sábado, abril 28, 2007

Proyecto y método en arquitectura (Decimosexta parte)

POR MARIO ROSALDO
ACTUALIZACIÓN 20 DE OCTUBRE DE 2013




Antes de entrar a estudiar el expresionismo de Hans Poelzig (1869-1936) y Erich Mendelsohn (1887-1953), y el expresionismo arquitectónico en general, a fin de compararlo con el de Bruno Taut, veamos primero el argumento de Jencks, según el cual —palabras más, palabras menos— el utopismo del movimiento expresionista alemán estaba en franca contradicción con los principios anarquistas.

Si buscamos una definición concreta del anarquismo en Jencks no la hallaremos, excepto las referencias a Proudhon, Kropotkin, Tolstoi y Stirner —ni siquiera menciona a Bakunin, ni a Rocker, mucho menos a Landauer— o las referencias al Mayo francés, al tratar su última de las «seis tradiciones», y la apuesta de los Cohen-Bendit por una organización espontánea; o, ya al final del libro, los ejemplos del espontaneísmo revolucionario que toma de Hannah Arendt. Por tanto, si decimos que para Jencks el anarquismo es una suerte de activismo político espontáneamente revolucionario, que no se basa en una sola teoría, y que incluye el humorismo, no estaremos muy alejados de su percepción. ¿Pero es éste el concepto que los anarquistas alemanes tenían? ¿Era exclusivamente activista el anarquismo alemán? ¿Elige Taut una vía apolítica alejada del anarquismo? Veamos, pues, si podemos responder a estas interrogantes.

Gracias al libro Anarquismo y organización[1] de Rudolf Rocker (1873-1958) podemos tener una idea bastante clara de quiénes fueron las fuentes del anarquismo alemán. Asimismo, podemos hacernos una idea bastante clara de las condiciones en que se formó. Rocker estima que es en la Suiza francesa donde los obreros alemanes entran en contacto por primera vez con las ideas anarquistas. Los líderes alemanes habían buscado refugio ahí huyendo de la represión imperial en contra del movimiento socialista. Así, en 1876 aparece en Berna el primer diario anarquista en alemán. Rocker asegura que la tendencia anarquista se radicaliza justo después de la promulgación de la ley contra los socialistas, esto es, en 1878 cuando se declara ilegal todo el movimiento socialista alemán.

La actividad clandestina del anarquismo alemán durante la vigencia de dicha ley consistió, dice Rocker,

«solamente en la distribución clandestina de los periódicos y folletos publicados en el extranjero».

En 1890 cae la ley contra los socialistas y termina la cancillería de Bismark; la socialdemocracia se divide y los disidentes forman el Partido de los Socialistas Independiente, fundando su propio periódico, el Sozialist, que se publica de 1891 a 1899. Este diario, de acuerdo a Rocker, evoluciona al anarquismo, sobre todo bajo la dirección de Gustav Landauer (1870-1919). A pesar de las nuevas condiciones políticas más favorables, que no excluyeron nuevas persecuciones y represiones, el anarquismo no pudo constituirse en un sólido movimiento.

Rocker lo atribuye a que el movimiento joven no tuvo el

«tiempo suficiente para fortificarse espiritualmente y establecer una base para su actividad».

A su juicio, no sólo se dieron influencias dispersivas como la de John Henry Mackay, Max Stirner o Nietzsche, y las de otros autores de libros, sino que además los mismos órganos del movimiento anarquista favorecieron un pensamiento confuso y superficial que propiciaba las divisiones antes que la organización. El problema de la organización aparece como el primer punto a discutir en el Congreso Anarquista Internacional de Ámsterdam de 1907. De acuerdo a los textos que nos presenta Rocker, Dunois y Malatesta hablan en ese Congreso a favor de una necesaria organización que sea capaz de superar el individualismo, que ya entonces afecta a las fuerzas del movimiento anarquista internacional. El resultado más importante de dicho Congreso es la formación de un Bureau Internacional que vincularía a las diversas organizaciones nacionales.

Rocker, representante alemán del anarco-sindicalismo, no deja de mencionar la existencia de esta corriente, pero es en su libro Anarco-sindicalismo (Teoría y práctica), donde realmente explica el tema[2]. Ahí rechaza el socialismo «parlamentarista» y se pronuncia por el sindicato como la punta de lanza del movimiento libertario obrero. Aunque el anarco-sindicalismo inicia en Francia a fines del siglo XIX, con la fundación de la CGT y de la Federación de Bolsas del Trabajo (o con la fusión posterior de ambas) en 1895, la idea de la huelga general como estrategia irremplazable de la lucha sindical se extiende en seguida a los países vecinos. Esta creciente influencia se hace visible en Alemania sobre todo a partir de 1920, cuando inicia en Berlín el proceso que marcará las diferencias entre el anarco-sindicalismo y el bolchevismo.

Todo lo anteriormente expuesto nos permite entrever que ni en Alemania ni en el resto de Europa había un solo anarquismo. Aunque predominaba la idea de que el anarquismo era un puro activismo, o un puro espontaneísmo, esto no era lo que pensaban sus líderes. La preocupación de Rocker por una organización más continuada que la organización espontánea, surgida en el momento, coincide con la preocupación de Kropotkin de establecer una ciencia y una moral anarquistas que pudieran ser guías del movimiento internacional, del «socialismo libertario». En sus últimos escritos, Kropotkin sostiene –como más tarde hará Gropius respecto a la creatividad– que es indispensable desechar los prejuicios para que el espíritu socialista comience a ser una realidad. Por su parte, Landauer se caracteriza por su pacifismo y por su concepción espiritual de la revolución anarquista. Le sorprende la revolución de noviembre de 1918, pues había supuesto que ésta sería obra de un movimiento popular que iniciaría en los artistas (los poetas), una revolución pacífica: un cambio de mentalidad decantado, o contagiado, de la minoría a la mayoría.

No existe en Taut ninguna contradicción con los principios defendidos por Kropotkin o Landauer. Como este último, Taut habla de una revolución espiritual. Como aquéllos dos, Taut también habla de un cambio mental, de la inversión de los conceptos. Pero su visión pluralista incluye a socialistas de bandos contrarios, en esto se diferencia de los anarquistas alemanes como Landauer o Rocker, enemigos acérrimos del socialismo «parlamentarista» y «marxista». Taut era anarquista, pero lo era sólo a su manera, no era un simple activista realizador de las ideas de otros o que se dejaba llevar por las ideas predominantes en el socialismo, era consecuente con sus propios ideales. En cambio, el anarquismo que Jencks enarbola, que Jencks exige que Taut y todo el expresionismo cumplan, corresponde más bien al nuevo anarquismo de los años sesenta. Jencks no toma en cuenta las contradicciones propias del movimiento socialista contemporáneo a Taut.

En cuanto a su concepto de la utopía, Jencks nos remite a Popper, para quien la ciencia no puede predecir los cambios políticos. La primera observación que hay que hacer al respecto es que —como hemos visto— Taut no desarrolla sus ideas desde la perspectiva científica, sino que asume plenamente el punto de vista del artista, del hombre intuitivo. Cualquiera pensaría que el pluralismo que defiende Jencks incluye este punto de vista intuitivo, pero no es así. Jencks se inclina por el cientificismo, el cual intenta vanamente mezclar la teoría del arte con un concepto abstracto de la ciencia. Pero, ¿cuál puede ser el punto de vista más válido para el artista, el del empirismo, el del racionalismo o el del intuicionismo? ¿Puede establecerse una relación coincidente entre las tres tendencias? Al parecer, las respuestas dependerán siempre de una elección, de una toma de partido; de la interpretación que demos al tema de la objetividad y de la subjetividad, aun cuando intentemos ser neutrales. Al menos Jencks sí elige un enfoque cientificista del arte, de la arquitectura, una mezcla de esteticismo, racionalismo y empirismo. Y, como cualquiera que elige algo, sobre todo después de mucho “estudio”, Jencks está convencido de que su elección es la correcta.

Pero Jencks se equivoca cuando supone que si él está en lo correcto, los demás están en lo incorrecto, que si él es capaz de ver la realidad compleja, los demás no, en especial los que adoptan enfoques intuitivos o idealistas, o los que vivieron en épocas pasadas. Cuando alguien elige un punto de vista, esta elección no condiciona las acciones y los ideales de otros, aunque haya obrado así por oposición a ellos. En otras palabras, la realidad no se hace más real porque digamos que es múltiple o compleja, ni la esperanza es menos utópica si la basamos en pronósticos más empíricos o más racionales del futuro. Podemos estar de acuerdo o no en los enfoques o métodos elegidos por los demás, pero creer y reflexionar son dos opciones válidas y propias del ser humano.




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NOTAS:



[1] Véase el documento en línea en Antorcha.

[2] Véase el documento en línea, Anarcosindicalismo (Teoría y práctica) 

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