martes, enero 31, 2012

Arquitectura e investigación*

POR MARIO ROSALDO



Es interesante descubrir las implicaciones de la investigación en torno del comportamiento empírico y del comportamiento racional. En primer lugar, se procede a separar arbitrariamente lo que en el campo de la especulación filosófica se considera unido o inseparable. Inmediatamente se abandonan los conceptos que no tienen nada que ver directamente con la actividad real de los objetos físicos (incluyendo en dicha actividad los procesos químicos). Es decir, se renuncia a buscar los orígenes y las esencias de los conceptos que suponen representar la actividad real percibida como fenómenos o cosas.

Una implicación de esta diferenciación entre lo empírico y lo racional es la sobrevaloración, por así decirlo, que se hace de las teorías y sus conceptos. En vez de confrontar a aquélla y a éstos con la actividad real, que suponen describir y explicar, se les da por ciertos y definitivos. Comportamiento que está en desacuerdo con lo que en las ciencias naturales se considera empírico y racional. Para el científico, no es suficiente el criterio de verdad del filósofo racionalista; de hecho le resulta limitante. Esa sobrevaloración que se hace de una teoría, o la también posible subvaloración, suele depender de lo que un grupo o partido considera cierto o erróneo, verdadero o falso. Esto es, no depende en realidad de la descripción o de la explicación que da de los objetos físicos, y mucho menos depende de la actividad observable de los mismos.

En el campo de la filosofía, o, si se prefiere: en el campo de la especulación racionalista, se toma una teoría o un concepto como el punto de partida, y no pocas veces como el medio, para intentar describir y explicar un origen, un desarrollo y un estado actual de cosas. Este procedimiento no sería criticable si el objetivo o el propósito fuera cotejar dicha teoría o dicho concepto con los procesos físicos y químicos implícitos en toda actividad real. La tendencia racionalista más bien consiste en reducir dicha actividad a los comportamientos psicológicos, ideológicos o puramente mentales. El primer paso es verla como discurso o como palabras, y, luego, como lógica o como epistemología.

Un ejemplo de este procedimiento racionalista es el estudio de prácticamente todo «ismo». En el campo de la estética, o de la filosofía del arte, hallamos la discusión en torno del expresionismo. Difícilmente podrá encontrarse una solución a este problema porque el concepto mismo sustituye al fenómeno que intenta describir y que es su base real. Lo más que podrá conseguirse es establecer el origen del concepto, de la palabra «expresionismo», pero no del movimiento real que supone ser. En efecto, la ciencia también recurre a suposiciones, pero las abandona cada vez que la confrontación del concepto o la teoría exige de correcciones o, incluso, de modificaciones totales, a fin de coincidir lo más exactamente posible con los datos que arroja la observación empírica: las pruebas o los experimentos.

El expresionismo no sólo es una suposición que se ha elaborado provisionalmente para estudiar un período del arte, es al mismo tiempo la solución que antecede al planteamiento del problema. Por eso el procedimiento consiste únicamente en adaptar la conformación del «problema» con la «solución» que ya se tiene a mano. Las investigaciones estéticas que se han publicado, en lugar de cuestionar esta supuesta actuación científica, insisten en demostrar que el «expresionismo» como tal existe, o existió. Un proceder científico tiene que renunciar a este tipo de demostraciones retóricas, de otra manera en lugar de describir y explicar la actividad real de los artistas llamados expresionistas, sólo podrá hablarse de un concepto académico, pero vacío.

El estudio del término lleva por un camino diferente al del estudio de los artistas involucrados en la actividad real del período que quiere definirse. Pensamos que es válido hacer los dos estudios por separado, pero no sustituyendo uno con otro; en particular si lo que nos interesa es conocer esa actividad real de los artistas o de los arquitectos de principios del siglo XX.



*Texto tomado de nuestro Cuaderno 2011(10), con fecha del 25 de diciembre.

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