigían —no está claro si los campesinos reciben una dotación de estos granos desde la llegada a Rio grande do Sul o si los han conseguido después por propia cuenta, acaso a través del intercambio o trueque—, pues, a diferencia de lo que sucedía en la originaria Vestfalia, en la colonia de los inmigrantes vestfalianos había una desarticulación general de las «funciones» preestablecidas por el modelo: «la casa tendría la forma de la sala de convivencia tradicional»[3]; además, en contraste con lo que ocurría en la lejana Vestfalia, en la colonia no todas las casas tendrían el frontón orientado hacia la calle. Es decir, unos colonos respetarían el modelo, pero otros no, sus casas tendrían el frontón «volteado hacia la trocha [picada[4]. Debido a que en Alemania —nos explica Weimer—la sala de convivencia, que en el modelo originario sólo ocupaba 1/3 del total construido, y se ubicaba tradicionalmente sobre un sótano, en la colonia sulriograndense tuvieron que decidir entre reducir la sala o ampliar el sótano a toda la construcción. Según los datos levantados, Weimar da fe de que «unos optaron por la primera solución, [mientras que] otros por la segunda»[5]. Como esta disyuntiva se presentaba muy frecuentemente, asegura, «acabaron por imponerse soluciones comunes»[6], así la sala de convivencia redujo sus proporciones facilitando el incremento de las áreas destinadas a los cuartos. Esto significa que las «soluciones comunes» tampoco coincidían con el modelo alemán, pues la sala de convivencia no se reducía para ajustarse a ese estándar tradicional, sino para aumentar la parte correspondiente a los dormitorios. Weimer no explica aquí la causa de esta necesidad de ampliar las áreas para actividades privadas y de la casa colonial en general, pero se entiende que esta necesidad no se apreciaría en la casa originaria porque, como ha mencionado en otra parte, el lote americano era mucho mayor que el europeo. Es muy probable, pues, que el propio Weimer viera en esta mayor dotación de tierras la causa de que el campesino inmigrado aumentara —a nuestro entender, sin prejuicios atávicos— algunas de las áreas de su vivienda y el conjunto de la misma en general. Eso implica a la vez que, en diferentes momentos del proceso de construcción de la aldea colonial, debió haber habido una gran disponibilidad de materiales para cada construcción familiar. Esto equivale a decir que, más que climáticas, las razones habrían sido físico-económicas. El mismo Weimer nos aclara que el clima subtropical no sólo no obligó a los colonos teuto-brasileños a permanecer guarecidos en casa tanto tiempo como en Vestfalia, sino que además «la sala [colonial] cambió de carácter»[7]. En otras palabras, debido a que las reuniones familiares se fueron haciendo en la cocina, «la sala de convivencia se aproximó más al concepto de sala de visitas»[8]; esto es: pasó de ser lugar tanto de actividades públicas como privadas a ser un área exclusivamente pública. Weimer deja la evolución de la sala y aborda la de la cocina. Nos dice en seguida que, cuando comparó el modelo centroeuropeo con la versión colonial, encontró que el área de la cocina «se dividía en tres zonas diferenciadas: el lugar del fuego (o cocina propiamente dicha), el comedor y el lavabo»[9]. En cambio, en la colonia teuto-brasileña, en el clima subtropical húmedo, no aparecía la tercera zona porque el campesino se lavaba al aire libre. La consecuencia fue que esa área originaria se dividió sólo en dos partes, que además eran iguales en proporción: comedor y cocina. A manera de explicación del por qué la cocina terminó por sustituir a la sala como lugar de reunión familiar, Weimer nos comenta que, a pesar del clima cálido de Rio Grande do Sul, no se perdió del todo la costumbre ancestral vestfaliana de reunirse junto al fuego, que ahora estaba «dominado y enclaustrado dentro del fogón de chapa de hierro fundido», pues se había adquirido «una nueva costumbre: tomar el mate [chimarrão[10]. Esto significa, ni más ni menos, que las modificaciones resultantes en la casa teuto-gaucha no habrían sido tanto resultado de una influencia de la nueva realidad, del nuevo medio social brasileño en el que los campesinos inmigrados vivían y trabajaban, como la influencia de las ideas atávicas traídas de Europa. Sin embargo, si prestamos atención a los hechos, la adquisición de esa nueva costumbre, en un medio físico más bien caluroso, no habría sido posible sin ese importante aumento en el área de la cocina, y en general en todas las dimensiones de la casa colonial, que no sólo favoreció a la ventilación y la convivencia, sino también a la economía familiar.

Vemos, pues, que el empirismo de datos extraídos de los levantamientos, de las entrevistas y de los documentos históricos se ve interpretado constantemente por la tesis weimeriana de que, en ocasiones, las ideas ancestrales y persistentes de una cultura cualquiera pueden contrarrestar los efectos determinantes de la implacable realidad económica, como por supuesto habría sido el caso de los colonos teuto-gauchos, quienes se habrían negado a simplemente adaptarse a las condiciones físicas y económicas del sur de Brasil. Ello lo habrían corroborado Weimer y sus ayudantes con la detección de esa mencionada reproducción voluntaria que los inmigrados van a hacer en las trochas o colonias [picadas] de lo que fuera su forma de vida campesina en las comarcas europeas originarias. Es oportuno destacar que en su disertación original de maestría (no en el «resumen libre»), Weimer rechaza expresamente las explicaciones teóricas tomadas en calidad de préstamo de la antropológica, de la sociología o de la economía, porque está convencido de que estas anticipaciones o preconcepciones teóricas pocas veces coinciden con la realidad[11]. Esto aclara, por lo menos en parte, su convencimiento de que la tesis ocasionalista presuntamente correctora de Marx, no estaba en su mente antes de iniciar la investigación de campo. No admite, pues, que desde antes del arranque del trabajo empírico ya estaba condicionado por su propia formación académico-política, la cual, por un lado, le había sumergido en la historia cultural, esto es, en una percepción subjetivista del mundo y de la sociedad; y, por el otro, le había hecho rechazar la interpretación predominantemente economicista del marxismo ortodoxo en general y del marxismo brasileño en particular[12]. Como también ya vimos, su concepto de trabajo no es el del esfuerzo físico-intelectual, que suscribe Marx, sino el del resultado cultural, en el que se habrían aplicado las ideas heredadas de los ancestros conforme a la definición general de la tendencia histórico-culturalista (todas las esferas de la actividad humana son en esencia cultura)[13]. En cuanto a su concepto de arte, éste se esclarece un poco cuando notamos que en su formación de posgrado, mucho antes de pensar en su maestría como historiador cultural, Weimer hace estudios en la Escuela Superior de Diseño de Ulm [Hochschule für Gestaltung Ulm][14]. Se justifica sugerir, por lo tanto, que los lineamientos de la famosa escuela se relacionan estrechamente con la concepción funcionalista a través de la cual Weimer analiza el modelo germano y las reproducciones coloniales del mismo, y con esa idea del arte, que —a su juicio— no tendría nada que ver con la arquitectura entendida como actividad científico-constructiva, esto es, entendida como «diseño». Dicho sea de paso, nos parece que conserva todavía esta concepción, pues estima que las obras del art-déco no debieran considerarse arquitectura al ser tan sólo un soporte para exhibir arte[15]. Sea que nuestra sugerencia tenga fundamentos reales o no, es un hecho que en este «resumen libre» Weimer prefiere lo artesanal a lo artístico, pues considera lo primero como un trabajo práctico de conjunto, mientras que lo segundo ni siquiera sería un trabajo, sino un mero idealismo. Por otro lado, Weimer no afirma directamente que esta formación de grado y posgrado no tiene ningún peso en su investigación, pero nos lo da a entender en el momento en que cree obtener datos libres de esquemas preconcebidos; esto es, cuando cree que su pensamiento y el plan de la investigación sólo se modifican con los datos que va obteniendo, para dejar salir a la luz lo insospechado: una tesis, que, presuntamente, no había formulado de antemano. Lo que evidencian los hechos que hemos puesto frente al lector, aquí y en otras partes de esta nuestra crítica a Weimer, es que las piezas del rompecabezas ya estaban en su cabeza: solo tomaron la forma definitiva, o de tesis, cuando «encontró» una base material que justificaba el orden buscado. En otras palabras, desde el momento en que separa de manera absoluta y premeditada lo físico de lo intelectual, condiciona el rumbo que ha de seguir su investigación de gabinete y de campo. Esta separación, o inversión respecto al modelo marxiano, es el punto de partida de la historia cultural, que es a su vez el fundamento teórico, o el marco de referencia académico, de la disertación y del «resumen libre» de Weimer, no es una tesis que éste va a descubrir por accidente mediante una investigación supuestamente desinteresada (empírica o no premeditada). Será en nuestras conclusiones donde discutamos la inversión de la «teoría de Marx» que Weimer desarrolla en su disertación de maestría como un ejercicio metodológico y como una crítica histórico-cultural de su propia interpretación.




-----------------------
NOTAS:

[1] Weimer, Günter; «A Arquitetura Rural da Imigração Alemã»; en A Arquitetura no Rio Grande do Sul; Editora Mercado Aberto; Porto Alegre, 1983; p. 110. Las traducciones de todas las citas son nuestras.

[2] Véase en especial la Décima parte de nuestro ensayo, publicada el 1 de noviembre de 2018.

[3] Weimer, Günter; Op. Cit.; p. 110.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd.; p. 113

[10] Ibíd.

[11] Weimer, Günter; Arquitetura Popular da Imigração Alemã; UDFRS Editora; Porto Alegre, 2005; pp. 376-413.

[12] Véase también la Decimotercera parte de nuestro ensayo, publicada el 1 de mayo de 2019

[13] Consúltense la Sexta y la Décima partes.

[14] De 1965 a 1967, hace la especialización en Diseño Industrial en la Hochschule Für Gestaltung Ulm. Fuente: CNPq ; última actualización del currículo: 22/06/2013

[15] Véase: Weimer, Günter; O conceito de art déco; en Dossiê art déco, Revista UFG, Universidad Federal de Goiás; julio 2010, Ano XII núm. 8, pp. 9-13.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Exprésate libre y responsablemente.