jueves, septiembre 11, 2014

La crítica de arquitectura durante el proceso de diseño IV/IV

POR MARIO ROSALDO


El estudiante y el profesional de arquitectura que renuncian al recurso de una crítica científica en la estimación de la dimensión real del problema que enfrentan, lo hacen en parte porque aceptan completamente, o sólo a medias, los métodos de diseño recomendados o impuestos por terceros; pero también porque viven en una sociedad capitalista la cual, por necesidad de su eterna reproducción y vigencia, fomenta en los individuos actitudes economicistas, practicistas y pragmáticas. Aunque el diseño como actividad proyectiva y constructiva propia del arquitecto nace asociado con la búsqueda espiritual de una nueva organización social, de una nueva calidad de vida, es —desde el mismo momento de su nacimiento— un esfuerzo materialista permanente por transformar la arquitectura en un sector eficiente de la producción económica nacional e internacional, lo mismo como construcción y tecnología que como arte y ciencia. No es, pues, fortuito que la enseñanza actual de la arquitectura sustituya en la primera oportunidad los métodos tradicionales del arte de proyectar con los analíticos y digitalizados de la virtual ciencia del diseño o design, a la vez que orienta por completo la producción de la obra arquitectónica hacia la satisfacción de las necesidades del mercado de los nuevos materiales y de las nuevas tecnologías de la construcción global y la cruzada ambientalista; necesidades que, según el marketing, se derivan de los nuevos altos estándares de vida a los que aspira la sociedad capitalista del siglo XXI. Esa ambigüedad original o histórica del diseño arquitectónico permite que algunas escuelas, o algunos maestros de estas escuelas, pongan el acento ora en el bienestar material, ora en el bienestar espiritual; o que propongan como principio de diseño un manifiesto equilibrio entre una y otra calidad de vida. La influencia de los maestros puede ser importante en algunos estudiantes de grado y posgrado, y por supuesto hasta en algunos arquitectos en pleno ejercicio, pues les anima a tomar partido por un determinado enfoque, relacionándolo en ocasiones con el proceso general de diseño, o únicamente con algunas de sus etapas iniciales, que suelen estar apoyadas en consultas bibliográficas o en observaciones in situ de la obra de maestros y personajes prestigiados. En otros estudiantes y arquitectos, la influencia puede ser más bien breve e incapaz de desplazar completamente el enfoque propio de éstos. Si estudiante y arquitecto no buscan el reemplazo de su propio punto de vista, sino el fortalecimiento del mismo, pueden reaccionar frente a la influencia con un franco rechazo hacia ella. En este caso, podemos observar que: o bien ya han tomado partido por un enfoque arquitectónico parcial o totalmente opuesto al sugerido, o bien creen que ellos o cualquier otro debiera tener la oportunidad de elegir el partido y el enfoque arquitectónico con absoluta libertad, esto es, «sin influencias».

La aceptación de —y la reacción a— las influencias de los maestros, o de cualquier otra autoridad reconocida o imaginada, están presentes cuando el estudiante y el arquitecto tienen que decidir entre asumir o renunciar a una crítica realista del problema arquitectónico. La asunción dependerá de si estudiante y arquitecto están dispuestos a modificar o reemplazar el partido y el enfoque arquitectónico considerado por ellos propio. La renuncia puede ser abierta o velada. Es abierta cuando se abandona en los hechos el proyecto o se lo realiza bajo protesta. La renuncia velada es una asunción aparente: en vez de la modificación y el reemplazo sólo tiene lugar una suspensión pragmática del propio punto de vista, que permite sortear toda evaluación, revisión o supervisión mientras dura el proceso de diseño; sin que eso signifique en todos los casos que se rinden incondicionalmente al pragmatismo. Esto nos confirma que, si bien el criticar es una forma natural del pensar, su proceso no se da en un solo sentido, ni libre de influencias sociales. Vale decir: cuando estudiantes y arquitectos se niegan a comprometerse real o aparentemente con una crítica científica o realista, no renuncian necesariamente a toda forma de crítica, lo que hacen es más bien apoyarse en partidos y enfoques arquitectónicos racionalistas, intuicionistas, empiristas, pragmáticos o eclécticos que de alguna manera puedan coincidir con su propio punto de vista, o que adoptan como tal sólo en determinadas circunstancias. Si esto no se percibe claramente a lo largo del proceso de diseño, y sobre todo en sus etapas más críticas, es porque los partidos y los enfoques arquitectónicos no aparecen entonces como un debate en curso, sino más bien como el «triunfo definitivo» de las últimas generaciones de arquitectos sobre las anteriores. Basta que estudiante y arquitecto cuestionen esta apariencia para que descubran que existe un debate arquitectónico en el cual todavía se tienen muchas dudas no sólo respecto a la arquitectura moderna de la primera mitad del siglo XX, sino también respecto a sus derivados teórico-prácticos más actuales, que han surgido bajo su influencia o como variadas reacciones a ella. Aunque este cuestionamiento les pone cerca de una estimación de la dimensión real del problema arquitectónico, por lo general no les conduce directamente a una toma de partido por el enfoque científico. Influidos por su formación empírico-racionalista y escéptica, que es previa, paralela o alterna a su formación técnico-universitaria, y que no excluye de ningún modo una parte místico-religiosa, estudiante y profesional de arquitectura con frecuencia encuentran muy difícil aceptar que la ciencia pueda aprehender la «cosa en sí» de la naturaleza y del hombre. En esas ocasiones prefieren creer lo que han escuchado o leído, a saber: que la misma ciencia ya ha demostrado que la «realidad» es siempre una ilusión evasiva o un laberíntico «complejo» de ideas que apenas puede vislumbrarse y representarse con afortunadas metáforas; o que el «conocimiento verdadero» también es asequible por medios distintos a los de la ciencia. No es habitual que cuestionen la fuente de su escepticismo respecto a la ciencia, la vida práctica y el mundo físico.

Dado que su propia concepción del diseño arquitectónico por lo regular no corresponde al proceso de diseño que practican en el taller, laboratorio, módulo o gabinete, estudiante y arquitecto se ven obligados a hacer ajustes y concesiones a fin de librarse de cualquier obstáculo que les impida alcanzar su meta académica o económica. Sin embargo, se reservan el derecho a disentir en los aspectos más arbitrarios o accesorios del mencionado proceso. La apuesta por el análisis lógico-matemático del proceso general de diseño tampoco les impide mantener asidas sus creencias místico-religiosas, ni detiene la mencionada influencia de la formación empírico-racionalista, como apoyo a su resistencia o como alternativa de pensamiento. Es decir, su inserción progresiva como diseñadores o proyectistas en el mundo laboral, en la producción capitalista, no les desprovee de ideas e identidades que consideran propias, con las que reaccionan de muy diversos modos ante una visión puramente materialista o economicista de la vida. De tal suerte que hay como mínimo tres posiciones generales de la crítica de arquitectura durante el proceso de diseño: la de los que reaccionan al materialismo o el economicismo guiados por las ideas que consideran universales o propias, la de ésos que aceptan su influencia en cualquiera de los grados de verdadero compromiso o mera simulación y la de aquéllos que buscan el equilibrio, la síntesis de los opuestos, ora en el lenguaje y la lógica, ora en la moral y la simplicidad. En todos los casos, sus referencias son lo mismo la ciencia que la religión, o que la filosofía; pero suele suceder a menudo que, separando tajantemente o no el mundo espiritual del mundo material, consideren propias sólo las interpretaciones «prácticas» que puedan hacer de ellas. Cuando proceden así, puede decirse que combaten el fuego con fuego, que combaten la vida materialista o práctica con un practicismo aparentemente distinto; esto es, con adaptaciones prácticas o muy simplificadas de la ciencia, la religión o la filosofía. Las tres posiciones generales creen enfrentarse al determinismo económico en los terrenos exclusivos del diseño, del arte o de la retórica, pero en realidad están siempre bajo el dominio de dicho determinismo. En la primera parte de este ensayo hemos bosquejado, tomando en cuenta su independencia de una institución o el tipo de vinculación con ella, tres o cuatro líneas de desarrollo de un crítico, sea estudiante de arquitectura, sea arquitecto en pleno ejercicio (maestro, investigador, proyectista o constructor, básicamente); debemos agregar ahora que asimismo nuestro crítico puede tomar diversos partidos, o uno solo de ellos, desde antes del inicio de su formación técnico-universitaria, durante esta formación y ciertamente a lo largo de cada una de esas tres o cuatro líneas de desarrollo a las que acabamos de referirnos.

Por último, aunque para el academicismo y el cientificismo la obra publicada de la crítica de arquitectura, difundida y reconocida por los medios de comunicación y por la élite cultural de la sociedad capitalista, es más importante que esta forma de crítica de arquitectura que se practica durante el proceso de diseño —considerado ya como un proceso filosófico-artístico, ya como un proceso científico-económico—, para los estudiantes y arquitectos en ejercicio, que comunican oralmente sus reflexiones, en términos tan claros y precisos que no sienten necesidad de ninguna representación gráfica o escrita, o para quienes apelan al recurso del dibujo, la imagen, los esquemas y las notas como medios para definir mejor sus conceptos, o para reforzar su memoria, sostener un punto de vista propio es mucho más valioso que verse publicados y premiados por terceras personas que quizá ni les entiendan. Al parecer, prefieren guardar sus juicios para una reducida audiencia, para un pequeño grupo de amigos o para ellos solos. En cierto modo, esta es una reacción a la promoción de medios e instituciones que recibe la obra publicada de la crítica de arquitectura no sólo de los años recientes, sino también de las seis décadas pasadas. Es decir, este carácter de obra publicada, de producto editorial y objeto de marketing, no oculta a muchos la parcialidad de juicio, el centrismo cultural ni los errores de diversa índole de la crítica de arquitectura reconocida socialmente; aunque nunca faltará quien se confunda y tome estas tendencias, carencias y equivocaciones como justificaciones para improvisar y medrar como supuesto crítico de arquitectura.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Exprésate libre y responsablemente.