jueves, octubre 30, 2014

La crítica en el Laocoonte de Gotthold Ephraim Lessing III/IV*

POR MARIO ROSALDO



SEGUNDA LECTURA (2008)


En el Capítulo VI, Lessing invierte la perspectiva y nos remite a la razón histórica. Su discurso nos lleva a eliminar hipótesis para sujetarnos al dato histórico[1]. El ancla de la especulación es justamente la razón histórica, el dato comprobable, la tradición griega que nos transmiten los documentos. Por eso, a diferencia de Dilthey, nosotros vemos en el Laocoonte de Lessing un trabajo de capital importancia. Las investigaciones arqueológicas habían demostrado o no la antigüedad de la escultura, pero lo que a Lessing le interesa aquí es más bien la forma en que la deducción y el análisis pueden aplicarse al estudio del arte y la poesía, no con base al trabajo empírico del arqueólogo, sino con base al trabajo empírico del dramaturgo, que investiga a fondo las obras y a los personajes a quienes ha de dar vida en escena. Quizá Lessing está inspirado en la lógica aristotélica o incluso en la tradición medieval de hallar exclusivamente toda respuesta en los textos (bíblicos y aristotélicos), pero no aplica la lógica para resaltar el valor de los clásicos sobre los modernos, lo que hace es entenderlos desde el propio punto de vista clásico y no desde el de los contemporáneos. No dice Lessing que los clásicos tengan las respuestas, sino que los problemas contemporáneos pueden resolverse si seguimos la lógica de la tradición hasta hacerla desembocar en las hipótesis modernas; dice que estas hipótesis deben ser confrontadas con los datos históricos de la tradición. Este punto es importante. ¿Podemos confiar en la fidelidad de las descripciones de los griegos y los romanos? Lessing confronta todas las fuentes disponibles y de esta confrontación saca las conclusiones. En otras palabras, Lessing no dice que sean descripciones fieles, sino que son las fuentes con las que se cuenta. Entendemos que, fuera de eso, toda especulación tiene que admitirse como simple hipótesis o mera retórica. La hipótesis supone la confirmación al corto o largo plazo, o su refutación. Es un esquema o modelo propuesto para resolver provisionalmente un determinado problema, aunque puede ser el punto de referencia de análisis posteriores; si esta hipótesis no tiene la menor posibilidad de corroboración o refutación definitiva entonces corre el riesgo de convertirse en un falso punto de partida, y se convierte en un obstáculo a la investigación, a la crítica. Así que, o se evita formular hipótesis sobre temas que carecen de toda posibilidad de corroboración, o se pone el acento en el hecho de que no es una hipótesis sino una mera especulación sin pretensiones científicas. En el Capítulo VII, Lessing distingue dos clases de imitación: «Decir que el poeta imita al artista, o que el artista imita al poeta, puede significar dos cosas: que el uno hace de la obra del otro el objeto real de su imitación, o que los dos tienen el mismo tema, y el uno copia del otro la manera y el procedimiento»[2]. Su crítica se dirige contra Addison y Spence, contra la «insípida manía de no querer atribuir las obras de los antiguos poetas al esfuerzo de su propia imaginación, sino al conocimiento de la ajena»[3].

viernes, octubre 17, 2014

La crítica en el Laocoonte de Gotthold Ephraim Lessing II/IV*

POR MARIO ROSALDO



SEGUNDA LECTURA (2008)


El Capítulo III[1] inicia con el anuncio del concepto moderno, el cual Lessing critica. Este concepto ahora nos resulta familiar con el concepto de Harris que Dilthey señala[2], pero que Lessing no avala. En primer lugar porque Lessing no subordina la belleza a toda la naturaleza visible, ni la sacrifica a fines más elevados, ni dice que el artista plástico deba subordinarla a su plan general que es dominado por la verdad y la expresión. Para Lessing, el arte de la Antigüedad tenía por ley suprema la belleza, y a ella se sometía. Por eso, Lessing invoca una vez más al artista plástico clásico, a Timómaco, quien cumple con la ley y nos presenta en su Medea el momento anterior al drama, o el posterior en su Ayax furioso. Lessing concluye: «El huracán se reconoce por las ruinas y los cadáveres de que ha sembrado la tierra»[3]. Lo anterior es una confrontación entre el pensar moderno, donde el arte ha ampliado los límites clásicos, y el pensar griego, donde cada ejemplo confirma la regla. El todo constituido de partes sometidas a él da un ejemplo de esta confrontación. No sabemos si Harris identificaba ese todo del arte con el todo de la naturaleza, pero es obvio que Lessing no sólo no lo hacía en el Laocoonte, sino que además lo criticaba con su interpretación de la teoría clásica. En el Capítulo IV, Lessing estudia la poesía clásica para compararla con los límites de la pintura. La pintura captura un momento crucial que el artista sujeto a la ley de la belleza no puede representar en su crudeza o en una sucesión de tiempo. Lessing dice que esta posibilidad de la poesía o del drama permite al poeta reproducir con mucho más naturalidad ese momento de dolor, pues la sucesión de la trama atenúa su violencia, lo convierte en parte de un todo en el que predomina lo bello. En cambio, la pintura no dispone de la recreación del tiempo para atenuar los feos efectos del dolor. Por eso tiene que ser sutil y dar preferencia a los efectos bellos.

viernes, octubre 10, 2014

La crítica en el Laocoonte de Gotthold Ephraim Lessing I/IV*

POR MARIO ROSALDO



SEGUNDA LECTURA (2008)


Debido a que su primer objetivo era combatir el falso gusto, los juicios mal fundados, que equiparaban la poesía y la pintura y hacían depender la primera de la última, Lessing comienza su libro Laocoonte[1], diferenciando los puntos de vista del aficionado, el filósofo y el crítico. Del crítico nos dice que éste es el que no generaliza, el que sólo se atiene a cada caso particular; pero, nos advierte, por cada crítico juicioso hay por lo menos cincuenta que todo lo embrollan[2]. Aclarado cuál es su método a seguir, que no es el de la filosofía entendida como ciencia en la que lo general abstracto domina a lo particular concreto, Lessing busca el apoyo documental que pruebe a sus lectores que los griegos clásicos establecían límites entre la pintura y la poesía. Su estudio de los casos de Apeles y Protógenes —quienes, según Lessing, habrían vivido en una época en que las leyes de la poesía ya estaban sólidamente fijadas—, nos muestra también cómo procede ante la falta de documentos comprobatorios de que ambos hubieran establecido y desarrollado las reglas de la pintura conforme al modelo poético. Intentando superar este obstáculo, Lessing estudia cuatro casos documentados del pensamiento grecorromano para establecer lo que sería un comportamiento congruente con el de estos dos griegos. Y encuentra de esta manera que Aristóteles, Cicerón, Horacio y Quintiliano se caracterizan por una moderación y una exactitud en su aplicación de los principios y la experiencia de la pintura a la elocuencia y la poesía. Yendo de este estudio de casos particulares comprobados a lo general, encuentra que es privilegio de los Antiguos no traspasar en nada los límites de la justa medida. Así también deduce que Apeles y Protógenes debieron haber procedido de forma muy semejante; esto es, debieron haber establecido muy claramente no sólo las relaciones entre la pintura y la poesía, sino igualmente sus profundas diferencias. A los contraargumentos que se apoyan en el juicio de Simónides de Ceos, según el cual había una analogía entre pintura y poesía, Lessing responde con base a su estudio de casos concretos documentados que los Antiguos limitaban tal juicio a una impresión, haciendo diferir las dos artes en los objetos que imitan y en el modo de imitarlos.