viernes, octubre 23, 2015

El descrédito de las vanguardias artísticas de Victoria Combalía y otros (Séptima parte)

POR MARIO ROSALDO



1

La utopía estética en Marx y las vanguardias históricas por Simón Marchán Fiz
(pp. 9-45)

CONTINUACIÓN



Insiste, pues, Marchán en hablar de una teoría general de la apropiación sensible donde «el reconocimiento de lo estético» sería el «caso particular» alrededor del cual presuntamente girarían los análisis del joven Marx dedicados, en realidad, a la crítica objetiva de las categorías de la filosofía y la economía política. Esta imaginaria relación de lo general con lo particular justifica en Marchán la solicitud de una «matización»[1] que subraye cada palabra que el Marx de los Manuscritos dedique a «lo estético». Así, para probar que el joven Marx habla de una variedad de apropiaciones, dentro de las cuales se destacaría la apropiación específica de lo estético en su calidad de «caso particular», Marchán nos remite al fragmento donde aquél relaciona las facultades naturales (Marchán, o el traductor en que se basa, prefiere traducir literalmente «fuerzas esenciales» del alemán Wesenskräfte) con los objetos reales que le son propios: «Por ejemplo —resume Marchán las ideas del joven Marx— los objetos de la vista ni se formarán, ni serán iguales a los del oído»[2]. Lo que omite Marchán en su síntesis y en los comentarios a la misma es que en este pasaje Marx está explicando los dos aspectos que componen el todo de la apropiación humana, el objetivo y el subjetivo. Nunca inscribe lo subjetivo dentro de lo objetivo. Asimismo, en los análisis de la objetividad y la subjetividad, el objeto real y las facultades actúan de manera recíproca; no en abierta oposición, no en franco enfrentamiento, como entiende Marchán. Marx explica que el objeto real propicia el desarrollo histórico de los sentidos físicos e intelectuales; pero, al ser apropiado, el objeto se subjetiva, se humaniza: origina una conciencia y una experiencia individual y colectiva, pero también sentimientos o estados de ánimo. Al no comprender que el joven Marx habla de dos aspectos de la misma naturaleza humana, de la unión recíproca del hombre y la especie, del hombre y la naturaleza, del mundo espiritual y el mundo material, del pensar y el ser, Marchán interpreta equivocadamente que el Marx de los Manuscritos, o por lo menos que el análisis de ese fragmento, «instaura … una dialéctica sujeto/objeto que nos aproxima a una rudimentaria teoría de la especificación subjetivo-objetiva de cada práctica humana y, remotamente, de cada práctica artística significante, como diríamos hoy»[3]. Obsérvese bien que son dos las implicaciones de esta tesis de Marchán: no sólo que el joven Marx en vez de referirse a un hecho, a la realidad humana unitaria, habla en teoría de una oposición, una contradicción o un enfrentamiento, lo cual es falso, sino además que Marx funda en el puro discurso materialista lo que sería la solución de la antinomia clásica, de la contradicción tradicional, lo cual desde luego no coincide con la actividad real ni del joven ni del viejo Marx. Volveremos sobre este punto cuando más adelante Marchán toque apenas el asunto de la diferencia entre las soluciones del Kant de la Crítica del juicio y el Marx de los Manuscritos. Lo siguiente que hace Marchán, para probar que las ideas de Marx sobre «lo estético» coinciden con lo que él interpreta, es señalar que este joven recurre a la música siguiendo los pasos del Feuerbach de la introducción a La esencia del Cristianismo[4]. La conexión entre esta introducción y el análisis del joven Marx es innegable, pero se puede sostener lo mismo de las enormes diferencias. Feuerbach no sólo se refiere ahí a la música, sino también a una cierta reciprocidad entre el sujeto y el objeto, entre el hombre cuya esencia es determinada por el objeto y éste que a su vez es convertido en el elemento correspondiente del sentimiento[5]. Aunque Feuerbach presenta únicamente las abstracciones conceptuales de los hechos históricos y fisiológicos en los que dice fundarse, los tiene presentes de alguna manera en calidad de objetos esenciales o reales, Marchán en cambio sólo piensa en las coincidencias que pueda detectar entre un texto y otro, entre el discurso de Marx y el de la tradición representada por Feuerbach; se interesa en la forma discursiva de los hechos, no en los hechos mismos; se le escapa en consecuencia que incluso el materialismo abstracto de Feuerbach percibe la esencia de una unidad fáctica en la que se disuelven el yo y el tú, el sujeto y el objeto.

El error interpretativo de Marchán se hace evidente en cada ensayo de prueba; no es éste la excepción. Afirma que Marx recurre a la música apoyado en Feuerbach «para ilustrar desde un lado subjetivo una peculiaridad concreta». Si aislamos la frase con que Marx inicia ese análisis podríamos creer que en efecto habla de «un lado subjetivo» o de «un punto de vista subjetivo», etc. Esto no sucede si por lo contrario la estudiamos en su contexto, entonces resulta que Marx nos remite al hecho histórico, al hombre total en cuanto hombre vivo o existente, que ha desarrollado orgánica y socialmente facultades físicas e intelectuales propias de su especie. De modo que cuando escribe «Por otra parte, entendido subjetivamente, ... »[6] no aclara que pasa de la teoría general al presunto «caso particular» de Marchán, sino que va a hablar del segundo componente del que el hombre se vale para apropiarse de los objetos reales, sin que haya una oposición, una contradicción o un enfrentamiento entre los sentidos materiales y los sentidos espirituales, ni entre el sujeto y el objeto, mucho menos una reducción de la objetividad a la pura subjetividad estética como sugiere Marchán. Y para que se crea eso de que «la teoría de la sensualidad tiene como capítulo especial lo referente a la sensibilidad estética en el sentido estricto»[7], Marchán se limita a repetir que «afecta a lo que llamaríamos hoy la búsqueda de lo específico de la actividad estética, ya sea como creación por su “misma producción” o como percepción estética “por cultivo”»[8]. Marx —acota Marchán— se queda en este mero esbozo del «reconocimiento de lo estético». Y justo en este fin de párrafo, es Marchán quien se queda en un intento de crítica al «análisis de la naturaleza de lo estético» del joven Marx, pues aduce que en este momento importa más «su reivindicación»[9]. Se contenta con indicar que si por un lado Marx parece aceptar «la tradición filosófica precedente como un hecho», por el otro «esclarece la naturaleza de lo estético por la vía negativa»; y que Marx «parte del supuesto de que el objeto de la estética se identifica con el tradicional concepto de belleza y se vincula también a la tradición hedonista de los sentidos capaces de gozos humanos»[10]. Vale la pena hacer una observación aquí. Cuando Marx habla de la música como objeto real que puede ser apreciado solamente por quienes se han cultivado o por quienes la producen, esto es, tan sólo por el hombre social, nos remite lo mismo al objeto estético que al objeto artístico: no sólo al crítico de arte, también al compositor y al ejecutor o intérprete, profesional o aficionado; y, por supuesto, nos remite al publico en general que posee algún grado de conocimiento musical. Marx parte, pues, del objeto real el cual es humanizado por los sentidos y por los sentimientos del gusto y las leyes de la belleza en la música. Que esta reciprocidad entre el objeto real y la sensibilidad humana no es tradicional lo prueba el hecho de que Marchán nunca la ve. Esas tradiciones estética y hedonista de las que habla Marchán serían el punto de partida de Marx si ellas nos refirieran al hombre total en cuanto hecho histórico y ser vivo. No lo hacen. El mismo Marchán nos ha mostrado que en el debate estético tradicional el hombre es concebido como una dualidad que ha de ser resuelta mediante una purificación o una idealización; mediante el triunfo de lo espiritual sobre lo material; tal es el caso del Kant de la Crítica del juicio y el del Schiller de las Cartas. En el primero lo trascendental y lo desinteresado se pone por encima de la experiencia y en el segundo el hombre ideal o moral deberá imponerse al hombre real y al Estado natural para ser libre. En lo que toca al hedonismo, el joven Marx se defiende solo en su tesis doctoral Diferencia de la filosofía de la naturaleza democrítea y epicúrea[11], donde, con los mismos términos de los Manuscritos, defiende su percepción del hombre total rechazando el subjetivismo de Demócrito y el objetivismo de Epicuro, que además encuentra contradictorios en sí mismos. La tesis fue terminada en marzo de 1841. Y nada tiene que ver tampoco con la opinión de Feuerbach sobre Epicuro en los libros publicados antes de ese año[12]. Como la primera edición de La esencia del Cristianismo aparece apenas en la primavera de ese 1841, puede decirse que Marx llegó por un camino propio al concepto realista del ser humano.

En los Manuscritos, Marx habla del autogoce [Selbstgenuß], en el sentido de un goce humano individual, o no colectivo, que puede ser espiritual o material, más criticando su tradicional trasfondo filosófico-religioso que aludiendo específicamente a la interpretación germana del hedonismo epicúreo: «La apropiación de la realidad humana, su comportamiento respecto del objeto es la actividad de la realidad humana; de la eficacia humana y del padecimiento humano, pues el padecimiento, entendido humanamente, es un autogoce del hombre»[13]. En otras palabras: el padecer o el sufrir la acción del objeto real es sólo el complemento recíproco de nuestra propia acción o efectividad sobre él, es igualmente su humanización, su apropiación objetiva y subjetiva; el padecimiento individual es sin embargo el modo subjetivo de gozar el objeto real. El Feuerbach de La esencia del Cristianismo, quien desde luego también habla del autogoce, solamente concibe un abstracto centro esencial o un medio disolvente de los contrarios, el Marx de los Manuscritos en cambio expone a la vista el hecho de la unidad real del padecer y el gozar; nunca se interesa —como aduce Marchán— por una oposición teórica que ha de ser resuelta en una pura conciencia presuntamente materialista.



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NOTAS:


[1] Combalía, Victoria y otros; El descrédito de las vanguardias artísticas; Colección BB; Editorial Blume; Barcelona, 1979; p. 21.

[2] Ibíd.; subrayado original.

[3] Ibíd.; pp. 21-22; subrayado original.

[4] Ibíd.; p. 22; se puede consultar en línea la versión alemana del libro de Feuerbach: Das Wesen des Christentums.

[5] Esta es la introducción en la versión alemana: Einleitung.

[6] «Andrerseits: Subjektiv gefaßt:... »; consúltese en línea la sección «Propiedad privada y comunismo» en la versión alemana: Ökonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844; p. 540; traducción nuestra.

[7] Combalía, Victoria y otros; op. cit.; p. 22.; subrayado original.

[8] Ibíd.; subrayado original.

[9] Ibíd.; subrayado original.

[10] Ibíd.

[11] Marx, Karl; Differenz der demokritischen und epikureischen Naturphilosophie nebst einem Anhange; Werke. Berlin 1968, Band 40; consúltese en línea en Zeno.org.

[12] Nos referimos en especial a Geschichte der neuern Philosophie von Bacon von Verulam bis Benedict Spinoza de 1833 y Geschichte der neuern Philosophie - Darstellung, Entwicklung und Kritik der Leibnitzschen Philosophie de 1837.

[13] Karl Marx, Friedrich Engels: Werke. Berlin 1968, Band 40; véase la sección «Propiedad privada y comunismo»; p. 539; traducción nuestra

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