domingo, noviembre 24, 2019

«Soluciones prácticas» en la crítica de arquitectura

POR MARIO ROSALDO



NUESTRO DECIMOCUARTO ANIVERSARIO

En Ideas Arquitecturadas llegamos hoy al momento de transición entre un año y otro de trabajo de publicación, pero también entre catorce años de esfuerzos concretos y un año por venir de múltiples posibilidades, de las cuales no sabemos nada, salvo que queremos materializar algunas. En efecto, para 2020, nuestros planes son terminar el ensayo Antecedentes del debate crítico contemporáneo: orígenes del irracionalismo, desde luego, sólo en lo tocante al capítulo de Lukács sobre Schelling, como presunto iniciador del irracionalismo alemán, y retomar la crítica al libro El descrédito de las vanguardias artísticas, de autores varios, en particular al ensayo de Simón Marchán Fiz, quien interpreta muy a su manera el pensamiento de Marx. Si queda algún margen, podríamos avanzar en nuestro estudio del primero de los dos ensayos del arquitecto sulriograndense, Günter Weimer, contenidos en el libro A Arquitetura no Rio Grande do Sul, donde también aparece un ensayo del arquitecto Nelson Souza, que quisiéramos discutir críticamente. Nuestro sincero agradecimiento a quienes nos han leído todo este tiempo con amable atención.

Aprovecharemos este espacio para anotar muy brevemente algunas de las ideas que han dado vuelta en nuestra cabeza estos días. Esperemos que la sugerencia irónica no moleste a nadie.

«SOLUCIONES PRÁCTICAS» EN LA CRÍTICA DE ARQUITECTURA

De acuerdo a lo que hemos leído en la Red, a algunas personas les parece que la crítica de arquitectura debiera abordar preferentemente temas de acuciante actualidad y versar solamente sobre obra construida y reconocida. Algo diferente a esto les parece, si no una pérdida de tiempo, sí algo ajeno e indiferente, cuando no oscuro o inaccesible. Entre estas personas hay críticos de arquitectura profesionales, es decir, que son reconocidos como tales por sus publicaciones periódicas, pero igualmente hay críticos y lectores más bien ocasionales, espontáneos, que no les preocupa en absoluto tener o no razón en sus comentarios. Ambos grupos demandan soluciones prácticas a lo que estiman es una crisis de la crítica de arquitectura. Como vivimos en democracias donde se vale expresar casi todo lo que se piensa, con tal de no ofender a terceras personas, estas opiniones son bienvenidas. Sin embargo, y esto hay que decirlo de modo expreso, nos guste o no, todo crítico está en su derecho de escoger y desarrollar tanto sus temas como los aspectos que más le interesen del campo de la arquitectura. Así como nadie vota para que alguien sea un crítico de arquitectura, así tampoco nadie decide qué es lo que este crítico ha de hacer como tal. A menos, claro, que esté al servicio de una autoridad despótica o manipuladora, o que el crítico esté completamente a merced de las condiciones económicas de vida, condiciones bastante enajenantes, habría que resaltar, esto es, a menos que se venda al mejor postor con tal de conseguir sus fines. Sus lectores son importantes, ni duda cabe, pero ellos no determinan el rumbo de sus trabajos, ni cuando compran sus escritos. Se entiende que, por muy individualista que sea un crítico, toma sus decisiones influido directamente por las condiciones sociales en las que vive, ya porque está a favor de ellas, ya porque está en contra. De ahí en fuera, en la práctica, los únicos limites a los que el crítico de arquitectura se enfrenta son sus propias capacidades físicas e intelectuales: su constancia en la investigación, su compromiso con la imparcialidad o, contrariamente, con el partido que haya elegido (la ciencia, la filosofía o la religión, institucionales o no), su inconformidad con las verdades establecidas, etc., etc.

Entonces, las razones por las que un crítico de la arquitectura elige un tema académico de moda u otro marginal o más bien olvidado, también un campo de actividad en el que puede desenvolverse sin mayores complicaciones solo como técnico, u otro que le demanda romper con la división social del trabajo y la consiguiente manera fragmentada de pensar, responden lo mismo a sus intereses personales que a las exigencias de la comunidad profesional y de la sociedad en general en la que participa voluntaria o involuntariamente. Algunas razones y contrarrazones pueden ser: 1a) la crítica y la teoría son superadas por la realidad que siempre cambia; 1b) no hay actualidad que no tenga sus raíces en el pasado; 2a) lo que importa es la relación de la obra con su época, con el presente; 2b) no hay obra construida y escrita que no nos devuelva a las viejas polémicas entre una corriente arquitectónica y otra, entre la continuación de la tradición y su interrupción radical, por lo que no se entiende plenamente ni una ni otra sin el estudio histórico de los antecedentes; 3a) la obra no requiere más que de sí misma para ser valorada; 3b) una obra construida no habla por sí misma, requiere de interpretaciones, las cuales, por su naturaleza retórica y partidista, sustituyen necesariamente el pensamiento del arquitecto creador por el de una supuesta autoridad, por la presunta solvencia moral e intelectual de terceros (también intérpretes de la obra o de ese pensamiento creador), o, simplemente, por las presunciones del crítico de arquitectura, sea experimentado, sea un principiante.

Igualmente hay algunas frases hechas que enfatizan el sentido práctico de la vida social y que se usan como justificaciones: «una imagen dice más que mil palabras», «por sus obras los conoceréis» y «hechos no palabras». No olvidemos la frase de moda atribuída a Le Corbusier, «Prefiero dibujar que hablar». Esos pros y contras, junto con el decir popular, sugieren que convencer a un crítico con simples razones no es nada fácil, tampoco a sus lectores y admiradores. Encima, por ilógico que parezca, sucede a menudo que un crítico de arquitectura no está abierto a la crítica ni de sus posiciones teórico-prácticas ni de sus argumentos, tampoco a la crítica de sus fuentes con las que llega a tener verdaderas actitudes reverenciales. En consecuencia, «soluciones prácticas» podrían ser éstas: Si a usted no le interesa o le aburre lo que hace un determinado crítico de arquitectura, mejor busque a otro que satisfaga sus expectativas. Si usted no entiende el trabajo de ese crítico, pregúntele directamente o aguarde a que se explique él solo. Si nada de esto le satisface, o no funciona, pues intente usted ser ese crítico de arquitectura que anda buscando. Tal vez usted mismo se sorprenda de su oportuna aportación al gremio, el cual, además de lectores críticos, necesita de autores originales, creativos, rigurosos. En pocas palabras, sólo podemos pedirle al crítico que sea congruente consigo mismo.

1 comentario:

  1. Muy directo el mensaje, que se puede resumir en, si vas a criticar debe ser proponiendo, y eso puede aplicar en la vida a muchas actividades, es más me atrevería a decir, en nuestro día a día, felicidades por tu forma crítica que ya está siendo tu firma saludos

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