miércoles, mayo 30, 2012

Los casos concretos y la teoría*

POR MARIO ROSALDO



FRAGMENTO

Nuestra renuencia a discutir temas que nos alejan del trabajo de investigación de casos concretos, se explica en parte por la satisfacción más inmediata que éste proporciona en comparación con la especulación retórica, que sólo puede satisfacer a quien cree en la magia de las palabras. Cuando medimos el tiempo dedicado a la investigación con la escala de la vida personal, la urgencia de los resultados nos asalta a cada paso, no se diga si los objetivos son prioritariamente económicos. Pero esto se relativiza y pierde su urgencia, si medimos nuestro trabajo con criterios generacionales y sociales, incluso universales. Estamos diciendo que lo teórico y lo práctico, como categorías, sólo cobran significado según se refieran a actividades individuales o colectivas. Fuera de esta actividad sólo existen como abstracciones, como existe un triángulo o un rombo. La medición de la relación entre teoría y práctica, su resultado, depende de la escala que empleemos, si la de nuestros intereses particulares, o si la del interés estrictamente científico. Los primeros rompen el balance real que existe entre «teoría» y «práctica» en la actividad de los individuos para, o bien tender a buscar únicamente «lo práctico», o bien «lo teórico». El segundo, en cambio, se concentra en la actividad misma, no tanto en los posibles resultados inmediatos («prácticos» o «económicos»).
 

Ya que socialmente se tiende a lo práctico —se es más individualista que colectivista o desinteresado, más subjetivo que objetivo—, hemos de creer que la escala correcta para medir el trabajo de investigación científica es la de aquéllos que suponen que son la «normalidad» y la «mayoría». Pero su escala no aplica en la investigación científica, por tanto es de uso exclusivo de la vida práctica, es decir, de la vida sujeta a la economía, a la producción. La investigación ni siquiera debería perder tiempo en distinguir esto; ocurre, sin embargo, que no solamente esa «normalidad» y esa «mayoría» cuestionan el trabajo desinteresado del investigador, existen también, dentro del grupo de los investigadores, quienes creen que debe buscarse un equilibrio entre esa vida práctica y el tiempo dedicado a la investigación. Lo primero que salta a la vista es que son investigadores «sui generis», esto es, de «medio tiempo» o de «segunda mano». Al abogar por una investigación que no absorba mucho tiempo, están simplemente justificando la superficialidad de su trabajo. Hacen lecturas selectivas o funcionales de textos que puedan ayudarlos a configurar las «demostraciones» de sus tesis. Pese a que son más subjetivos que objetivos, se presentan como científicos, aunque no siempre como investigadores. 

Esa exigencia de un equilibrio entre teoría y práctica se da en la escala de los intereses personales, ante el apremio económico, hasta emocional o sentimental. Por ello mismo no se plantea en términos objetivos, a saber, como aspectos indisolubles de la misma actividad real, sino como la simple oposición entre dos abstracciones categoriales, como quien separa la abstracción geométrica del objeto real que la origina. En esta abstracción antitética es aparentemente fácil resolver el problema del equilibrio entre uno y otro polo; basta con enunciar la existencia de un punto de equilibrio deseable para dar por finiquitado el asunto. Es decir, si el problema se plantea como un simple discurso, como un simple esquema categorial, entonces no puede tener otra solución que no sea necesariamente retórica. Es como solucionar una simple operación aritmética sin tener que relacionarla con objetos reales: la suma de dos más dos siempre será cuatro, o el medio de diez siempre será cinco. Así, el punto de equilibrio entre la teoría y la práctica, en abstracto, será aquél equidistante entre uno y otro extremo, y este será siempre el mismo resultado. 

En la actividad real, sin embargo, no hay forma de establecer ese punto de equilibrio de manera tan rutinaria y simple. Serán las propias fuerzas, por un lado, y los alcances de la investigación, por el otro, los aspectos que determinarán el predominio de lo teórico o lo práctico en el trabajo. En el estudio de casos concretos, hemos visto la sustitución de lo empírico por lo racional; en cierto sentido es un equivalente de la sustitución de lo práctico por lo teórico, si entendemos lo primero como la observación de los objetos físicos y lo segundo como el análisis de nuestras inferencias. Pero esta sustitución es producto intencional de una elección, no es el resultado de la investigación. Así que no podemos tomarla como el modelo de la actividad real. El procedimiento de la elección de un punto de partida consiste en la abstracción que se ha hecho de dicha actividad real. Si en ella, el vivir —o el ser— y el pensar son una sola unidad, en las circunstancias que la determinan socialmente, en cambio, todos los extremos exigen de una diferenciación por lo común insalvable. Las condiciones materiales o históricas de vida determinan la toma de partido, tanto en la vida práctica (económica) como en la vida religiosa, filosófica o artística. Es así como la elección de un método predispone los resultados de una investigación, en especial si está sujeta a intereses particulares o no-científicos. 

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 *Texto escrito originalmente el 10 de noviembre de 2011, Cuaderno 2011(9).

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