domingo, julio 01, 2018

Arquitectura, cultura y lucha de clases en Brasil (Octava parte)

POR MARIO ROSALDO




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LA ARQUITECTURA RURAL DE LA INMIGRACIÓN ALEMANA

(continuación)

Este es el párrafo que abre el tercer apartado, La organización de una trocha [picada] teuto-gaucha[1], «A fines del siglo XVIII, Alemania entró en el proceso de industrialización y la población rural sintió en carne propia las consecuencias de la reestructuración de los medios productivos y de la organización social. Si antes de la industrialización la vida del agricultor no era fácil, cuando tuvo que cargar con el alto impuesto para la acumulación de capital, su vida se volvió insoportable. La solución fue emigrar y cerca de cinco millones de alemanes dejaron su tierra durante el siglo XIX. La mayoría se dirigió a los Estados Unidos y una parte minúscula (cerca del 2%) al Brasil, de la cual la mitad vino a Rio Grande do Sul»[2]. Aunque podemos decir que en este tercer apartado se desvanece mucho más el trasfondo teórico-histórico de los dos primeros, que, como ahora se sabe, tratan de las regiones campesinas germanas, de los sistemas constructivos y de los tipos de vivienda, es obvio que conceptos como «proceso de industrialización» y «acumulación de capital» no pueden entenderse sin la discusión crítico-económica que todo este tiempo ha intentado comprenderles y explicarles en el campo de las ciencias sociales. Weimer la omite con la clara intención de resaltar el componente empírico; tal vez supone que el lector podrá captar en general lo que quiere decir con ellos. Y, a decir verdad, la idea se capta en general. El problema surge cuando corroboramos cada concepto con el acontecimiento al que nos remite. No decimos que Weimer no tuviera conciencia de esto, sino que sacrifica el detalle por el efecto general. Después de todo, queremos pensar, siempre se podrá consultar su disertación de maestría, en la cual se basa este «resumen libre» que estamos estudiando. Veamos, entonces, la disertación. En el capítulo inicial de Arquitetura Popular da Imigração Alemã, «A Alemanha no século XIX», Weimer sitúa los efectos de la revolución industrial sobre el agricultor germano en el segundo cuarto del siglo XIX[3]; por lo que hemos de pensar que la ubicación a finales del siglo XVIII, señalada arriba en el «resumen libre», corresponde más bien al proceso general europeo de industrialización. Según el historiador Jacques Droz, Francia y Alemania eran países predominante rurales todavía hasta fines de los 1840[4]. Lo mismo sucede con el concepto de «acumulación de capital», que, desde el punto de vista teórico, resulta incongruente con una clase que explota a los campesinos prusianos exigiéndoles altos tributos por las tierras que habían pertenecido a los antiguos feudos, antes de la Revolución Francesa y de la difusión del liberalismo a través de Napoleón. Nos referimos a la nobleza rural prusiana, también conocida como los Junker. Esta clase no se convierte en capitalista con la recolección de impuestos ni con la recuperación de sus tierras, por lo menos no en el período de la Restauración, que es al que alude Weimer en la disertación, sino que se mantiene reaccionaria y semifeudal[5]. Cuando Weimer describe cómo la nobleza rural impone altas tasas a los agricultores para recuperar las tierras feudales, que el miedo a perder todo les había hecho entregarlas a sus siervos, pone el énfasis en que aquélla lo hace «en términos capitalistas»[6]. Es decir, sin discutir el alcance de esta expresión nos da a entender que, al destruirse el sistema feudal, no sólo los campesinos habían quedado en manos de la nobleza en general y de la nobleza rural en especial, sino que también esta nobleza se veía sometida a los intereses de la banca nacional y extranjera. De este modo, la alianza entre la nobleza rural, detentadora del poder político, y la burguesía capitalista, dueña del poder económico, no habría sido otra cosa que la inserción obligada de la clase gobernante en el pujante proceso internacional de acumulación de capital. Weimer adelanta ahí mismo que uno de los efectos de la revolución industrial en el campo había sido el reemplazo del trabajo artesanal por la producción fabril, trabajo que, para el campesino, era «una de las formas suplementarias de adquisición de ingresos»[7].

En el «resumen libre», Weimer deja las alusiones a la historia europea y comienza a considerar la situación que los inmigrantes germanos encontraron en el sur del Brasil, en la provincia de Rio Grande do Sul; a saber: «un clima subtropical», que les resultaba «completamente diferente del que habían dejado en Europa»[8]; esto por sí solo, subraya Weimer, «requería de un profundo cambio en sus procesos productivos, hábitos alimenticios, modo de vestir, en fin, un total reciclaje de su modo de vida»[9]. Pero no era lo único. «Habían dejado en Alemania un mundo que si estaba en reestructuración, no dejaba de representar el modus vivendi, específico para cada lugar. Aquí se reunieron inmigrantes de las más diversas regiones, de diferentes etnias, usos, costumbres, lenguas, grado de cultura, etc.»[10]. Es decir, los inmigrantes germanos tenían que enfrentarse a la inercia de las costumbres que les había separado en Europa Central en maneras de ser y pensar bastante distintas. Ahora se veían empujados a superar su aislamiento ancestral y a unirse en el arranque de las transformaciones exigidas por las nuevas circunstancias. Para comprender mejor el punto de vista de Weimer, recuérdese su esquema inicial en el que oponía la tendencia unificadora o centralizadora del Estado lusitano a lo que sería una tendencia natural germana de conformar comunidades y poblados más bien diversificados, abiertos a la multiplicidad cultural. Se entiende, entonces, que en este párrafo Weimer no sostiene que la respuesta al medio físico subtropical fue una aglutinación uniformizante entre los inmigrantes, sino, por lo contrario, que pudieron conservar esa diversidad cultural en la unión de fuerzas y en el intercambio de experiencias, en lo que sería una integración arraigada plenamente en su existencia tradicional: «Por esto hubo una gran necesidad existencial de una integración de los inmigrantes entre sí»[11]. Con todo, dice Weimer, este no era el mayor de los problemas. Había otro «más serio». Los recién llegados «se vieron confrontados con el poder estatal que les era extraño, tal vez hasta exótico»[12]. Como recién llegados, desde luego, «no podían entender la contradicción básica que movía a este poder»[13]. Tal contradicción, explica Weimer, consistía en que, si por un lado el gobierno central incentivaba «una política de apoyo a la agricultura, que evolucionaba hacia la sustitución de mano de obra esclava por la libre», por el otro «la ideología del estamento ganadero que controlaba el poder provincial»[14], se oponía a esa sustitución. Weimer aclara que el Estado brasileño los canaliza «a la región más vulnerable en términos de definición de fronteras» donde «el poder local no podía concebir que, en sus barbas, se estableciese un modelo alternativo de desarrollo económico»[15]. En otras palabras, Weimer da a entender que entre esa existencia ancestral, tendiente a la diversidad cultural, y el poder estatal brasileño, tendiente a la centralización, había una contradicción que se presentaba a los inmigrantes como una contradicción ajena y acaso por eso más incomprensible. Tenga razón o no Weimer, el hecho es que ni una ni otra contradicción impedirá que algunos inmigrantes germanos, ya como colonos establecidos, tomen partido en la lucha que estallará más tarde en Rio Grande do Sul. Weimer no menciona esta participación germana lo mismo porque enfatiza el componente empírico de su trabajo de investigación (acaso suponiendo que las fuentes históricas están siempre a disposición de quien las busca) que porque idealiza, así sea sólo por un momento, el contraste entre los recién llegados y la cultura lusitana local.

«Al llegar aquí, continúa Weimer, se les envió a las tierras no aprovechables para la ganadería, esto es, a las regiones boscosas donde tuvieron que enfrentarse con los parias de la sociedad, ya establecidos y largamente amestizados con indios y con los propios indígenas»[16]. Es decir, llegan a tierras donde no hay una cultura plenamente dominante, sino una confusión cultural, donde se convive a la vez que se disputa, amparados por la relativa lejanía con el poder central y provincial. Fuera de esta alusión a los enfrentamientos con los habitantes de los bosques, Weimer no dice más del asunto. En cambio se detiene a comentar la confrontación entre los inmigrantes y el poder Estatal: «La ocupación de estos bosques no ocurrió de forma pacífica ni fue dejada a la libre iniciativa del inmigrante. Incluso si la oposición entre el gobierno central y el provincial hiciese que recibiesen un tratamiento marginal, el Estado, de cualquier forma, definió algunos parámetros básicos para la ocupación del suelo. Abrió a través de los montes, caminos rectos que llegaron a ser conocidos con la denominación de trochas [picadas], a lo largo de las cuales delimitó lotes que fueron sorteados o vendidos a los recién llegados. Tan sólo con esto se rompió la noción de que el inmigrante traía de la ocupación del paisaje geográfico. Allá, se había diseñado los caminos en consonancia con los accidentes naturales. Aquí, el diseño obedecía a una concepción abstracta y geométrica, previamente elaborada. Sin embargo, la mayor transformación se manifestó en aquello que era prioritario para la vida del agricultor: el régimen de apropiación del suelo»[17]. Quedó entendido que entre locales y recién llegados surgen conflictos de orden político y cultural, unos porque los ganaderos no aceptan el liberalismo del Estado monárquico y otros porque se ven obligados a compartir el cruce de fronteras con gente que ni siquiera habla su idioma. Weimer reconoce este hecho sin entrar en detalles. Supondremos, entonces, que la ocupación de las tierras designadas por el Estado hubo de superar en especial obstáculos de este tipo. Un dato que sí puede corroborarse es el proceder del Estado; éste en efecto delimita los lotes y abre las trochas [picadas] en los montes. En cambio, la afirmación de que los caminos rectos rompen con la idea que los germanos traían como parte de su herencia atávica, es una apreciación de Weimer, o de alguno de sus entrevistados, no un hecho documentado en el momento preciso de la presunta ruptura. Otro concepto que exige de una teoría para su uso y explicación es el de «régimen de apropiación del suelo». En los documentos brasileños de la época no se emplea. Lo más cercano es el concepto de «toma de posesión». También se emplean los conceptos de «propiedad del ciudadano» y «propiedad particular», no el de «propiedad privada». Recuérdese que Brasil era entonces un Imperio. Weimer se explica así: «Las tierras pasaron de la propiedad comunal a la privada. Ante este hecho, el inmigrante tuvo una reacción ambigua. Si por una lado pasaba a tomar posesión de hecho y de derecho sobre su tierra —que, comparada a las que le habían sido concedidas en Europa, les parecían verdaderos latifundios—, por el otro, tenía que pagar su precio en la medida que esta forma de apropiación no le permitió restablecer su tradicional y multisecular asentamiento aldeano»[18]. Es decir, para Weimer, el inmigrante no sólo pasa del régimen de propiedad comunal al de la propiedad privada, sino que, en uno u otro régimen, lo hace apropiándose del suelo y sus riquezas a través de una determinada organización del trabajo. Esta es, pues, una teoría explicativa, deducida por el propio Weimer, no una mera exposición de los hechos. En esencia, Weimer nos dice que la emigración alemana se ve forzada a superponer el proyecto lusitano de la propiedad del ciudadano a una vida campesina habituada a la «propiedad comunal» de la época feudal. En vista de que el mismo Weimer reconoce que la «propiedad privada» (en realidad la pequeña propiedad) ya había sido introducida en Prusia, hemos de imaginar que esa referencia a la «propiedad comunal» como forma de vida del agricultor alemán significa que éste no había tenido tiempo de adaptarse completamente al cambio. Menos todavía en las regiones donde esa «propiedad de las tierras era por lo general comunal con sección de dominio», como sostiene en la introducción, que ya hemos discutido en las tres primeras partes de este nuestro estudio crítico del «resumen libre» de Weimer.

En lo anterior podemos ver los tres aspectos con los que Weimer estudia el fenómeno en torno de la presunta resistencia en la inmigración germana al Brasil, a saber: la exposición simple de los hechos, la elaboración de las teorías explicativas y la crítica a las teorías científico-sociales con las cuales Weimer no está del todo de acuerdo. Emplear los conceptos que hemos comentado arriba expresa sin duda este carácter crítico que Weimer imprime a esta versión «libre» de la disertación de maestría. Desde luego es evidente también su predilección por la forma empírica de la exposición, aun cuando la investigación se apoye en elementos racionalmente especulativos. Esto obedece parcialmente, sin duda, a la línea empirista que sigue la mayoría de los ocho ensayos que componen A arquitetura no Rio Grande do Sul, pero a la vez al interés personal de Weimer por un trabajo predominantemente empírico, con tenues dosis de teoría y crítica. La pregunta es: si Weimer en verdad conjuga tales tres aspectos, ¿por qué quiere parecer predominantemente empírico? No podemos contestar simplemente que ello sucede a causa de ese carácter práctico que por lo común atribuimos al campesino y a sus descendientes, porque entonces tendríamos que explicar cómo los supuestos actos de resistencia de los inmigrantes se ven sujetos en Weimer a las puras ideas atávicas traídas desde Europa central, no a sus habilidades físicas en cuanto fuerza de trabajo.



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NOTAS:

[1] Weimer, Günter; «A Arquitetura Rural da Imigração Alemã»; en A Arquitetura no Rio Grande do Sul; Editora Mercado Aberto; Porto Alegre, 1983; pp. 103-106.

[2] Ibíd.; p. 103. Traducción nuestra

[3] Weimer, Günter; Arquitetura Popular da Imigração Alemã; Universidade Federal do rio grande do Sul; Porto Alegre, 2005; p. 36. Traducción nuestra.

[4] Droz, Jacques; Europa: restauración y revolución, 1815-1848; Historia de Europa; Siglo Veintiuno Editores; Madrid, 1974; pp. 25 y 28.

[5] Kuczynski, Jürgen; Die Geschichte der Lage der Arbeiter in Deutschland von 1789 bis in die Gegenwart; Band I, Erster Teil; 1789 bis 1870. Die Geschichte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus; Berlin, Tribüne Verlag des FDGB (Freie Deutsche Gewerkschaftsbund); 1954; p. 57.

[6] Weimer, Günter; Arquitetura Popular da Imigração Alemã; Universidade Federal do rio grande do Sul; Porto Alegre, 2005; p. 36. Traducción nuestra.

[7] Ibíd.; traducción nuestra.

[8] Weimer, Günter; «A Arquitetura Rural da Imigração Alemã»; en A Arquitetura no Rio Grande do Sul; Editora Mercado Aberto; Porto Alegre, 1983; p. 103.

[9] Ibíd.

[10] Ibíd.; p. 104. Traducción nuestra.

[11] Ibíd.; traducción nuestra.

[12] Ibíd.; traducción nuestra.

[13] Ibíd.; traducción nuestra.

[14] Ibíd.; traducción nuestra. Discutiremos el uso de «ideología» en nuestras conclusiones.

[15] Ibíd.; traducción nuestra.

[16] Ibíd.; traducción nuestra.

[17] Ibíd.; traducción nuestra.

[18] Ibíd.; traducción nuestra.

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