domingo, noviembre 25, 2012

En torno del concepto moderno de arte*

POR MARIO ROSALDO



Ayer se cumplió el séptimo año de haber iniciado la publicación de Ideas Arquitecturadas, por ese motivo hemos buscado en uno de nuestros cuadernos de 2005 —el año de inicio— algún texto que pudiera dar idea de cuáles eran entonces nuestros temas de investigación. Esperemos que la elección sea de su interés.




(...)

Los fragmentos del pensamiento heredado de la Antigüedad nos permiten establecer que ni Sócrates, ni Platón, ni mucho menos Aristóteles, ni siquiera Plotino, son la referencia histórica directa del concepto moderno de arte, que lo identifica con la poesía y con el concepto de belleza. Para una mente moderna esta identificación resulta común, pero no siempre ha sido así. Y no tenemos que buscar ejemplos en la Antigüedad, pues la Ilustración ya hizo ese trabajo por nosotros. Entre sus representantes más conspicuos hay un manejo diferenciado entre arte y poesía, y entre estos medios expresivos y la belleza, si bien en esa misma época igualmente se tiende ya a identificar el arte con una actividad estética específica. En este sentido, es significativo que Baumgarten se preocupara por establecer la esencia de lo bello, de la belleza misma, pero no por el fenómeno del arte, como suele plantearse hoy día; o que Lessing se preocupara por determinar el concepto de lo bello en el arte y la poesía, buscando su sentido original en Homero y los clásicos Grecolatinos, y no por determinar el concepto mismo de arte.

Para poder explicar cómo se llega al concepto contemporáneo de arte, tal vez debamos seguir dos caminos: el de la evolución del concepto de la sensibilidad, o lo sensible, como grado o forma de conocimiento, que va del Renacimiento a la Ilustración, es decir, que va de La Docta Ignorancia (1440) de Nicolás de Cusa hasta las discusiones pos-racionalistas, y que está conectada con la distinción que hace Aristóteles entre experiencia e intelecto, y que recoge Tomás de Aquino en su adaptación de Aristóteles a la fe cristiana; y el de la separación entre artes liberales y artes mecánicas que llega desde la Edad Media hasta al concepto moderno de Baumgarten y Lessing, y desde luego, de Goethe y de Marx; separación o distinción que también está relacionada con la subordinación que Platón y Aristóteles impusieron al trabajo físico y la experiencia del hombre vulgar, y que Plotino continuó en su concepción del platonismo: el bien es la fuente de la inteligencia y de la belleza. Detengámonos a considerar el pensamiento de Plotino de acuerdo a dos puntos de vista aparentemente distintos: el de Francisco Larroyo y el de Bertrand Russell, un neokantiano y un logicista.

Sobre el concepto de belleza de Plotino, Larroyo escribe: «... la metafísica de la luz constituye el primer ensayo para explicar el ser mediante lo bello: la belleza es la iluminación ideal de la materia, del espacio vacío y tenebroso»[1]. Del resumen que hace Larroyo del pensamiento de Plotino, entendemos que esta belleza es la expresión de la luz divina, no del hombre; que la materia no es bella de por sí, sino sólo gracias a esta luz. Entendemos que la belleza en Plotino no es un arte, sino la manera en que Dios hace de la materia —es decir, de lo malo y lo demoníaco— un medio para que lo bueno y lo santo se realicen. La belleza por tanto no pertenece a los hombres, no emana de la materia, sólo nos es dada como manifestación de lo divino. El hombre puede contemplarla en su retorno a la divinidad, por medio de la theoría. Larroyo parece confundir, como buen moderno, belleza con arte, porque nos habla de una «estética metafísica» y de un «concepto filosófico de arte». Pero no abunda en el carácter de esa theoría. No nos dice nada sobre la relación que establecía Plotino entre verdad y belleza, si hay esa diferencia entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual, o no. Mucho menos nos explica qué legitima el hablar de «estética» o de «filosofía del arte» en el caso de Plotino.

Bertrand Russell[2], por su parte, nos dice que, a diferencia de los estoicos, Plotino no identifica la naturaleza con Dios, de hecho la considera la esfera más baja, algo que emana del alma que olvida ver hacia arriba, hacia el nous, pero para Plotino el mundo visible es bello y es la residencia de los espíritus benditos; sólo es menos bueno que el mundo intelectual. Y esto es así porque el alma crea el mundo material a partir de la memoria de lo divino, y no porque haya caído. El mundo del sentido, piensa Plotino —dice Russell— es tan bueno como sólo un mundo sensible puede ser. Plotino está convencido de la belleza de las cosas que se perciben mediante los sentidos. Para avalar su interpretación, Russell cita a Plotino:

«¿Quién que perciba verdaderamente la armonía del reino intelectual podría caer, si tiene alguna inclinación a la música, para corresponder a la armonía con sonidos sensibles? ¿Qué geómetra o aritmético podría dejar de hallar placer, en las simetrías, las correspondencias y los principios de orden observados en las cosas visibles? Consideren, incluso, el caso de las representaciones: aquellos que viendo mediante el sentido corporal las producciones del arte de la pintura no ven la misma cosa del mismo modo; están profundamente conmovidos al reconocer en los objetos descritos a los ojos la presentación de lo que yace en la idea, y de esta manera son llamados a la contemplación espiritual de la verdad —la misma experiencia de la que surge el amor. Ahora si la vista de la belleza excelentemente reproducida sobre un rostro lleva la mente a toda prisa a otra esfera, seguramente nadie que vea abundar el encanto en el mundo del sentido —este vasto orden, la forma que incluso las estrellas despliegan en su lejanía, nadie podría ser tan insulso ni tan inmutable como para no ser transportado por todo esto, tan grande, surgido de esa grandeza. No corresponder a esto tan sólo podría ser no haber comprendido este mundo ni haber tenido ninguna visión de eso otro»[3].

Según Russell, para Plotino este mundo material sólo es una copia del mundo eterno y en cuanto tal tiene una belleza que corresponde a una copia. Russell insiste que, en Plotino, la belleza tiene un cierto carácter abstracto. En su tratado de la belleza intelectual, Plotino escribió lo siguiente:

«Ciertamente todos los dioses son augustos y bellos de una belleza más allá de las palabras. ¿Y qué les hace así? El intelecto; y en especial el intelecto que opera dentro de ellos (el divino sol y las estrellas) para la visibilidad... »[4].

Dejemos a nuestros guías y reflexionemos por cuenta propia. En Plotino aparece otra vez la manifiesta separación entre lo intelectual y lo físico, que privilegia al sabio, al filósofo, que ya encontramos en Platón y Aristóteles. Sin embargo, la belleza en Plotino sólo es una prueba de la existencia divina, cuya copia es asequible al sabio en su contemplación espiritual, esto es, mediante el recogimiento. Así, el encuentro con la divinidad es un breve momento de arrebato, de éxtasis. Todo conocimiento, toda sabiduría o toda verdad es insondable, excepto la copia del mundo sensible, que en sí sola es manifestación de lo divino. Es posible su contemplación y hasta el retorno a lo divino mismo, pero sólo para una vida intelectual que, supone Plotino, es buena si renuncia a los placeres sensibles, si se entrega a una contemplación de la belleza y la verdad, si es un alma pura. No podemos dejar de ver que la negación del mundo material-sensible, la aceptación de su no-existencia, es la única llave para retornar a lo divino. Reconocer la belleza del mundo material es acercarse a la verdadera existencia, a la de los seres divinos que emanan del Uno. El mundo sensible sólo es visible para la luz divina que tiene la belleza por apariencia, pero de ella apenas percibimos una copia, no la verdadera belleza, la original belleza de los dioses. A ésta nos acercamos únicamente con la ascesis, la theoría y el éxtasis, y sólo brevemente.

Ahora bien, si consideramos las definiciones de arte y poesía, o poética, de Aristóteles vemos que arte es más bien la inteligencia emanada de la materia, del hombre, la que desde luego es más propia de unos hombres que de otros, en especial de los filósofos. Aristóteles no establece una conexión con la inteligencia divina; por lo contrario, la conecta con la experiencia de los hombres: «Por la experiencia progresan la ciencia y el arte en el hombre». Es injusto, por supuesto, basarnos en el concepto de arte de Aristóteles para argumentar que Plotino no se refiere a la belleza como arte, según sugiere Larroyo y probablemente otros esteticistas. Parece más justo explorar en Platón la idea que Plotino pudo haber tenido de la ciencia y el arte, pero es sabido que Platón no aportó una definición del mismo. De hecho se considera que Aristóteles es el primero en hacerlo. Cabe resaltar de todos modos que Plotino, al menos el Plotino de Larroyo y Russell, y aun el de Ferrater Mora, no habla nunca de arte con una definición necesariamente contraria a la de Aristóteles. Cuando habla del arte de la pintura, por ejemplo, no se detiene a explicarnos si las artes (y la ciencia) son emanaciones del Uno, o si son producto del esfuerzo intelectual del hombre. Sólo dice que el resultado, la representación misma, nos lleva a reconocer en ella aquello que yace en la idea, es decir, si Russell está en lo correcto, aquello que yace en la esencia, en el alma.

Cierto es que podemos deducir que todo es emanación del Uno, pero Plotino reconoce etapas para volver al Uno; Plotino diferencia entre hombre físico y hombre intelectual, entre hombre sujeto a los placeres sensibles y el asceta. Probablemente consideraba que el «artista» formaba parte de los hombres de ciencia, de los intelectuales; en especial a los pintores porque podían representar visualmente la belleza. No alude a los poetas porque la theoría es contemplación, no discurso, como lo sería más tarde, pero sí alude a los filósofos porque habla de la contemplación de la verdad, una contemplación que es espiritual, y no meramente física, del mundo sensible, porque busca la esencia, lo divino. Nos dice que el amor también surge de esta experiencia próxima al éxtasis, ¿debemos entender por amor el acto creativo del hombre, el poder de representación que se manifiesta en el pintor, por ejemplo? No, porque Plotino no dice que la theoría nos lleve a la representación de la belleza, sino que esta representación nos posibilita reconocer el alma, lo divino y, en consecuencia, nos transporta a otra esfera, la de la contemplación espiritual. ¿De qué experiencia surge entonces el arte? ¿Qué decía Platón al respecto? De entrada hay que recordar que tenía un concepto negativo de la poesía, que no apreciaba a los poetas, en particular a los rápsodas. Toca ver entonces las diferencias y las aproximaciones entre Platón, Aristóteles y Plotino.

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NOTAS:

[1] Larroyo, Francisco; Introducción a la Filosofía de la Cultura; Editorial Porrúa; México, 1981; p. 301.

[2] Russell, Bertrand; History of Western Philosophy and its Connection with Social Circumstances from the Earliest Times to the Present Day; Unwin Paperbacks; London, 1980; Chapter XXX, pp. 289-300.

[3] Plotino; Enneadas II, 9, 16; en Russell, Bertrand; op. cit.; pp. 295-296. Traducción nuestra

[4] Plotino; V, 8; ibíd.; p. 299. Traducción nuestra.



*La redacción original del texto es del 16 de agosto de 2005.

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