miércoles, noviembre 25, 2015

Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo 7

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN: 14 DE AGOSTO DE 2017





2. LA DESTRUCCIÓN DE LA RAZÓN
(Continuación)


Lukács no sólo cree haber puesto ante nuestros ojos los «problemas filosóficos tan decisivos» en los que «rompe Schelling con el período de su juventud», no sólo cree haber evidenciado «cuán enérgicamente lo que al principio sólo era, en cierto modo, el irracionalismo puramente metodológico de la intuición intelectual va convirtiéndose en la concepción intrínseca del universo de la mística irracionalista»[1], ni sólo suma a tales presunciones, la acotación de que «este cambio de rumbo se manifiesta también»[2] como un rompimiento con el evolucionismo que desplaza la filosofía de la naturaleza de un lugar central en su pensamiento, en el cual, asegura Lukács, «todos los demás campos de la filosofía, con excepción de la estética, se trataban —por así decirlo— como complementos sistemáticos»[3], sino que encima está convencido de que respalda plenamente su argumentación con hechos históricos y, por consiguiente, con verdades más que evidentes. Respecto a los primeros tres puntos, recordemos lo ya dicho del pensamiento juvenil de Schelling: la exploración del mundo de lo sentidos, del mundo de la ciencia empírica, era para él en realidad sólo el comienzo del estudio de cómo lo infinito se había opuesto lo finito. La intuición intelectual tenía la tarea de elevar el pensamiento de lo racional a lo trascendental, de lo sensible a lo no sensible, de lo finito a lo infinito, de lo determinado a lo indeterminado, de lo perecedero a lo eterno; en suma, de lo aparencial a lo verdaderamente real, a lo absolutamente fundamental. Al desconocer el plan de trabajo de Schelling, al igual que quienes le precedieron en esta apresurada y confusa determinación del inexistente objetivismo, bajo la forma de un idealismo objetivo, esto es, bajo la forma de una identidad absoluta del sujeto y el objeto a través de un proceso dialéctico, según había interpretado y explicado erróneamente Hegel[4], y según se aceptaba en general desde esa fecha sin oponer sólidos argumentos ni a Hegel ni al idealismo conciliador de la objetividad y la subjetividad[5], Lukács deduce equivocadamente que este interés del joven Schelling por la filosofía de la naturaleza se antepone a cualquier otro, cuando por lo contrario el mayor interés del joven y el viejo Schelling es siempre resolver el problema planteado, desde un principio, elevándose de la multiplicidad y la contradicción a la unidad originaria o, lo que es igual, retornando por medio de la intuición más pura al único y auténtico centro real, lo eterno e infinito. En cuanto al último punto que hemos destacado, lo discutible por cierto no es que Lukács intente apoyar su estructura argumental en objetos reales, en hechos históricos, o en verdades evidentes, sino que encuentre suficiente la interpretación partidista que hace de ellos y que el mero convencimiento personal de que en efecto son reales, históricos o evidentes le predisponga en contra de un estudio directo de las ideas de Schelling para limitarse, en cambio, a repetir el esquema que —entonces y todavía ahora— divide la obra filosófica de Schelling en presuntos períodos, épocas o etapas, sin haberla realmente comprendido[6], tan sólo superponiendo al mismo lo que a su juicio sería una acertada explicación nacida del materialismo filosófico. Lukács pierde en consecuencia la oportunidad de corregir a críticos y seguidores, entre los cuales destaca Hegel, quienes se equivocan en lo esencial al intentar entender y resumir el pensamiento schellingiano. Obsesionado verdaderamente con la idea de que el idealismo objetivo es una especie de antecámara de la filosofía materialista, Lukács considera que Hegel —por lo menos el Hegel de la Fenomenología— cumple con el trámite, mientras que el «tornasoleado» Schelling no. Concede que el «joven» Schelling se aproxima ambiguamente al idealismo objetivo, no así el «viejo»; éste se aleja y «cae» por completo en el irracionalismo, prueba de ello sería su promoción a filósofo oficial de la Prusia restauracionista. Lukács cree ser testigo privilegiado de un inconfundible movimiento del intelecto germano determinado con toda evidencia por la circunstancia y el acontecimiento, no cree que sólo se trate de un esquema categorial que él mismo ha construido para unir en una secuencia, tenida por lógica, un efecto conocido con una causa probable.


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EL TERCERO. Convencido, pues, de que los hechos y su esquema coinciden plenamente, Lukács da paso al estudio del viejo Schelling, no sin antes explicarnos el por qué en vez de entrar a los detalles del pensamiento schellingiano da una vuelta necesariamente general por lo que, en su opinión desde luego, serían las facciones filosóficas en pugna en ese período de 1804 a 1833 que el propio Lukács ha determinado con base a conjeturas no probadas más allá de la mera argumentación:

«Habrán de pasar, sin embargo, casi treinta años antes de que Schelling presente, por lo menos en sus cursos universitarios, toda su nueva filosofía, la filosofía positiva, como la filosofía oficial de la reacción prusiana romantizante agrupada en torno a la figura de Federico Guillermo IV, antes de que se considere a este filósofo como el San Jorge llamado a abatir al dragón de la filosofía hegeliana, principalmente la de su ala izquierda radical.
«Y si nos detenemos a recapitular, por lo menos en sus rasgos fundamentales, esta etapa de treinta años, en una breve consideración intermedia, no lo hacemos tanto porque nos interesen las fases de la trayectoria interior seguida por la misma filosofía schellingiana como con vistas al cambio operado en la situación objetiva de Alemania y al consiguiente cambio operado en los frentes de lucha entre las diferentes tendencias filosóficas»[7].

Lo que este comentario de Lukács omite para empezar es la mención directa de cómo fija el período de «casi treinta años». Se contenta con poner a pie de página la referencia bibliográfica que deberá aclarar nuestras dudas. En el prólogo de 1858 a la Introducción a la filosofía de la revelación o Fundamentación de la filosofía positiva, el editor de las Obras Completas de Schelling, su hijo el vicario Karl Friedrich August Schelling, asegura ahí que «Schelling ya sostenía, a inicios de los años 1820 conferencias sobre filosofía positiva». «Incluso más tarde, por ejemplo, en el año 1833, aquí y allá exponía Schelling aparte y bajo este título el sistema de la filosofía positiva y acostumbraba en este caso añadirle una introducción a la filosofía de contenido histórico-filosófico»[8]. Lukács sólo toma en cuenta la última fecha para suponer que, si el sistema ya estaba completo para ese año, eso significaba no otra cosa que su maduración, su sistematización, debía estar precedida de algún cambio previo y evidente. Siguiendo esta lógica, Lukács no piensa ni en 1794 ni 1795 porque, entre estos años de los primeros escritos de Schelling —que a juicio de Lukács representan el inicio del vacilante o tornasoleado idealismo objetivo schellingiano— y «por ejemplo, en el año de 1833», tenía que haber forzosamente un rompimiento notorio que condujera finalmente al sistema de la «toda nueva» filosofía positiva. Además, pasa por alto decir que no sólo va a reflexionar sobre esa «etapa de treinta años», sino también sobre los doce que van de 1833 a 1845, tanto porque en este último año terminan las conferencias de Schelling en la universidad de Berlín como porque Lukács incluye en sus referencias bibliográficas la carta de Marx a Feuerbach del año de 1843 y por lo menos un libro publicado en 1844. El segundo párrafo de la cita que hemos transcrito subraya la importancia que Lukács atribuye a los cambios ocurridos en Alemania lo mismo en la esfera de lo objetivo que en la de lo subjetivo, esto es, lo mismo en la situación político-económica que en la filosófica. Lukács nos recuerda con eso que, precisamente por causa de su enfoque materialista-filosófico, no piensa descuidar la correlación que hay invariablemente entre la evolución de los hechos históricos y los luchas que se dan, en particular en el seno de la filosofía, entre progresistas y conservadores. Eso significa que Lukács va a dibujar un esquema de pensamientos que representen las contradictorias tendencias de las filosofías dominantes del período, sobre el cual superpondrá algunas ideas de Schelling que prueben su filiación a las más conservadoras y reaccionarias. Parece una broma de Lukács que se justifique por las breves ocasiones en que tendrá que hablar más o menos directamente de la obra schellingiana durante esta consideración o reflexión de los «treinta años» que intercala entre el «joven» y el «Schelling de la última época»; no obstante, es necesario entender que se dirige a lectores de quienes espera un punto de vista materialista, el cual no siempre coincidirá con el suyo en la apreciación del papel que juega la ideología en la determinación histórica de una época social. Veremos que una segunda justificación aparecerá al final de esta transición reflexiva, como un recordatorio paradójico no sólo de que la obra schellingiana es secundaria en el estudio de la filosofía que contiene, sino también de que lo prioritario para Lukács es demostrar por la vía argumental que lo determinante no es la plena conciencia que se tenga de la lucha ideológica, sino la férrea voluntad, las acciones congruentes y la moral humanista que se posean, pues éstas hacen que los pensamientos individuales se sumen a las fuerzas del cambio. El Schelling de Lukács habría carecido de todo esto, de ahí que «cayera» en lo irracional y lo reaccionario, en la oposición al progreso.



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NOTAS:


[1] Lukács, Georg; El asalto a la razón – La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler; Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1976; p. 130.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich; Diferencia entre el sistema de filosofía de Fichte y el de Schelling; traducción de Juan Antonio Rodríguez Tous; Alianza Editorial; Madrid, 1989. Véase en línea: Hegel, Georg Wilhelm Friedrich; Differenz des Fichteschen und Schellingschen Systems der Philosophie; en Werke; Band 2; Frankfurt a. M., 1979. Erstdruck: Jena (Akademische Buchhandlung) 1801.

[5] El problema matemático-filosófico de la identidad absoluta antecede a la obra de Schelling y Hegel y gira en torno de Kant; por ejemplo, en 1790, Brastberger afirmaba que «la identidad absoluta y numérica de las cosas representadas por nosotros y las cosas en sí no postula la razón bien entendida, sino solamente la relación según la cual las cosas en sí expresan nuestro conocimiento real»; véase: Brastberger, M. Gebharb Ulrich; Untersuchungen über Kants Critik der reinen Vernunft; bey Johann Jacob Gebauer; Halle. 1790; p. 276; traducción nuestra. Después de Schelling y Hegel la discusión del problema gira más bien en torno de ellos. Véase, por ejemplo: Fichte, Immanuel Hermann (Editor); Zeitschrift für Philosophie und spekulative Theologie; ersten Bandes erstes Heft; bei Eduard Weber; Bonn, 1837.

[6] Véanse, por ejemplo: Harms, Friedrich; Die Philosophie seit Kant; Verlag von Theobald Grieben; Berlin, 1876. Y: Metzger, Wilhelm; Die Epochen der Schellingschen Philosophie von 1795 bis 1802. Ein problemgeschichtlicher Versuch; Carl Winter's Universitätsbuchhandlung; Heidelberg, 1911. Para una visión de principios de siglo XXI, véase por ejemplo: Norman, Judith and Welchman, Alistair (Edit.); The New Schelling; Continuum; London, New York, 2004. Y: Ostaric, Lara (Edit.); Interpreting Schelling; Critical Essays; Cambridge University Press; Cambridge, 2014.

[7] Lukács, Georg; op. cit.; pp. 130-131. En el texto en alemán Lukács escribe «con la toda nueva filosofía» y no habla de un recapitular, ni de recapitulación, sino de que busca dibujar o copiar esos rasgos principales en una breve Zwischenbetrachtung, que es la consideración o la reflexión intermedia que enlaza las primeras partes de su crítica con la última.

[8] Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph von; Sämmtliche Werke; dritter Band; zweite Abtheilung; I. G. Cotta'scher Verlag; Stuttgart und Augsburg, 1858. Prólogo del editor; pp. VI y VII. Traducción nuestra.

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